POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Aquí os quería yo ver enlazados como un ramo hijos, nietos y cuñan(d)os en continuo florecer. Ya apenas tengo que hacer más que a mi mesa sentaros y tranquilamente hablaros de la vida y su correr.
Deberéis corresponder a mi amor caro y ufano echando siempre una mano en cualquiera menester: los frutales recoger, el césped cortar verdiano, amarse de hermano a hermano y el fuego-hogar mantener.
Me produce un gran placer vuestro ser, vuestro trabajo, vuestro rostro y vuestro cuajo dispuestos siempre a emprender. Como podéis comprender yo con muy poco me apaño ahora que se van mis años para nunca más volver.
Nada tenéis que temer. Este padre segoviano, alcanzado el tiempo cano, se encuentra aún de buen ver. Y sólo intenta aprender a ser mejor, más humano, más comprensivo y cercano en las cosas del querer.
Sed, hijos míos, como él y no viviréis en vano, hállese el sendero llano o a partes de miel y hiel. Por ambos tramos pasé y pasaréis, y ello es sano, os lo dice quien temprano aprendió a ser como fue.
Caballeros, siempre en pie. Que este mundo casquivano jamás os quiebre el meano, la tibia o el peroné. Y basta de aparecer como ejemplo soberano, soy solo un pobre pagano por hacerse merecer. Y basta de humor, creer y mantener, piano, piano, el corazón tictacsiano en el hoy, mañana, ayer.
Poco más hais de saber. Mirad el campo solano cómo se muestra galano e invita a soñar, pardiez. Volvamos a componer ese ramo cotidiano dándonos en pie la mano, y Dios su venia no dé.