POR ANTONIO VERDÚ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE JUMILLA (MURCIA)
Catafalco, es un monumento, una especie de “tablao” de madera, o túmulo suntuoso como un féretro, y adornado con más cosas, que se solía ponerse en los templos para las exequias o funerales solemnes y en noviembre, como mes de las ánimas.
Éste, hace ya muchos años que ya no se pone en las Iglesias de España. Ayudé a montarlo muchas veces, en la Iglesia de Santiago, cuando era monaguillo.
Estaba compuesto por dos mesas de madera, que le daban una forma, como digo, de féretro o como una caja de difunto.
La mesa de arriba, era una tabla rectangular del tamaño de una caja de difunto, con cuatro patas; siendo las que van delante, un poco más largas que las de detrás, para parecer una caja de difunto. La mesa de abajo, era una tarima más grande, como un cuadrado de unos tres metros de cada lado. Una corona figuraba sobre el supuesto féretro.
Cada una de estas mesas, se cubrían con una tela negra muy grande, que colgaba y arrastraba fuera de las mesas, dando una apariencia, tan tétrica, que te daba miedo verlo, aún a sabiendas de que todo era de madera e incluso lo habíamos montado, junto al sacristán y los monaguillos, pero si embargo, todos los días del mes de noviembre, al entrar a la iglesia y ver ese catafalco delante del altar, nos daba miedo y pasábamos corriendo y cantando.
A los lados, se le ponían 4 candelabros con velas, que se encendían durante la ceremonia o la misa.
¿Para que servía el catafalco?
Delante del mismo, y puesto como si dijéramos a los pies del Catafalco, se decía el «responso» propio de las misas de difuntos, o de la ceremonia conmemorativa que se celebrara. El noviembre se hacía todos los días un responso por todas las almas.
Como digo, estaba puesto todo el mes de noviembre, ya que era el mes de las ánimas. También se ponía en las misas de difuntos importantes, tanto en el recordatorio de la misa de los ocho días, como en los de aniversarios, como por ejemplo, en la misa de algunos jumillanos importantes.
¿Por qué se ponía?
El catafalco, se ponía como sustituto del féretro, ya que entonces, a la Iglesia, no se entraba nunca al difunto. Cuando cambió la liturgia en la ceremonia de los entierros y los féretros se empezaron a entrar los difuntos a las Iglesias, como es lógico el catafalco desapareció. Los entierros cambiaron y se hacen tal y como ahora los conocemos.
¿Qué es eso de que no se entraba el fallecido a la Iglesia?
Simplemente que estaba prohibido entrar al interior del templo, y los rezos de su entierro con el correspondiente responso, se hacía en la puerta de la Iglesia. Si el cadáver venía por la Plaza Arriba, se hacía el responso en la puerta Sur. Si venía por la Calle Miguel Trigueros, frente a la fragua de mi padre, el responso se hacía en la puerta norte. Y una vez finalizado era trasladado al cementerio.
¿Cómo se enteraba el pueblo de que se había fallecido un vecino?
Antes nos enterábamos que se había muerto alguien por los toques que se daban con las campanas de la iglesia, y para ello, con la campana mayor de la Iglesia de Santiago se tocaba y (si era vecino de esta Iglesia, que eran todos los que vivían hasta la calle de Lerma, en su parte de poniente; o con la campana del Salvador, si lo era de esa Parroquia, que era de la otra cera de la calle de Lerma, en su parte saliente, hasta el Barrio de San Juan. Luego sería hasta la calle Cura Abellán cuando se hizola Iglesia de San Juan), entonces se daban, diez veces si era un hombre y nueve veces si era una mujer.
Para ello, y como forma de aviso, se tocaban las tres campanas a la vez, como señal de aviso de que podía ser un fallecimiento de algun vecino, y después se empezaban a dar toques de campana, con una separacion de unos segundo entre toque y el siguiente, así hasta completar los diez ó nueve toques correspondientes.
La gente cuando oía esta forma de tocar, contaba para saber si era hombre o mujer simplemente contando las campanadas. Después ya se indagaría de quien se trataba. Si era alguien importante, los toques entre campana y campana eran más distanciados, tardaban más tiempo en darse, y si no lo era se daban más rápidos.
¿Cómo eran entonces los entierros?
Para empezar, antes, había varías categorías de entierros: el de mayor categoría e importante era el entierro General; le seguían el entierro de Primera; el entierro de Segunda; de Tercera, y el de menos categoría el de Cuarta.
Al estar ordenados, se aprecia como, «El Entierro General», era el de mayor boato y a la vez el más caro. De los primeros había muy pocos. De los que más se hacían, era entierros de Tercera. De cuarta creo recordar que se les hacía a los difuntos del Asilo y pobres.
¿Qué diferencia habían entre unos y otros?
Aparte del precio (el de 2ª eran unas 250 pesetas, en 1962), iban más o menos curas hasta la casa del fallecido, y se hacían más o menos responsos en el trayecto de su casa hasta la Iglesia.
Recuerdo un «Entierro General”, allá por 1949. Iban más de 20 curas, Incluso creo rememorar al Obispo, varios Canónigos, etc. De su casa hasta en San Roque, hasta el «enlosao» de la iglesia de Santiago, pararon más de 15 veces. En cada parada, con todos los curas alrededor, le decían un «responso» y muchos cánticos. Andaban 100 metros, se volvían a parar. Así hasta el «losao», en donde, nuevamente rodeando el féretro, le decían el «responso final», terminando la ceremonia.
