POR JOAQUÍN MUÑOZ CORONEL, CRONISTA OFICIAL DE CORRAL DE CALATRAVA Y POZUELO DE CALATRAVA (CIUDAD REAL)
El 23 de abril aparece marcado en el calendario de muy diversas y variadas formas. Como San Jorge en Aragón, celebrándose precisamente el Día de Aragón, siendo por tanto festivo. Pero también en Castilla y León es un día festivo, el día de la Comunidad. Por último, en Cataluña es el Día de San Jorge, aunque allí lo denominen Sant Jordi. Alcoy y Banyeres de Mariola en Alicante; Cáceres, Golosalvo y Madrigueras (ambas en Albacete); Lucena en Córdoba y Santurce en Vizcaya, también lo adoptaron como patrón.
Ya en el extranjero, San Jorge es patrono de la ciudad de Pichanal en Salta (Argentina), y es también el santo patrón de países como Bulgaria, Etiopía, Georgia, Inglaterra o Portugal, y de ciudades como Tombuctú en la lejana Mali. Pero es además el patrono universal de los Scouts, después que este santo ya fuera patrón de la Caballería en Inglaterra. En 1995 y coincidiendo con la conmemoración del santo, se proclamó por parte de la UNESCO (28 Conferencia General, Resolución 28 C/3.18) el 23 de abril como ‘Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor’. Desde 1996 se viene celebrando en numerosos países, y en 2008 ya se había rebasado la cifra de un centenar en todo el mundo.
En Aragón se mantiene la costumbre popular de intercambio de libros, junto con la degustación de los platos típicamente aragoneses. Que en Cataluña se acompaña además del regalo de una rosa. Lo cierto es que la celebración del libro comenzó en Barcelona, y gracias al escritor valenciano allí afincado, Vicente Clavel Andrés. En una época, los años 20, en los que un libro no estaba al alcance de cualquiera, se pretendía acercar la lectura de una forma universal. Tres años después de su propuesta (1923) llegaría en 1926 la primera celebración el 7 de octubre, coincidiendo con el día que se suponía como nacimiento de Cervantes.
Tan sólo cuatro años más tarde (1930) pasaría a celebrarse en el día 23 de abril, coincidiendo con Sant Jordi, tomando fuerza como festividad, y convirtiéndose en una jornada importante en ciudades con universidad. El cambio de fecha (aparte de la menor certeza de su nacimiento que de su muerte) vino provocado para hacerlo coincidir con el fallecimiento del inglés Shakespeare, del Inca Garcilaso de la Vega y del propio Cervantes. Cierto es que Cervantes murió el 22 de abril siendo enterrado un día después (23), el mismo día que Garcilaso fallecía en Córdoba. Shakespeare lo hacía también el 23, pero sólo según el calendario juliano aplicable en Inglaterra, cuya equivalencia en el gregoriano ya de aplicabilidad en España correspondería al 3 de mayo.
Jorge, luchador y santo
Pero veamos quién era verdaderamente este Jorge, luego convertido en santo. Parece que en Capadocia (en la Turquía central) había un peligroso dragón que atacaba al reino, cuyos habitantes trataban de aplacar su ira y satisfacer su glotonería, mediante la entrega de dos corderos diarios. Con ello evitaban el ataque de la población y apaciguaban su cólera. Pero hete aquí, que un día llegaron a escasear los corderos, por lo que se decidió enviar a una persona elegida por sorteo, y sólo a uno de los corderos que venían siendo habituales. Claro, que la familia que hacía entrega de la ofrenda recibía a cambio ciertas compensaciones… Una de las versiones posteriores, establece que fue el pueblo quien decidió liberar a los más humildes de tan onerosa contribución, decidiendo que fuese una princesa la devorada. La otra versión afirma que la princesa fue un día la ‘agraciada’ por sorteo, para acompañar al cordero objeto de sacrificio.
Podemos aceptar como válida cualquiera de las opciones. O ninguna de ellas… Lo cierto es que ya en la cueva del dragón, la princesa tuvo la ventura de encontrarse con el caballero Jorge que venía en su rescate, y logró salvarla hundiendo su espada en la temible fiera. Milagrosamente, de la sangre del cuerpo ya inerte del monstruo brotó una rosa roja, que el caballero ofreció galantemente a la princesa… Resulta obvio afirmar, que el rey ofreció al caballero todas las riquezas imaginables, y que Jorge las rechazó gentilmente en favor de los habitantes del reino. Pero su gesto se vio reflejado en la construcción de una iglesia en su nombre, de la que manaba un prodigioso manantial de agua capaz de curar a los enfermos…
Ciertamente, y parece que desde entonces, en Cataluña, Baleares y parte de la Comunidad Valenciana, es costumbre que cada 23 de abril los hombres regalen rosas rojas a las mujeres, cual si de un caballero a una princesa se tratase. En justa reciprocidad, las mujeres regalan a los hombres un libro, recordando así el fallecimiento de los dos escritores más relevantes de la literatura europea, Cervantes y Shakespeare, y del hispanoamericano Inca Garcilaso. Historias y leyendas aparte, para la gran mayoría de los mortales de esta piel de toro, hoy 23 de abril es el ‘Día del Libro’. Precisamente porque se recuerda el día del fallecimiento del más importante valedor de la lengua castellana. Aunque -desde luego, según dónde- también parece haber comenzado a llamarse ‘Día del idioma español’.
