La llegada al trono granadino de Muhammad III, supuso una continuación de las acciones bélicas iniciadas por su padre y así con un gran ejército al mando del Sail al-Quzat, Hammin ben Abd al-Hagq ben Rahhu, cruzó las Depresiones Subbéticas y conquistó la villa y fortalezas de Bedmar, heroicamente defendidas por la Confederación de Andújar, la viuda del Señor de Bedmar, Dª. María Ximénez y los hijos de ésta, D. Juan Sánchez y D. Ximén Pérez, al tiempo que los hacía prisioneros y tomaba “otros castillos en derredor” (Cuadros, Chunguín, Santa Inés, Peña Marta,…). Los hechos pudieron ocurrir de esta manera romanceada: “Muhammad III cuando hubo organizado su Reino, tras su acceso al Trono Nazarí de Granada en 1302, y dado su carácter nada impetuoso, pero muy maduro, dada su edad -44 años-, decidió definir su política de Estado, consciente de que debía de fortalecer el reino, no ceder ante nada ni ante nadie, mostrarse fuerte con sus enemigos y sobre todo engrandecer Granada. Pero su principal problema era Castilla, por lo que hubo de deliberar con todos los miembros de su corte. De esa reunión salió la decisión de enfrentarse a Castilla, un reino, que en esos momentos no tenía la fuerza y el prestigio de antaño. Sólo unos meses después de ocupar el Trono buscó el lugar más propicio para atacar a los castellanos, a su mejor arraez y a la fuerza militar más preparada –(Los Combatientes de la Fe, venidos del Norte de África: Los Benimerines)- para llevar a efecto su empresa militar. Muhammad llamó a su sayj al-guza, su jefe para encargarle el ataque a la ciudad castellana de ALMANDHAR (Bedmar), una fortaleza fronteriza de Castilla con el Reino de Granada. Ahí daría su primera lección, su primer puñetazo encima de la mesa en la que se estaba jugando la partida de ajedrez diplomático y militar, de la que saldría la supremacía de una de las dos razas. Después de muchos años de retrocesos y derrotas tocaba a esta parte la iniciativa. Los ejércitos benimerines salieron desde Granada hacia los Puertos del Norte. Les acompañaban destacamentos de Caballería Granadina, expertos conocedores del terreno y de las defensas de las Fortalezas cristianas. Atravesaron las llanuras cercanas a Granada. A su izquierda quedó la fortaleza de Colomera, a su derecha el castillo de Piñar, recibieron información de sus destacamentos en el Torreón de Cardela, continuaron dejando a la izquierda los castillos de Montejicar, de Huelma y un amanecer se presentaron ante la fortaleza de Bedmar. Los Benimerines eran expertos en el asalto de las fortalezas. Y en Bedmar ni se les esperaba. Era una plaza mal defendida. En realidad sus habitantes vivían ajenos al peligro, disfrutando la plácida existencia de los pueblos del Sur de España. De buenas a primeras se encontraron cercados por un poderosísimo ejército. El ataque fue feroz. Los granadinos venían provistos de ingenios y máquinas de guerra que aplicaban a los muros hasta asaltarlos rápida y eficazmente. Como la defensa era escasa abrieron brechas y portillas y entraron a sangre y fuego matando a quien podía empuñar una espada o una lanza. Un asalto suponía matar a los defensores y apoderarse de todas las riquezas que existieran en las fortalezas. En Bedmar había tesoros de oro, de plata, joyas, telas lindas y tapices bordados en Oriente. Todo pasó a manos de los granadinos. ¿Y los habitantes de Bedmar, sus soldados, sus jóvenes, sus doncellas?. Seguramente estaban escondidos en las cuevas más recónditas o en rincones inverosímiles. ¡Les buscarían!. ¡Les llevarían esclavos a Granada! En un rincón del Castillo algún caballero granadino encontró un tesoro de valor incalculable. Acurrucados debajo de piedras, de sacos viejos y cacharros antiguos, muertos de miedo, aparecieron don Sancho Sánchez de Bedmar, Señor del Castillo, Juan Sánchez, su hijo y Gimén Pérez, su fiel servidor. Y sollozando, debajo de todos ellos, encontraron a una mujer de belleza increíble llamada doña María Jiménez. Era la esposa de don Sancho y madre de su hijo. Pero nadie lo diría. Su juventud y belleza le hacían parecer una doncella. Con todo, por los grupos de asaltantes se fue extendiendo el rumor de que habían capturado a una mujer de gran belleza y que sería llevada a Granada como presente para el rey Muhammad. En las descripciones del tercer rey nazarí se pueden leer sus poesías de amor, de deseo, relatando amores imposibles, no correspondidos y describiendo escenas de amor en las noches preciosas de Granada. Era, por tanto, un hombre enamoradizo. Seguramente un mujeriego empedernido que nos describe en bellas casidas unas escenas de amor muy bonitas: ¡Oh cuántas noches pasé bebiendo el vino de sus labios rojos! Fue un rey desdichado, como veremos a continuación, al ver a su amada en brazos de otro y sufrir en silencio: Oculté mi dolencia a la vista de los hombres pero se hizo evidente mi amor, después de haber estado oculto. Ahora he