También recuerdo otro entierro General de una señora de la familia Verdú, dueñas de la finca de La Estacada, y de la Alberquilla, y que entraron en su marcha hacia la Iglesia de Santiago, en la desaparecida Ermita de los Gregorios, y después hicieron muchas paradas hasta llegar al “losao” de Santiago. El número de sacerdotes que acompañaban en féretro, podían ser entre 15 ó 20, o más. mi imagen recuerda a muchos.
Como digo antes, a la Iglesia no se entraban los difuntos, sino que, en el propio «losao» se hacían las ceremonias y responsos de los entierros. La caja del difunto se ponía con la cabeza cerca del aljibe, y los pies, cerca del cura, el cual se ponía en las dos escaleras grandes que hay antes de entrar al interior de la Iglesia. Esto se hacia así cuando el entierro era por la puerta Sur.
Mis hermanicos Josefa y Manolo, me contaban una anécdota curiosa. El cadáver era de una persona que estaba en el asilo de ancianos. Tuvo que ser militar ya que iba vestido con un traje del ejército y sus medallas obtenidas en no sabemos como. Lo cierto fue, que estando el féretro ya en el “losao” de la Iglesia Santiago, cerca del pozo.
En aquella ocasión, el sacerdote que estaba haciendo el entierro fue D. Jacobo Moreno, y el sacristán, no lo recuerdo. Los dos delante de la puerta de entrada a la Iglesia. Mi hermanico Manolo de monaguillo, con la cruz detrás de la caja del difunto, casi pegado al algibe. José Jiménez también de monaguillo, con el hisopo del agua bendita junto al sacerdote y sacristán. Estaba D. Jacobo con los responsos correspondientes, cuando ocurrió, que de pronto se levanta la tapadera de la caja y aparece el cadaver incorporado de cintura para arriba.
Allí terminó en entierro. Todos salieron corriendo por el “losao” y cura, sacristán, y monaguillos terminaron en la fragua de mi padre con el susto en el cuerpo. Cuando se tranquilizó la cosa, se pensó que el culpable fueron los gases que tenía el difunto, y debido a lo apretado que llevaba la correa ancha de los que llevan los militares, esos gases jugaron la mala pasada de hacer que se incorporara el difunto y les diera el indicado susto.
Como la caja que utilizaban en el asilo era propiedad del ayuntamiento, e incluso las andas que la llevaban lo hacían empleados municipales, muchas veces, debido al fuerte viento que suele
hacer en el “losao”, la caja se destapaba, e incluso llegué a ver algun difunto salirse al volcar la caja, ya que no tenía nada para cerrarla, a no ser, como hacían algunas veces, ponerle una cuerda. Los monaguillos nos asustábamos.
Cuando el entierro venia por la calle del Calvario y se hacia en la puerta Norte, la cabeza se ponía cerca de la puerta de hierro, mientras el cura se ponía en el escalón que hay antes de entrar a la Iglesia. Siempre, en ambos casos, a la cabeza del féretro, estaba el monaguillo con la Cruz.
¿Cómo eran los entierros?
Los entierros se hacían de la siguiente manera: si el entierro era a las cuatro y medía, a las cuatro, se empezaban a tocar las campanas. El toque consistía en hacer sonar las tres campanas que hay en la torre de Santiago, una a una por separado, con unos cinco segundos o más de diferencia entre una campanada y otra.
Así se estaba hasta las cuatro y media. Según la lejos que estaba la casa, el cura, a veces el sacristán y dos monaguillos, iban a la casa del difunto, con el tiempo suficiente para estar allí a las cuatro y media. El cura, iba vestido como para decir misa, pero en vez de la casulla, llevaba una capa, que se abotonaba a la altura del pecho con unos corchetes. Un monaguillo llevaba la Cruz y el otro la hacía con el hiposo que llevaba agua.
Al llegar a la casa, sacaban la caja con el difunto a la puerta, y se le decía un «responso». Después esa caja se ponía sobre unas «andas», que cogían los familiares o amigos y se formaba el cortejo fúnebre.
Delante, iba el monaguillo con la Cruz, detrás, el cura, el sacristán y el otro monaguillo, seguidos del féretro y sus familiares varones y acompañantes. Solo hombres, las mujeres se quedaban en la casa. Al llegar al «losao», se le decía otro «responso» mas largo, y al terminar, era llevado al cementerio, siempre a hombros, después, ya lo harían en coche o furgón fúnebre.
Una vez terminado, los familiares varones y el cura volvían a la casa del difunto, y en la puerta, se ponían para que les dieran el pésame a todos los familiares, ahora ya con las mujeres, siempre en su propia casa, nunca en la Iglesia.
Ya no llegamos a conocer, el momento en el que se alquilaban las cajas para llevar al cadaver, puesto que una vez llegado al cementerio, se sacaba de la caja y se enterraban en los nichos que había en la tierra, y que podían meter a 6 difuntos uno encima de otro.
Logicamente el que tenía nicho en propiedad sus familiares los enterraban en ellos. Si llegué a conocer una caja que se usaba para llevar a los ancianos que morían en el asilo y pobres sin recursos, la cual se vaciaba en el cementerio y la volvían a bajar hasta que hiciera falta para otro difunto. Lo vivi siendo monaguillo.
En la misa de 9 días, según de la categoría que fuera el entierro, se ponía el catafalco o no se hacía. De Segunda categoría a General, siempre se ponía. Sábado, 17 de noviembre de 2018- (Programa para Telejumilla, editado el 5 de noviembre de 2018)