Pero en Cataluña la celebración corresponde al Día de San Jorge, con libro y flor incluidos. Aunque, por razones obvias, nos quedaremos con la gloria de las letras hispánicas, Don Miguel de Cervantes Saavedra que, al dejar entonces el mundo de los vivos, pasaría a convertirse en el mito universal que hoy es. No es éste, para nada, un día de pesadumbre. Todo lo contrario, un día luminoso para enaltecer la cultura del libro, recordando el agridulce paso por la vida de nuestro Miguel, soldado desafortunado, y escritor cimero.
Llega el día del Libro
En nuestro país, La Gaceta de Madrid (el antiguo BOE) del 9 de febrero de 1926 en su página 707, publicaba un texto del Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria, que establece en su Exposición de motivos “Una serie de razonamientos y justificación que el Ministro que suscribe tiene el honor de someter a V.M. en el adjunto proyecto de Decreto: Es el libro español sagrario imperecedero que difunde y expresa el pensamiento, la tradición y la vida de los gloriosos pueblos hispanoamericanos, y plasma o perpetúa las concepciones del genio de la raza, vigorizando sus energías espirituales y abriendo cauces de expansión al vínculo más indestructible de muchas generaciones hermanas”.
Continúa el texto: “Y para enaltecerlo como guardador de las esencias, de las virtudes y de la cultura hispana, dándole impulso espiritual y material, como medio también de fecundo enlace de ideas, sentimientos y creencias, propone el Comité Oficial del Libro del Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria, que se instaure en España la fiesta anual del libro español en la perdurable fecha del natalicio del inmortal Cervantes”.
Prosigue la Exposición de motivos: “Ninguna obra ha de ser más grata a este Gobierno que la de acoger tan hermosa iniciativa, que coincide con los anhelos de V.M. y con su propósito de propulsar la cultura, rendir pleitesía a los genios de la raza, divulgar las concepciones de los escritores españoles, y facilitar la expansión de la lengua y del alma hispánicas, para enaltecer la Patria y agrandar y fortificar sus prestigios insuperados”. Y aquí viene ahora la petición de aprobación: “Por todo ello, el Ministro que suscribe tiene el honor de someter a V.M. el adjunto proyecto de Decreto”.
El proyecto de Decreto está fechado en “Madrid, 6 de Febrero de 1926”, y el consiguiente Real Decreto viene sancionado en la misma fecha por el rey Alfonso (Alfonso XIII), y refrendado por el Ministro de Trabajo, Comercio e Industria, Eduardo Aunós Pérez. A través de 15 artículos, se establecen las características de esta celebración anual. Y el Artículo 1º fija que “El día 7 de octubre de todos los años se conmemorará la fecha del natalicio del Príncipe de las letras españolas, Miguel de Cervantes Saavedra, celebrando una fiesta dedicada al libro español”. Previendo en el Artº 2º que “las Reales Academias, Paraninfos de las Universidades e Institutos del Reino, celebrarán en ese día sesiones solemnes dedicadas a ensalzar y divulgar el libro español…”.
Atado y bien atado?
El Artículo 3 establece que “en todas las Escuelas especiales del Estado, sin excepción alguna, incluso las militares y de la Armada, se celebrará sesión pública dedicada al libro español…”. Y el Artº 4º previene “todas las Escuelas nacionales dedicarán el 7 de Octubre de cada año una hora por lo menos a la explicación de la importancia del libro español y a la lectura…”. Los artículos 5, 6, 7 y 8 explican la forma en que tendrán lugar estas “conmemoraciones en los cuarteles, buques y arsenales de la Armada, en los Establecimientos de beneficencia y los penitenciarios, y en las Bibliotecas oficiales, Centros e instituciones de enseñanza”.
El artículo 9 manda que “las entidades y Corporaciones que perciban subvención del Estado, de la Provincia o del Municipio, quedan obligadas a dedicar en la misma fecha un mínimo del 1 por 1000 de esas subvenciones a la compra y reparto de libros”. El artículo 10 manda que “anualmente y en conmemoración de esta fiesta, las Diputaciones deberán crear una biblioteca popular… y los Ayuntamientos destinarán igualmente al Día del Libro una cantidad del medio al tres por mil… para la creación de Bibliotecas populares, o reparto de libros en sus establecimientos de enseñanza o de beneficencia y entre los niños pobres”.
