POR FRANCISCO TUBÍO ADAME, CRONISTA DE FUENTE PALMERA (CÓRDOBA)
Catharina Marinetti fue una de las primeras extranjeras que vino a fundar La Colonia de Fuente Palmera. Llegó en compañía de sus cuatro hijos de un pueblo italiano situado en los Alpes, próximo al lago Como, se trata de Caprino Bergamasco y se estableció en la Herrería, pueblo que al inicio de la colonización era el núcleo central de los de la provincia de Córdoba.
La mujer recibió en las colonias un trato distinto a las del entorno, educada para ser mujer de agricultor, su contribución en la historia poblacional fue bastante más digno que el papel desempeñado por la mujer de la nobleza, más atenta a ser interlocutora de jóvenes tiernos.
El contraste entre Catharina Marinetti o mujer colona y las del entorno era manifiesto, el Superintendente Pablo de Olavide expone unas ideas sobre la educación de éstas al Consejo de Castilla.
El documento recoge la necesidad de crear un Seminario para la educación de las niñas ricas y de la nobleza que remedie la falta de urbanidad, de instrucción y educación de la clase alta española.
En tono firme denuncia que las Fundaciones y Colegios femeninos, más que educar y formar madres de familia, están para sacar monjas. Que el recurso de meterlas en conventos no era remedio porque las monjas eran las menos capacitas para educar mujeres que han de vivir en el siglo de las luces y porque las monjas, encerradas desde niñas, no conocen el mundo ni tienen idea de él y carecen de instrucción y ¿Cómo ha de dar buena educación quien no tiene ninguna o la que tiene es la que reprueba?
Si Olavide exigía dotes especiales en la mujer noble para ocupar con dignidad los puestos a los que pudiera acceder, a la mujer de clase rural se le pedían las dotes proporcionadas a su medio. Sentimiento que compartía el Rey y su equipo de gobierno, como se observa en el documento que Pablo de Olavide dirige a Múzquiz en octubre de 1773, de indudable valor porque son fechas lejanas a los duros años iniciales, indicamos los párrafos mas importantes: “ Muy Sr. mío: V.E. se sirvió insinuarme de orden del Rey que S.M. quería promoviese yo que trabajaran todos en las poblaciones , hasta las mujeres. Como sucede en Cataluña y como, por desgracia, no se ve en estas provincias. Y comprendiendo yo que ningún medio más eficaz para hacer ver a S.M. que las mujeres efectivamente trabajan, que el de manifestarle las obras que se han establecido en las colonias”.
Pero los testimonios de la actividad femenina, como el anterior, son circunstanciales y, en numerosos casos, surgen en documentos que tratan de temas puntuales.
De otra parte, las labores femeninas se iniciaban al alba, tras la limpieza de la casa, la mujer, si no lo había hecho antes, debía dar de comer a los animales, hacer la compra, lavar la ropa en fuentes o ríos utilizando la lejía hecha por ella misma con las cenizas de los arbustos permitidos, preparar la comida, planchar y por si aún le quedaba tiempo libre el Superintendente les proporcionó un torno para hilar. Se sabe que en 1773 existían repartidos 500 tornos y 77 telares.
De la mujer del entorno tiene muy mal concepto así lo plasma en el siguiente documento:” Gimo con dolor de ver que la ociosidad es la ruina de estas Andalucías y me repugna la destructora costumbre que observo en ellas, de que las mujeres no han de trabajar por razón de estado, teniendo las ideas tan corrompidas en esta parte que tiene por oprobio la honesta aplicación y, por decoro de su sexo, la ociosidad. He puesto todos mis esfuerzos en destruir tan infames opiniones. Me ha costado mucha pena porque tenía que luchar contra la costumbre envejecida de todos los pueblos comarcanos, que se reían de ver trabajar a las alemanas y éstas no sólo desmayaban sino que como es fácil declinar a lo malo, querían ponerse a la altura de las ociosas españolas. Yo he combatido contra todo y, al tiempo que me separé de las colonias había logrado ya que, en efecto no hubiese hombre ni mujer desaplicado, pues al instante se les echaba de ellas con ignominia. Las mujeres e hijas de labradores ayudaban a sus padres o maridos en todas las faenas del campo, proporcionadas a sus fuerzas, porque la que no lo hacía estaba segura de ser avergonzada en público, encontraba muchas dificultades para casarse y no gozaba de las distinciones que en las fiestas o asambleas publicas se concedían a las aplicadas”.
Pero el gran problema de las mujeres colonas era la viudez, pues además de la pérdida del marido podía quedar sin hijos, con ellos pequeños, o mayores. En los tres casos la mujer se veía obligada a contraer nuevas nupcias; si no tenía hijos o eran pequeños, no podía atender su suerte y debía buscar unos brazos que la cultivaran. Si los hijos eran mayores, el primogénito heredaba la propiedad de la tierra y ella, si este contraía matrimonio, se veía obligada a depender de él o volverse a casar.
Un informe que elabora el Ayuntamiento que se instaura durante el Trinio Constitucional de fecha 17 de septiembre de 1820, nos dice sobre este tema:
“Que al establecer las nuevas Colonias juzgó el gobierno más útil para su prosperidad que las suertes o terrenos que daban a los nuevos colonos fueran vinculadas. Esta disposición lejos de fomentar ayudó a esta Colonia a su decadencia, porque conociendo los colonos que el prosperar en sus suertes era perjudicial a sus mujeres e hijos por ser sólo del mayor se dedicaron exclusivamente a la cría de ganados y a sembrar fuera del término de la Colonia que fue en lo que conocieron a sus utilidades para poder subsistir con sus familias, por esta razón la Colonia no era más que al principio tierras montuosas para dehesas de ganados…”
Este es el caso de la colona que estamos estudiando que contrae matrimonio con un español llamado Juan Villegas.
En investigaciones posteriores, he llegado al convencimiento de que esta colona se casó nuevamente en septiembre del año 1773 con Nicolás Poserán. En esta ocasión lo hace con el nombre de Catharina Marnieto por lo que su apellido se ha españolizado, ocupando la Dotación Real compuesta por las suertes número: 215 y 219.
La historia de esta Dotación se refleja en la página 162 de mi publicación: Historia de La Colonia de Fuente Palmera, 1768-1900, de la manera siguiente:
“Números 215 y 219.- Estas dos suertes componían la Dot. R. y el año 1771 se hallaba repartida al colono Jacobo Bureno marido de Ana Humer, extranjeros, los cuales se ignora. En el año 1774 se hallaba ocupada por el colono extranjero Nicolás Poseran que casó con Catalina Marniento, la cual llevaba un hijo llamado Jacobo Briñon por muerte del Poseran sin sucesión quedó la viuda disfrutándola y a su muerte pasó a su hijo Jacobo que casó con Catalina Proqueta a su muerte de este colono pasó a su hijo Juan, casado con Luisa Segovia. A la muerte de éste, pasó a su hijo Juan que era menor de edad”.