JOSÉ ANTONIO FIDALGO, MIEMBRO DE LA REAL ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE CRONISTAS OFICIALES, APUNTA A LA HISTORIA DE BATARA GURU, AQUEL PRÍNCIPE HINDÚ ENAMORADO DE RETNA DUTMILA CON LA QUE NO PUDO CASARSE, Y QUIEN, ANTE LA TUMBA DE SU AMOR, VIO NACER UNA PLANTA ASOMBROSA
Para Catalina y su marido el arroz era remedio y curación de todas las enfermedades».De ahí que cuando la pobre Catalina enfermó de fiebres tercianas, su marido insistió en preguntarle una y otra vez si quería tomar un poco de arroz. «Repitieron varias veces la pregunta cuantos rodeaban su cama, reiteración que hacían en voz alta, diciendo: «¡Que si quieres arroz, Catalina. La llamó «padí», alimento de los hombres, y nosotros la denominamos arroz.
El Diccionario de la Real Academia recoge la expresión «que si quieres» como una locución familiar «para rechazar una pretensión o para ponderar la dificultad o imposibilidad de hacer o lograr algo», aunque nada dice de la protagonista del dicho popular «Que si quieres arroz, Catalina».
José María Iribarren, en «El porqué de los dichos», y Luis Junceda, en el «Diccionario de refranes, dichos y proverbios», cuentan que la tal Catalina era la esposa de un judío converso que residía en Sahagún (León) en tiempos de Juan II de Castilla (1406-1454). La mujer solo se alimentaba de arroz y creía fervientemente que era un remedio milagroso que curaba todos los males.
José Antonio Fidalgo, miembro de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales, apunta a que ambos «habían oído contar la historia de Batara Guru, aquel príncipe hindú enamorado de Retna Dutmila con la que no pudo casarse, y quien, ante la tumba de su amor, vio nacer una planta asombrosa. La llamó «padí», alimento de los hombres, y nosotros la denominamos arroz. Para Catalina y su marido el arroz era remedio y curación de todas las enfermedades».
De ahí que cuando la pobre Catalina enfermó de fiebres tercianas, su marido insistió en preguntarle una y otra vez si quería tomar un poco de arroz. «Repitieron varias veces la pregunta cuantos rodeaban su cama, reiteración que hacían en voz alta, diciendo: «¡Que si quieres arroz, Catalina!»… y Catalina falleció sin responder», relata Iribarren.
Jaime Campmany señalaba en su artículo «El quid de unos dichos» que fue el crítico taurino Ventura Bagüés quien facilitó a Iribarren esta historia que había leído en la revista «Alrededor del mundo».
Fuente: http://libreprensa.es/