Resulta interesante ver en el artículo 11: “Se procurará recabar de los autores, editores y libreros, que establezcan un descuento especial en el precio de venta de los ejemplares, que el público adquiera en el día señalado…”. En el 12 se ordena que “Las Cámaras Oficiales del Libro de Madrid y Barcelona concederán un premio de mil pesetas cada una, al artículo periodístico que se publique en idioma español antes de la fecha del concurso, y reúna mayores méritos como estímulo de amor al libro… Dichas Cámaras publicarán con la necesaria antelación, las bases o condiciones…”. El 13 establece que “El Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes adoptará las medidas convenientes para instituir un premio especial destinado a la obra de mayor interés científico, cultural o literario que se publique cada año”.
Ya en la recta de salida, el artículo 14 encarga “La ejecución de este Real Decreto al Comité Oficial del Libro y su Comisión permanente…a los que se incorporará un representante designado por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes”. Por fin, el artículo 15 y último, establece que “La primera fiesta del libro español se celebrará el día 7 de Octubre de 1926…”, añadiendo que “Los Jefes de los Departamentos y los de los servicios a que afecta el presente Real decreto, así como las Diputaciones y los Ayuntamientos, prevendrán todo lo necesario para que en los próximos Presupuestos se tengan en cuenta las obligaciones que se derivan… a fin de que la primera fiesta anual del libro revista toda la brillantez que su importancia requiere. Dado en Palacio, a seis de Febrero de mil novecientos veintiséis”.
Firman el Real Decreto, como hemos dicho, el rey ALFONSO XIII, rey entre 1902-1931), y el Ministro de Trabajo, Comercio e Industria, Eduardo Aunós Pérez. Si bien es cierto que más tarde se producirán diversos cambios, entre ellos el de la fecha del 7 de octubre al 23 de abril.
Miguel de Cervantes y Saavedra
Ya que nos hemos ocupado de San Jorge, y del Día del Libro, vamos a referirnos a continuación a nuestro escritor supremo, que hoy recibe tan merecido homenaje. Miguel de Cervantes, hijo de una humilde familia, vivió en Alcalá de Henares los tres primeros años de su vida. Bien joven, pensando encontrar en las armas su carrera, se alista con la intención de llegar a capitán. Una herida de guerra y la invalidez del brazo izquierdo, acaba con sus ilusiones militares.
Pero su vida estuvo salpicada de cortas penas de prisión, seguramente por delitos cometidos por otros y a él achacados. La corona no reconoce los méritos de Miguel, y reiteradamente hace caso omiso a sus peticiones de obtener algún puesto en el recién descubierto Nuevo Mundo. Por ello, las dos carreras frustradas (en las armas y en América), hoy se nos antojan dos condicionantes de la mayor importancia, que condujeron a Cervantes al camino de escritor.
A pesar de que, ni como poeta ni, como dramaturgo, encontró buena acogida Cervantes en la sociedad de su época. Sobre todo, teniendo en cuenta la dura competencia de otros coetáneos, particularmente Lope de Vega, que escribía los poemas y el teatro como quien hace rosquillas. Todas estas circunstancias hacen que Cervantes se decante por la novela, con tan buena fortuna, que se considera a Don Miguel como el auténtico inventor de la novela moderna, con unos personajes-arquetipo únicos en el mundo.
Del éxito logrado con su Ingenioso Hidalgo (1605), da fe la publicación apócrifa del Quijote de Avellaneda (1614): Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quixote de La Mancha, escrita por el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas. Pseudónimo detrás del que se esconde algún rival literario de Cervantes que, espoleado por el descaro del plagio de Avellaneda, se apresura a publicar la segunda parte de su obra en 1615.
Su anunciada muerte
En marzo de 1616 terminaba Cervantes Los trabajos de Persiles y Sigismunda, novela de estilo desnudo y aire melancólico, que no llegó a ver publicada. Muy quebrantada ya su salud, su médico le aconsejó el traslado a Esquivias, pueblo de su mujer, para que aprovechara el contacto con el campo, los buenos alimentos y el buen vino. Pero una semana después hizo el camino de vuelta, “con tantas señales de muerto como de vivo”, como señala Luis Astrana Marín.
