«SE HA PERDIDO UNA SANA COSTUMBRE», AFIRMA CONTUNDENTE PABLO GALINDO, CRONISTA OFICIAL DE LOS ALCÁZARES (MURCIA)
Como una atracción de feria llegó el cine a la Región en el siglo XIX y principios del XX, pero desde aquellos barracones itinerantes que mostraban imágenes en movimiento hasta nuestros días ha cambiado drásticamente la forma de consumir películas y el lugar en el que hacerlo
Los centros comerciales y la burbuja inmobiliaria se alzaron como fuertes enemigos del cine al aire libre
Volver de la playa, ducharse y vestirse de corto, pero con una chaqueta, por si refresca. Pipas, bocadillo y una lata que no falten. Para los más sibaritas, un cojín también puede ser un acierto. Revisamos las pesetas que divagan por nuestra cartera y listo: ya podemos ponernos en la fila para entrar al cine de verano. Si cambiamos pesetas por euros, el tiempo ha pasado pero el sistema es casi gemelo. Eso sí, donde hace 50 años acudíamos sin miramientos a comprar nuestras entradas, puede que ahora nos encontráramos más de un candado echado o algún inmueble que poco tendría que ver con el séptimo arte, si acaso con otro de la famosa enumeración, la arquitectura.
Y es que el destino, la globalización, la crisis o quizá el esplendor – lo cierto es que es complejo elegir un único motivo – ha querido que el papel del cine haya sido uno de los más cambiantes a lo largo de las décadas. Poco o nada queda de aquella sensación de esperar a que tu sala más cercana colgara el cartel de la película que tanto ansiabas ver para poder saciar tus ganas. Ahora la mágica palabra ´inmediatez´ nos lleva a ver esa película casi antes de que se haya estrenado de forma oficial. El pirateo, las descargas y las tan en boga plataformas de contenido digital como Netflix o HBO han dado un giro a la forma de consumir filmes. Por eso, encontrar un cine de verano aún en funcionamiento dentro de nuestra Región es como descubrir un tesoro de los que ya pocos quedan.
Náufragos y supervivientes
El Cine Sirena de Mar de Cristal, el Cine La Manga, el Acapulco de Lo Pagán o el de La Ribera ya han empezado a refrescar las noches de vecinos y turistas con películas como Gru 3. Mi villano favorito o Los Pitufos, además de otras para aquellos a los que no les va tanto la animación, como Wonderwoman o La momia. Sin embargo, hay localidades que no corren la misma suerte y que han visto desaparecer a lo largo de los años una parte importante de su idiosincrasia: los cines de verano.
«Se ha perdido una sana costumbre», afirma contundente Pablo Galindo. Él es cronista oficial de Los Alcázares y se muestra abatido con la idea de que su municipio ya no cuente con una de esas míticas salas al aire libre donde tantos veraneantes pasaban las horas con tan solo la luz de una pantalla y de las estrellas. Por el Cine Rex, que según comenta, tuvo sus inicios en época de posguerra, debieron pasar miles de cinéfilos y otros tantos que simplemente buscaban un entretenimiento distinto al parchís y a las cartas. «Era propiedad de una familia cartagenera», rememora. «A él lo llamaban Fernando ´El Lechero´, y tuvo éxito durante más de 50 años, pero luego llegó un proyecto de construcción por parte de una inmobiliaria que levantó un hotel».
La burbuja urbanística fue precisamente ese germen que se coló entre las paredes de varias de estas terrazas que consumían celuloide y vendían felicidad en pases dobles. Destino similar le deparaba a su cine limítrofe, el de Los Narejos, o a aquel llamado Autocine Mar Menor, que tuvo su inauguración con la entrada al milenio pero que solo sobrevivió hasta su décimo aniversario. Antonio Ruiz lo regentaba en su momento y culpa a los grandes centros comerciales del cierre. «Cuando aparecieron Las Velas y el Dos Mares, la demanda se desvió hacia ellos», explica algo derrotado. En su local había capacidad para unos 300 coches y se emitían dos películas al día entre junio y septiembre. Define la programación que emitían como «bastante polivalente», pero afirma que «ahora ya no puede ser rentable, no se puede competir contra las multisalas», aunque declara que el cine está pasando «una muy mala época» y atribuye la situación a los elevados precios de las entradas: «A la gente le gusta el cine, pero no se lo puede costear». No descarta que «cuando los cines de verano acaben por extinguirse», quizá pruebe a recuperar su autocine y aquellas veladas de películas al aire libre mientras los aviones del aeropuerto de San Javier sobrevolaban la zona y probablemente distraían a más de uno imaginando otras historias, quizá más reales que las que corrían delante de sus ojos.
Tras la pantalla, el Mar Menor
Como respuesta a una actividad de ocio que el público demanda, la Consejería de Turismo, Cultura y Medio Ambiente ha preparado para los meses de julio y agosto un total de 28 proyecciones junto al mar. Dentro del ciclo ´MiMarMenor de Cine´, encontramos una programación para todas las edades entre la que destacan obras de Disney y otras películas infantiles, además de clásicos como La historia interminable, El mago de Oz, Casablanca o Una noche en la ópera.
La iniciativa ya se ha puesto en marcha y durante este verano recorrerá playas de Los Urrutias, San Pedro del Pinatar, Los Nietos, Los Alcázares, La Ribera, Mar de Cristal o La Manga. El programa ´MiMarMenor 3.33´, impulsado por el gobierno regional, integra otras actividades gastronómicas, musicales y de fomento de la lectura.
Fuente: http://www.laopiniondemurcia.es/ – Nuria Guerrero