POR MARTÍN TURRADO, CRONISTA OFICIAL DE VALDETORRES DE JARAMA (MADRID)
Andaba perdido buscando algo que me inspirase para felicitar las Pascuas de Navidad y el Año Nuevo y que estuviera lejos de todas las frases manidas, manoseadas y repetidas hasta la saciedad, cuando ha venido en mi auxilio el refranero español tan sabio y tan vasto que tiene para todos y todas consejos, advertencias y también su punto de humor. Esa búsqueda terminó cuando di de bruces con un refrán que sintetiza perfectamente todo lo que se puede desear de bien a otros y a otras en estos días “salud, dineros y luenga vida y el paraíso a la partida”.
¿Se puede pedir más? Creo que es imposible, porque, en tan contadas palabras, expresa lo mejor que nos puede pasar en esta vida y en la otra. Viene a ser lo mismo de aquel chiste, que se contaba por los conventos, del fraile que muere y alguien le pregunta al hermano portero:
– Vive aquí el Padre tal…
– Pasó a mejor vida, responde el portero
A lo que se limitaría a comentar, admirado, el preguntón: ¡Mejor todavía!
Seguramente el Padre tal vivió en esta vida con salud y luenga vida, aunque no precisara para ello dineros, porque su voto de pobreza lo dispensó de tenerlos. Todo lo puede dar por bien empleado si después de esta vida encontró otra mucho mejor en la que ya no le haría falta nada. ¿Qué más podía desear el buen fraile?
En este tiempo preciso recurrimos mucho a la salud. En ningún mes del año se oyen tantas invocaciones a ella como en este mes de diciembre, el mes de la lumbre en las cocinas bajas, de las matanzas del cerdo, de las fiestas…y de la lotería. Tenemos lo más, pero cuando anhelamos que nos toque “algo” y la suerte (buena) nos da la espalda yéndose a otros décimos y participaciones que no son los que llevamos, recurrimos como consuelo a la salud, es decir, pasamos del segundo término del refrán al primero.
Esta invocación a la salud lleva implícito el deseo del tercero: una luenga vida. Cosa que frecuentemente se asocia con la muerte de algún pariente o conocido con aquella frase tan oída de que “Dios lo tenga en su gloria y nos espere allí muchos años”. Aunque, con una falta total de lógica, damos a entender que nos preocupa muy poco aplazar nuestra llegada al lugar en que se culminaría nuestra vida: el paraíso. Lo deseamos para otros pero no tanto ni tan pronto para nosotros.
En este tiempo de Navidad y de Año nuevo florece un mar de bellas palabras (amor, felicidad, prosperidad…) y de mejores intenciones de dejar a atrás lo viejo y renovarse. Al final, volvemos a tropezar en la piedra de nuestro refrán: salud, dineros y luenga vida…con los dineros en el medio como puente entre esos dos términos. Aplacemos, de momento, lo del paraíso y que siga en el más allá espera que te espera. Entretanto llega ese cuarto bien, sigamos con nuestros buenos deseos de paz y amor, bienestar y felicidad para estas fiestas y de buenos augurios para el año que entra. Que sean como un conjuro que los atraiga a nosotros.
Lo desea de corazón,
Martín Turrado