CHO… CON CHU…
Abr 05 2020

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

¿Recuerdan los colungueses este chocolate elaborado en nuestro concejo? ¿Y otros más que hubo?

Un buen amigo, técnico experto en medios audiovisuales y riosellano vivencial, me contaba hace unos días que su abuela, joven de 93 años, si algo echaba de menos en estos días del enclaustramiento doméstico era el CHO CON CHU; es decir, el CHOCOLATE CON CHURROS que acostumbraba a tomar todas las tardes con su «pandilla» de amigas.

Me hizo mucha gracia esa expresión tan «de síntesis» y a la vez tan «llena de cariño» hacia una costumbre de años y de convivencia de amistades.

¡CHO CON CHU! Me recuerda también aquellos nombres ficticios, siempre con ortografía modificada, con que de jóvenes apodábamos a ministros japoneses o a situaciones políticas.

Por ejemplo:

.1.- ¿Cómo se dice en chino «referendum»? ¡CHAN-CHU-YO!

2.- ¿Cómo dicen en japonés a un perro que lleva una linterna de collar? ¡ KAN-CON-KINKÉ!

Pero vayamos a lo nuestro, al CHOCOLATE. A ese brebaje que nos trajeron de América y a cuyo árbol, alma mater del producto, los científicos (¡perdón!, «los expertos») denominan Theobroma cacao; es decir: alimento de dioses.

Ahora que estamos apestados de «virus malignos», me vienen a la memoria unos versos que, acerca del chocolate, escribió un poeta anónimo:

«En cualquier imprevenida
dolencia que insulta al pecho,
el chocolate bien hecho
es el agua de la vida;
de oro potable bebida
es antídoto de males;
tómenlo, pues, los mortales
porque es bebida especiosa,
dulce, fragante y gustosa …
Sé, para partirlo, avaro,
si quieres vivir sin males,
y con condiciones tales
usarás bien del arcano
a quien debieron, por sano,
ser los dioses inmortales»

¿Recuerdan aquellas adivinanzas que nos preguntaban, cuando niños, para «avivar la inteligencia» y que siempre, en la propia pregunta, iba enmascarada la respuesta?

He aquí un ejemplo:

CHOCO me llamo de nombre
LATE así mi corazón.
El que no sepa mi nombre
es un grande borricón.

¡Chocolate espeso, amargo, acompañado de churros crujientes y calientes, recién fritos! Como los que yo acostumbro a merendar en una Churrería-chocolatería de Villaviciosa, en la misma Plaza del Ayuntamiento que muchos llaman «del Huevo». Y chocolate, también muy bueno, como el que sirven en Confitería Merino, en Cangas de Onís.

¡Y cómo recuerdo aquellas (casi familiares) fábricas de chocolate que había en muchos pueblos de Asturias para abastecer a sus vecinos!

¡Ah! ¡Y los churros de Pedro y Gloria, pioneros en la elaboración y venta ambulante de este manjar tan socorrido y gustoso! Lo decía la publicidad: «Los churros de Pedro saben a Gloria».

Hace tiempo oí contar esta anécdota referida al rey Alfonso XIII. Parece ser que estaba don Alfonso en una reunión de Jefes de Estado en Londres y que, entrada ya la tarde, se sirvieron unas pastas y, a elección, tes, cafés y chocolates…

Don Alfonso, al ver las pastas y el chocolate, exclamó: » ¡ESPAÑOLES, A MOJAR!».

Desde aquí, siguiendo el ejemplo regio y el dicho de la abuela de Juan, gritamos con entusiasmo: «¡ASTURIANOS, CHO CON CHU PARA MOJAR Y ACABAR CON EL MALIGNO!».

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