Producido el óbito, llevaron el féretro de Cervantes a hombros, con la cara descubierta y vestido con un sayal franciscano, desde su casa en la calle León de Madrid, hasta la parroquia de San Sebastián, en Atocha. Allí se celebró el funeral el 23 de abril de 1616, un día después de su muerte. Y desde esta iglesia trasladaron sus restos al monasterio de las Trinitarias. Según Luis Astrana, autor de una magna biografía en siete tomos sobre Cervantes, finalizada en 1958: “…Los restos del autor del Quijote deberían dormir en paz modestamente ignorados, antes que en soberbio sepulcro de mármoles, oros y bronces, más propicio a su profanación”.
No obstante, Astrana Marín trazó con maestría las últimas horas del genio, que murió de diabetes cuando la enfermedad aún no estaba diagnosticada, y al que recetaron vino de La Mancha para atenuar una sed imposible de calmar. En el año de su muerte sólo conservaba seis dientes, tenía la columna vertebral combada y acusaba los impactos en el esternón, de los pelotazos de plomo de arcabuz recibidos en la batalla de Lepanto en 1571. Son estas huellas las que buscaron los expertos para identificar los restos, y los que le impedían salir del Barrio de las Letras, también llamado de Las Musas porque en él llegaron a vivir igualmente Lope de Vega y Quevedo.
El inventario de la producción de don Miguel está compuesto por 35 obras (Novela y Teatro), sin contar los opúsculos de poesía, según el Instituto Cervantes. De entre todas ellas, la mayoría de autores coincide en calificar a las siguientes como las 10 mejores: 1.- El Quijote: un clásico universal; 2.- La gitanilla: ¿autobiográfica?; 3.- Rinconete y Cortadillo: la España pícara; 4.- El licenciado Vidriera: agudeza visual; 5.- El celoso extremeño: ataque de celos; 6.- La ilustre fregona: nobleza obliga; 7.- Persiles y Sigismunda: purgando las penas; 8.- La Galatea: los pastores y el amor; 9.- Entremeses: intermedio de representaciones teatrales; 10.- Los baños de Argel: en contacto con el Islam.
Su incalculable legado
Pero Don Quijote de la Mancha ha sido unánimemente definido, como la obra cumbre de la literatura universal, y una de las máximas creaciones del ingenio humano. Considerada asimismo el arranque de la novela moderna, y concebida inicialmente por Cervantes como una parodia de los libros de caballerías. El Quijote es un libro externamente cómico e íntimamente triste, un retrato de unos ideales admirables burlescamente enfrentados a la mísera realidad.
No son pocos los paralelismos que se han querido establecer con la España imperial de los Austrias (potencia hegemónica destinada a gobernar el mundo en el siglo XVI, y a derrumbarse en el XVII), y con la vida de su autor (gloriosamente herido en el triunfo de Lepanto y abocado luego a toda suerte de desdichas). En todo caso, nunca será suficiente el agradecimiento que La Mancha debe a Cervantes pues, gracias a su caballero, nuestra tierra es hoy conocida en todo el mundo.
Aunque presumiblemente Cervantes hizo testamento, nadie ha sido capaz de encontrarlo hasta el momento. Ciertamente apenas tenía posesiones que dejarle a su mujer, Catalina de Salazar, que en teoría está enterrada junto a él, en el mismo convento de las Trinitarias. Sólo pidió dos misas por su alma. De modo que “Llórele la Tierra, hónrele la Patria, gócenle los Cielos”, sentencia Astrana Marín, con una épica muy alejada del gusto cervantino. Y al propio Astrana nos atrevemos a ‘enmendarle la plana, corregirle y aumentarle’, rogando se nos permita añadir de motu proprio ciertas invocaciones nacidas de lo más profundo del emocionado corazón en este Día del libro: “Ámente los hombres, léante los justos… sépante los sabios”.
Los restos de Miguel de Cervantes hallados en el convento por el equipo de Luis Avial, Francisco Etxeberría y Fernando de Prado, confirmaron que los huesos analizados pertenecen al escritor. Y han abierto una importante peregrinación en el madrileño Barrio de las Letras. Exponer los restos del padre de El Quijote han dado ya al mapa turístico de Madrid un nuevo punto de interés. De momento hay dos premisas muy claras: 1.- Los huesos no saldrán del Convento de las Trinitarias, y 2.- El régimen de visitas no debe afectar al día a día de las religiosas que habitan en el templo.
En todo caso, en lo que a los ciudadrealeños nos compete, la estatua de Cervantes obra de García Coronado en imperecedero bronce, ha vuelto a su emplazamiento en la Plaza homónima de Ciudad Real. Rindamos, pues, homenaje de agradecimiento en este día a Cervantes y a su ingente obra… En el fondo, es tremendamente justo ocuparse de la estela que en más de 500 millones de hispanoparlantes -especialmente allende los mares- ha dejado el bueno de Don Miguel cuatro siglos después. ¡Loor y gloria para siempre al Príncipe de las letras españolas! Vale.
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