POR FRANCISCO PUCH, CRONISTA OFICIAL DE VALDESIMONTE (SEGOVIA)
A veces me asaltan impulsos que me empujan a escribir sobre cosas que nada tienen que ver con la actualidad, aunque hoy parecería acertado escribir sobre esa lacra que viene azotando a la humanidad como son los atentados terroristas.
Mas huyendo de lo trágico, no sé por qué, hoy han venido a asaltar mi mente las “cartas de novios”, ese hecho trasnochado, hoy tal vez inexistente, porque considero que los novios de hoy tal vez no se escriban cartas de amor. ¿Y por qué de ese arrebato que hoy me ha dado?: todo ha sido cuestión de la moderna tecnología, de esos monstruos de la inteligencia humana que son los teléfonos móviles a los que quién más quién menos nos hemos convertido en adictos y que vienen a anular nuestra propia voluntad.
Pues bien, me hallaba hoy medio desperezándome de la obligada siesta canicular, cuando ha sonado ese ruidillo o pitido de mi teléfono, indicador de que alguien quería comunicarme algo vía wassat, y en la soledad de mi vejez, en la que con impaciencia espero que alguien se comunique conmigo, y siendo como soy muy torpe en el manejo de estos artilugios, he toqueteado algún botón que no debiera, y ha saltado en la carátula de mi móvil la imagen querida de mi novia, aquella novia joven de cuando teníamos 20 años, aquel bello rostro sonriente del que me enamoré y que en el trascurso de los años siempre ha sido la eterna compañera de mi vida durante más de 60 años de amor que duró nuestro matrimonio.
¿Dónde estás hoy, amor mío?
Y aquel bello rostro de su juventud es el que me ha dado pie para escribir sobre las cartas de amor que nos cruzamos y que durante muchos años ella tuvo guardadas las mías y yo las suyas.
Por aquella época de nuestra juventud, había libros que trataban de instruir sobre cómo escribir cartas de amor, alguno conservo todavía en mi biblioteca.
Aquellos libros para principiantes en las lides amorosas, nos enseñaban a decir frases bonitas a la amada, algo totalmente innecesario cuando de verdad sientes que el amor embarga tu ser.
Hoy, y que me perdonen quiénes esto lean, (omito decir mis lectores, porque no pasaría de ser una petulancia), ante la reciente pérdida de mi querida esposa, la que fue mi novia eterna, y al contemplar el bello rostro de su juventud en ese trasto tan útil como es el teléfono móvil no he podido resistir la tentación de dedicar este escrito a las cartas de novios, como homenaje de amor a la que siempre fue mi novia.