POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Paseaba hace días por San Petersburgo, admiraba en el Ermitage algunos huevos que Farbergé fabricó para la emperatriz María Fiódorovna, encargados por Alejandro III, con la condición de que el huevo encerrase una sorpresa, y me acordé del chulo de Santiago Calatrava cuando llegó a Oviedo con su maqueta del Palacio de Congresos, presumiendo de un techo practicable que nunca practicó. ¿Qué hubiera ocurrido si María hubiera intentado abrir el huevo de Fabergé sin conseguirlo?, ¿bastaría con que el joyero le hiciera un descuento al zar? Mismamente, paseando a orillas del Neva, recorrí alguno de los 22 puentes levadizos que hilvanan la ciudad rusa; ¿qué ocurriría si uno sólo, por ejemplo el de la Trinidad, no se levantara? O, para entendernos mejor, ¿qué ocurriría si uno reserva mesa, encarga dos centollos a un restaurante de Tazones, va y no abre el restaurante, o, lo que es peor, no abren los centollos?
Fuente: http://www.lne.es/