CIUDAD REAL CELEBRABA EL DÍA DE “TODOS LOS SANTOS “ PERO EN 1834 POR ORDEN GUBERNATIVA DE LA PROVINCIA DE LA MANCHA, SE LE ORDENABA QUE DE MODO URGENTE DEBÍA HABILITAR YA SU CAMPOSANTO EN ESE MISMO AÑO
Oct 30 2024

POR JOSE MARÍA GOLDEROS VICARIO, CRONISTA OFICIAL DE GRIÑÓN (MADRID).

El cementerio, levantado en Ciudad Real en colaboración de su municipio y de las tres parroquias, ya que hasta 1834, los enterramientos se verificaban en los pequeños cementerios parroquiales. Esta conmemoración dedicada a los difuntos, fue disposición del papa Gregorio IV, que Introdujo en el calendario romano la fiesta de Todos los Santos, que está en el principio de la fiesta de su nombre.

En nuestra patria muchas familias apegadas a las tradiciones, se reunían en los cementerios, tal como hoy, para hacer una visita ante la tumba de sus seres queridos, para ofrecerles una oración y el presente de las tradicionales flores en forma de ramos, centros o coronas. Todos recordamos, al menos en este día a nuestros deudos, según señalaba el pensamiento del doctor Gregorio Marañón “nadie más muerto que el olvidado”.

El Día de Todos los Santos en nuestra ciudad, se define como la festividad en el que todos disfrutan también de las delicias gastronómicas tradicionales, tras la visita a sus difuntos en sus lugares de reposo eterno, sabemos cómo en tiempos de Felipe II, la curiosa tradición popular decía, “que comiendo una fritura de buñuelos o una castaña salvabas un alma del mismísimo Purgatorio”.

Aparte de este gracioso apunte, en siglos anteriores y durante la persecución de Diocleciano contra los cristianos, fue tan elevado el número de mártires que se vieron obligados a fijar la primera fecha escogida, que fue un 21 de febrero, luego trasladado al 13 de mayo por orden del papa Bonifacio IV. Finalmente fue el pontífice Gregorio IV el que la fijó definitivamente el día primero de noviembre del siglo IX. Durante siglos, el Día de Todos los Santos fue una jornada en la que en las numerosas localidades de España, tradicionalmente se podía degustar la gastronomía popular y tradicional de dichos lugares, tales como los huesos de santo. 

En Ciudad Real, otras delicias consumíamos junto a otros ricos productos populares, como castañas, nueces y paloduz o “palo dulce”, en venta en la misma puerta del nuestro camposanto. Y así, del día de Todos los Santos, damos a conocer algunas reseñas curiosas y de interés de esta festividad, entorno al Cementerio Municipal de nuestra capital. La historia señala; que el camposanto de nuestro municipio, debía levantarse en nuestra capital en las primeras décadas del siglo XIX, no obstante, los continuos retrasos causaron reiterados llamamientos del Gobierno Provincial de la Mancha. Este cementerio ciudarrealeño debía sustituir a los viejos camposantos parroquiales de Santa María del Prado, San Pedro Apóstol y Santiago.

 En mayo de 1818 ve la luz una Real cédula que permitía dar sepultura a religiosos en sus propios conventos. Esto llegó a afectar de lleno a nuestra ciudad, puesto que aquí constaban establecidos desde la fundación de Villa-Real, numerosos conventos y monasterios con cementerio propio todos ellos, donde ya se llevaban a cabo inhumaciones de sus respectivas comunidades de religiosos y religiosas y vecinos de privilegio .

En efecto, el 3 de abril de 1787 una Real Cédula del rey Carlos III, ordena que los cementerios del interior de villas y ciudades se ubiquen fuera de las poblaciones, aunque no será hasta 1804 cuando el ministro Godoy por medio de una circular dictaminaba la prohibición de enterrar en las iglesias. La distancia de cementerio a población debía de superar los dos kilómetros si la localidad sobrepasaba los 20.000 habitantes, el kilómetro si más de 5.000, y los 500 metros si la población no llegaba a esos metros de trayecto. Nuestra ciudad arrojaba la cantidad de 9.300 habitantes en la década de 1830-1840. Para entonces el Cementerio Municipal de Ciudad Real, ya permitía sepultar desde 1834, los restos mortales de sus vecinos, tal 

Así, los enterramientos que hubo en la antigüedad en la iglesia de Santa María del Prado (luego catedral), en su recoleto cementerio parroquial se consideraban suficiente para dar sepultura a los villarrealeños, debido a los escasos habitantes de nuestra ciudad de entonces (unos 8.000 antes de inaugurar el Camposanto municipal, en 1834.

La totalidad de los camposantos de parroquia de nuestra ciudad, se hallaban evidentemente en el exterior de los templos, junto a sus muros. En efecto, la iglesia de San Pedro disponía de escaso terreno, pero suficiente, ubicado en una porción de la calle Lanza, con vuelta a Dorada (hoy Ruiz Morote) hasta calle Ballesteros (luego General Rey). En el caso de la iglesia de Santiago, disponía para su camposanto, la parte posterior del templo, a lo largo de una porción de la calle la Estrella. En el templo catedralicio, fueron halladas sepulturas, durante unas obras en parte del viejo cementerio parroquial que rodeaba el ábside del templo y proseguía a lo largo de la calle del Prado, llegando a la esquina de Azucena para seguir hasta el pie de la torre, ocupando terrenos de edificaciones interiores del templo de Santa María. Para inhumaciones de religiosos y de títulos nobiliarios, etcétera, se disponía de las naves interiores, o en capillas y criptas de las iglesias y conventos, hasta la prohibición definitiva por la propia Iglesia y autoridades civiles. Desde la inauguración del Cementerio Municipal en 1834 y posteriores, las inhumaciones se llevarán a cabo solamente en el recito establecido aquí. Pero con la llegada de los obispos priores de las Órdenes Militares a nuestra ciudad, comenzaron a descansar para la eternidad, en la Santa Iglesia Basílica Catedral, siendo el primer sepultado en 1904.

FUENTE: EL CRONISTA

 

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