POR JOSÉ LUÍS ARAGÓN PANÉS, CRONISTA OFICIAL DE CHICLANA DE LA FRONTERA (CADIZ).
Casi cien años antes de la llegada del turismo moderno a Chiclana, el 7 de mayo de 1869, el Ayuntamiento ya se preocupaba por mejorar la imagen de la villa y el bienestar, tanto de los vecinos como de los forasteros que la visitaban. También de aquellos que tenían sus fincas de recreación cercanas a la villa –llamadas “recreos”– para descansar en el campo durante la época estival. El 7 de mayo de 1869 bajo la presidencia del alcalde primero, Juan Martínez Domínguez, se celebró la segunda sesión ordinaria de cabildo correspondiente a dicho mes.
En su punto décimo el regidor Juan Antonio Ruiz expuso: “Teniendo en consideración los inconvenientes que resultan de que se permita pastar las reses vacunas en los callejones y vías que conducen á las haciendas de recreo que constituyen el paseo de las familias de la población y de los forasteros en la época presente de primavera y en los meses de verano…” Proponía que se tomase las medidas necesarias para evitar posibles molestias o incidencias con el ganado. El Cabildo, viendo necesaria y justa la proposición del concejal, “acordó prohibir que dicha clase de reses pasten y ocupen durante el día los callejones próximos a la población en el radio de un kilómetro”.
Aquellas antiguas fincas de recreo hoy integradas en distintas barriadas de la ciudad, formando urbanizaciones de chalets o viviendas unifamiliares, constituyeron a lo largo de la segunda mitad XIX y durante la primera parte siglo XX, un fenómeno social asociado a la clase media alta de Cádiz, San Fernando y a la propia Chiclana.
Bibliografía:
AHMCh. Legajo nº 46. Actas Capitulares. Sesión ordinaria de Cabildo, 7 de mayo de 1869.