POR JOAQUÍN MUÑOZ CORONEL, CRONISTA OFICIAL DE ALMAGRO (CIUDAD REAL)
Los actores van y vienen. Los directores salen y entran. Los de las compañías, y también los del Festival. Ya son diez desde el origen. Aquellas Jornadas iniciadas en 1978 dieron lugar al Festival de Teatro Clásico en 1982, y en 1984 al Festival Internacional de Teatro Clásico. Casi todos los directores han sabido leer correctamente la partitura de la Fundación, pero nos atrevemos a afirmar que, los que además han conseguido escribir los mejores compases han sido dos: Luciano García Lorenzo (1997-2004, 8 años), y Natalia Menéndez (2009-2017, 9 años). También brillante y fructífera fue la etapa de Ignacio García (2018-2022, 5 años), cuando el Festival gozó de amplia repercusión en nuestras Comunidades autónomas, e incluso en destinos ultra-marinos o trans-atlánticos.
Todo es ya historia, y el futuro está aún por escribir… Pero -batutas con mejor o peor fortuna aparte- Almagro sigue, resiste, prevalece, en parte -en una parte muy notable-, gracias al colectivo al que hoy queremos referirnos, como epílogo de esta 46ª Edición. Se trata de nuestros jóvenes acomodadores. Ellos son la esencia y la raíz, pero también el tronco, las ramas y el fruto. Y “bendita sea la rama que al tronco sale”, como celebra la popular coplilla.
Siempre los mismos, pero siempre diferentes. En 46 años han pasado al menos dos generaciones de jóvenes por nuestros espacios almagreños. Todos -y todas, consiento- siguen estando en nuestras retinas y en nuestro corazón… y todos ellos siguen vivos y en nuestra memoria están -y seguirán estando- en la recta final de esta primera media centuria. Homenajeémoslos. Sin ellos, el Festival sería imposible.
Hasta ahora, habíamos tenido en cuenta sólo a los acomodadores, tal vez orillando -que no obviando ni soslayando- a los integrantes del primer eslabón del aparato que urde y teje el Festival. “Pasarán más de mil años, muchos más”, auguraba el inmortal bolero del mexicano Álvaro Carrillo, popularizado por el chileno Lucho Gatica en los 60’s.
Tal vez menos de mil, pero muchas en cualquier caso. Y Almagro seguirá con el actual formato de Festival… O tal vez con otro… ¡Qué importa! Porque Almagro mantendrá su lugar único para el encuentro, el solaz, la cultura, las pasiones y las promesas… Los reencuentros, las hojas del calendario -puro papel-, el amor perdido y las ilusiones despertadas. En cambio, la sucesión de vivencias nos hace grandes, adultos… y hasta maduros. Pero ahí queda esa sucesión de horas y de días. Que, en Almagro, sin discusión alguna, ‘cunden’ mucho más. Y no es que sean más largas (antes al contrario, pasan volando), sino que, sobre todo, también son más intensas…
Otro año vendrá, e inexorablemente -como las oscuras golondrinas de Bécquer- alguna parte de este imprescindible personal no volverá… Para muchos llegarán nuevos destinos, quizá mucho más estables, pero me temo que no tan gratificantes. Este trabajo ‘imprime carácter’… Porque ser copartícipes de tan gratas veladas como ofrece el Festival ya es mucho… o al menos más que suficiente para el común de los mortales ¡Alegres encuentros vespertinos y nocturnos en media docena de espacios!
Pero sí contaremos con rostros nuevos, corazones de repuesto, diferentes pálpitos que volverán a jugar al escondite entre las 86 columnas de la Plaza Mayor. O simulando ser duendes, entre las bambalinas del número siempre cambiante y sorprendente de los espacios escénicos. Ahora, como ‘entreaguas’ o ‘entreguerras’, llega el periodo de ‘entrefestivales’…
¿El año que viene? ¡Chi lo sa! Serán otras las expectativas, distintas las ilusiones, diferentes las conclusiones. Por este año, el 46º Festival terminó. Alia iacta est. Que esta senda, enfilando ya el medio siglo de historia teatral concluya fructíferamente, y que su semilla sea un nuevo renacer dentro de once meses. Laus Deo. Nos vemos en un pequeño salto de calendario. Cuídense y sean felices.
FUENTE: https://www.lanzadigital.com/provincia/chicos-y-chicas-hasta-la-47/