POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
Vuelve a celebrarse el 1.300 aniversario de la que se conoce como “batalla” de Covadonga.
Y digo vuelve, porque ya se conmemoró en el año 2018 con los consiguientes fastos -incluida la visita de la Familia Real el día 8 de septiembre- puesto que el primer centenario de la coronación canónica de la Virgen de Covadonga había tenido lugar ese mismo día del año 1918, con el fin de celebrar el 1.200 aniversario de la citada “batalla”, al igual que se declaró como Parque Nacional de la Montaña de Covadonga -en julio de ese mismo año de 1918- al macizo de Peña Santa.
Como buena parte de los historiadores vienen en situar el origen de la Reconquista con esa «batalla» en el año 722 y no en el 718, aquí estamos -de nuevo- con una repetida celebración a tan solo cuatro años de la anterior.
En la nebulosa de los siglos donde -tanto las crónicas cristianas como las árabes- se cuenta que tras ser conquistada la Península por los islamistas se puso en marcha una revuelta, escaramuza o pequeña batalla en las montanas del norte, al frente de la cual estaría un líder con posibles relaciones con el ya extinguido reino visigodo, culminaría cimentado las bases para crear una realidad nueva, la cual -tras innumerables peripecias- daría origen al Reino de Asturias.
En el monte Auseva -o en territorios no muy lejanos al mismo- parece que tuvieron origen nebulosos sucesos de cuyo conocimiento certero hay todo tipo de opiniones, pocas fuentes y muchas dudas.
Un siglo antes del mencionado 722, los astures eran unos hispanos, o sea: unos cristianos que sumaban un pasado romano y visigodo, porque eso era ser “hispano” hace 14 siglos.
Tan importante como enigmática es la figura de “Don” Pelayo, y la “tardoantigüedad” da pie a muchas conjeturas, algunas leyendas y pocas seguridades.
La “batalla” de Covadonga fue un enfrentamiento armado con muchos claroscuros, puesto que las fuentes de las que se nutre -latinas y árabes- son tardías y contradictorias, cada bando narra, cuenta, supone, inventa, quita y pone lo que mejor sirva a sus intereses en el momento en las que pasan a ser fuentes textuales, no pocas notoriamente apócrifas y falsificadas.
Mientras unos presentan a Pelayo como un aristócrata godo, otros lo citan como un espatario (jefe de la guardia palatina de Witiza y Rodrigo) otras versiones aseguran que era hijo de Favila, de ascendencia regia.
Hasta el final de la llamada Reconquista en el año 1492 bajo los Reyes Católicos, hubieron de pasar cerca de ocho siglos, y hubo largos periodos de convivencia -más o menos pacífica- entre cristianos, árabes y judíos.
No deja de llamar la atención que a aquellos reyes asturianos que prefirieron el buenismo y la paz, y que no tuvieron enfrentamientos bélicos con los musulmanes se les llamase “reyes holgazanes”, como es el caso de Favila, Aurelio, Silo, Mauregato y Bermudo I el diácono.
Aunque pase desapercibido para los visitantes a Covadonga, estos reyes fueron marginados, excluidos, exiliados del semicírculo de respeto de la imagen de la Virgen de Covadonga, detrás de la misma, en la cueva del Auseva; exedra datada en los años cuarenta del siglo pasado.
Tal vez juzgasen -injustamente- que no merecían estar ahí, haciendo guardia de respeto al pie de la que durante siglos se llamó Nuestra Señora de las Batallas y no Santa María de Covadonga.
Covadonga explica el presente, que nace del pasado y avanza renovándose desde él. Al igual que la vida de los hombres y de los pueblos semeja la del árbol, cuya imagen depende de su asiento sobre las inmóviles raíces, y de su desarrollo a lo largo del tiempo, reflejado en su tronco, a través del que se alimenta el frágil ramaje, sujeto a las órdenes de las estaciones anuales a las que se asoma.
Resuena de nuevo Covadonga en este singular año de 2022 llenando los límites de Asturias y de la emigración de nuestra tierra, y lo hace desde vertientes diferentes, con el clima religioso, histórico y cultural que mana de un paisaje único.
Es Covadonga una criatura hija de las nieblas que habitan sus espacios históricos fragmentados, discutibles, siempre dentro de los siglos de rudeza y escasez en los que se formó, de talantes indómitos que buscan la libertad, como antes nos enseñó Roma cuando aquí llegó con su lengua, su cultura y su historia.
Vivió Covadonga eclipses de todo tipo, con oscuros tiempos en los que sus horizontes parecían languidecer entre el Auseva y Priena, pero llevaba dentro de sí misma una semilla que resistió los siglos de silencio y abandono, la misma que en las conciencias atentas a su historia hizo que no pereciese la vida latente que portaba para que, en el futuro, brotase un sentimiento colectivo que fue contraste, estímulo y promesa.
El fecundo resurgir de Covadonga no ha sido una creación de la nada, porque nunca desapareció de la conciencia ni de la vivencia popular asturiana.
Entretanto, la verdad histórica de Covadonga se ha alejado ya -de una forma definitiva-de las nieblas provocadas por ciertas exageraciones desfiguradoras, nacidas de algunas crónicas llenas de candidez y tradiciones sin sustento documental ni real (o manipuladas por intereses espurios), tradiciones lastradas por la leyenda o por una credulidad romántica sin ningún fundamento, tantas veces confusa o deformante.
Aunque sigue habiendo posiciones vacilantes, la verdad esencial de Covadonga desde su misteriosa hondura, se va perfilando dentro de una recuperación más consensuada, más próxima a una certeza casi perdida tras 1.300 años de historia.
Como escribió don Claudio Sánchez Albornoz, la esfera de referencia de Covadonga es mucho más amplia que la propia España, pues abarcaría a la Europa que aquí -bajo los Picos de Europa- quedó salvada en el año 722 de una más que posible desaparición.
Y todo ello, por supuesto, sin olvidarnos de lo ocurrido en Poitiers diez años después, el 10 de octubre del 732, cuando el líder franco Carlos Martel venció al ejército musulmán a las órdenes del emir de Al-Ándalus Al-Gafiqí; porque es allí, a las puertas de Tours, donde muchos historiadores consideran que esa derrota fue un acontecimiento de gran importancia histórica, al haber impedido la invasión de Europa por parte de los musulmanes, cuando el islam estaba sometiendo gran parte de los territorios del Imperio romano de Oriente y había acabado por conquistar al Imperio persa sasánida, y todo ello cuando apenas se cumplían cien años de la muerte de Mahoma.
Permanece Covadonga en el corazón de Asturias por ser considerado como el lugar donde se frenó el avance musulmán hacia el Norte, donde nació un reino, todo lo cual no ha servido como pretexto ni justificación de ninguna clase de nacionalismo, porque Covadonga expresa el sentido de independencia de los asturianos, pero no de una independencia colectiva o política, sino individual, porque el asturiano jamás ha pretendido separarse de España, sino ser él mismo dentro de ella, ayudando a enriquecerla y a engrandecerla desde un regionalismo no nacionalista.
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez