POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
El año 1942, estaba siendo muy duro. Indudablemente, las expectativas no eran muy halagüeñas. Si a ello le añadimos que los recursos sanitarios eran escasos y que la alimentación era peor todavía, nos encontramos con que el número de fallecidos por «vómito de sangre» (así se les decía a los enfermos de tuberculosis), era muy numeroso, y, casi siempre en edades jóvenes y con predilección, los varones. Por consiguiente, el número de viudas y de niños huérfanos en mi pueblo, alcanzaba cotas inimaginables.
Tal era la situación, que la emigración de viudas con sus hijos de corta edad era muy frecuente. La mayoría se marchaban desprovistas de la correspondiente documentación, que tenía que dispensarse en el Registro Civil del Ayuntamiento del pueblo; aunque, en su descargo, hemos de trasladarnos a esos comienzos de la década de los años 40 en la que un tanto por ciento, muy significativo de mujeres, eran iletradas.
No fue así el caso de una vecina llamada Francisca Pastor Pagán, viuda, de 32 años, domiciliada en la calle Nueva, con cinco hijos de corta edad: Pascuala de 15 años, Bartolomé de 13, Lázaro de 10, Consuelo de 7 y José Cascales Pastor de 4 años.
Dicha mujer quedó viuda con cinco hijos y pocos haberes para poder alimentarlos y atenderles en sus necesidades más perentorias. Como consecuencia, decidió emigrar a Cataluña y se acercó al Ayuntamiento a pedir la baja en el Censo de habitantes, de los seis miembros de la familia, con la intención de marcharse a la ciudad de Badalona (Barcelona).
Leída por el Secretario Antonio Belmonte García, a todos los miembros del Consistorio, en Sesión Ordinaria del día uno de julio de 1942, la Corporación Municipal con su Alcalde Gumersindo Cascales Carrillo al frente, quedaron enterados de su próximo traslado, deseándoles toda la suerte del mundo.