POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ).
Al aire de una nueva batuta, la mejor de todas, la que marcó una ejemplar escuela de la que salieron excelentes músicos. Todos fueron maestros, directores, pero él fue “don Andrés”. Don Andrés Mena López, músico militar del Regimiento Castilla. Don Andrés es feliz memoria perpetua, de ayer, de hoy y para siempre, en el ancho ruedo musical de los sentimientos íntimos de este pueblo. Don Andrés Mena vino a Montijo para dirigir la Banda de la Casa del Pueblo. Memoria gráfica sacada de la caja de las fotografías de color sepia guardada en una antigua cómoda de caoba “Don Andrés y la Banda de Música en el primero de mayo del año 1936 por la calle Alameda”. Aquella larga comitiva de la manifestación obrera deseaba cambiar al mundo de base, agrupándose y alzándose en la lucha final, deseando un tiempo prometedor que acabó en la más dura de las tragedias.
Al aire del antiguo kiosco de música. Embeleso de sinfonía popular. Templo sagrado para conciertos al aire libre. Tribuna de las mejores melodías: “El sitio de Zaragoza”, “Islas Canarias”, “Noches de Andorra”, “Camino de rosas”, “En un mercado persa”, “España cañí”. Allí arriba, don Andrés Mena con sus músicos; abajo la gente agrupada, congregada alrededor de él para disfrutar de la música. Sin medios para ofrecer su arte, ni sofisticados equipos de sonido, ni mesas mezcladoras, ni juegos de luces. Don Andrés y sus músicos tan solo disponían de su talento, sus pulmones y la habilidad de sus manos.
Al compás de la música dirigida por don Andrés se llenaron aquellos estómagos vacíos de la posguerra. Tiempos de restañar y curar heridas, de necesidades y apreturas, de ahogos y asfixias, de hambre, pobreza, aislamiento, escasez y calamidad, bajo el dolor prolongado por el terrible episodio vivido. Don Andrés se fue como se fue el kiosco, la plaza, las palmeras, los músicos… bajo el sonido cadencioso marcado por el tiempo preciso, dirigido por su batuta de plata en la última partitura de su vida.