POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)

El precio o interés de las hipotecas depende de un algoritmo abstruso: el euríbor; a la fluctuación de esta tasa el banco añade un plus; si el euríbor, un suponer, es el tres por ciento, cobran el cuatro, y lo revisan cada año para calcular el cargo mensual a los prestatarios. Para cubrirse de esa fórmula aleatoria, en caso de inflación galopante, los consumidores impusieron las cláusulas techo, como tope a los intereses por si el euríbor se desmadraba, y cuando vino la deflación los bancos inventaron las cláusulas suelo, se blindaron para que no resultara gratis el préstamo en el caso de que el euríbor bajara más de la cuenta. Ahora, el Tribunal Europeo tumba esa cláusula suelo, obliga a los bancos a devolver la usura y por culpa de esa medida sufre la Bolsa y con ella los pequeños accionistas. Lo de siempre: si la piedra cae sobre el huevo: ¡pobre huevo! Si el huevo cae sobre la piedra: ¡pobre huevo!

Fuente: http://www.lne.es/