perdido su unión, sin haber faltado a un pacto, al que temo que ella si haya faltado. Y es que Muhammad era un hombre sediento de amor y bastante convencional. Tenemos delante a un Rey Nazarí implorando ser correspondido en el amor. El tópico lo retrata en harenes inmensos y a las huríes eternamente complacientes con sus dueños. Pues no es así en este caso. De esa expedición vuelven victoriosos, cargados de inmenso y rico botín en oro, joyas, telas riquísimas. En el centro de la expedición viene un carro que han capturado en Bedmar. Montada en el carro entra en Granada la noble y bella Señora, rodeada de otras doncellas tomadas también como esclavas. La conmoción en Granada fue inmensa. El pueblo sentía una satisfacción enorme. Los soldados volvían victoriosos de la primera acción de guerra emprendida por su Rey, nada menos que contra Castilla. Y encima, además de todo eso, cargados de riquezas, botín inimaginable en otras expediciones. Y por si esto fuera poco traían una bellísima y noble esclava cristiana. Imposible imaginar en tan poco tiempo de reinado. Para un noble musulmán era un lujo disponer de una esclava cristiana. Sólo muy pocos y en muy contadas ocasiones pudieron darse ese gustazo. Y en todos los casos, lejos de ultrajarla, intentaban su conquista con una galantería propia de otros tiempos. Este hecho colmó de gloria a Muhammad por dos razones. Por haber vencido a los castellanos y por disponer de una noble esclava cristiana, que como es natural se dispuso a conquistar. El caso es que le gustaba. Los Benimerines se apresuraron a notificar a su Emir, que estaba en Fez, la nueva de su expedición victoriosa y de la esclava que habían conducido a Granada. El africano no se lo pensó dos veces y envió mensajeros para pedir a Muhammad la esclava para sí. La petición no era una exigencia sino más bien un ruego encarecido. Deseaba lucirla por los Palacios de Fez para que sus nobles conocieran su poder. Muhammad se lo pensó detenidamente. Era un perdido enamoradizo, como ya hemos visto, y estaba loco por ella. La deseaba ardientemente. Sin embargo no era un ser tan alocado como para anteponerla a cualquier cosa. Le repugnaba enviársela al sucio, despreciable Emir de los Benimerines. Sin embargo le convenía estar a bien con él. ¿Iba a enfrentarse a su aliado de conveniencia por el amor de una esclava cristiana? Verdaderamente eso era lo que le pedía el cuerpo pero no lo haría. El interés de su Reino le decía otra cosa. Días después con todo el dolor de su alma, envió la esclava a la Corte del Emir africano. E inmediatamente se olvidó de amores imposibles y se dedicó a lo práctico que para el caso era hacer la guerra» [TROYANO VIEDMA, José Manuel. Bedmar. La fuerza, la dignidad y la fe de un pueblo. Jaén/Granada, 1994. P. 49. BUENO GARCÍA, Francisco. Los Reyes de la Alhambra. Entre la Historia y la Leyenda. Granada, 2004. Pp. 267-270]. La historia, sin embargo, nos dice que estos protagonistas de nuestro pueblo firmaron Cartas de Hermandad en defensa de los intereses andaluces: en 1282, D. Sancho Sánchez, marido de Dª. María Jiménez; en 1295, los hijos del Señor de Bedmar, D. Johan Sancho Sánchez y D. Ximén Pérez y en 1297, D. Juan Sánchez de Bedmar, los cuales no pudieron repeler el ataque antes descrito a las fortalezas y villa de Bedmar, al tiempo que encontraron la muerte en 1302, defendiendo los intereses castellanos y no pudiendo evitar el apresamiento de su madre, la heroína María Ximénez.
Tales conquistas se consolidaron diplomáticamente en 1304 por el Tratado de Córdoba, donde se reconocía la autoridad de Castilla sobre Tarifa y la de Granada sobre Alcaudete, Quesada, Bedmar, Cuadros y Chunguín, así como el vasallaje y el pago de parias en favor de Castilla y la firma de una tregua de siete años. Por tal motivo en una carta de Fernando IV al rey Jaime de Aragón, de diciembre de 1308 [ARCHIVO REAL DE LA CORONA DE ARAGÓN, Carta en pergamino nº 88 que fue publicada en Memorias de D. Fernando IV de Castilla, tomo II. Colección Diplomática. Madrid, 1860, pp. 623-625], en busca de una alianza, por la cual le hacía merced de la sexta parte de lo conquistado a Granada, aunque le advierte de que “en esta conquista que no entren los castiellos de yuso escriptos que fueron nuestros, los quales son estos: Quesada con sus términos et con sus pertinencias. Becmar con el val et los logares suyos. Alcaudete locorum et Arenas con sus términos”.
La conquista de Bedmar y Quesada puso en una difícil situación geoestratégica a las ciudades de Úbeda y Baeza y a los castillos de Jódar, Albanchez, Torres, Jimena y Garciez, por lo que no se puede considerar como un fracaso total la posterior firma del Tratado de 1309, tras la vuelta de Fernando IV a la confrontación bélica con Granada poniendo cerco a la ciudad de Algeciras. Con ese Tratado, que sería ratificado en Sevilla el 26/III/1310, y de acuerdo con la cláusula 70, “Granada devuelve a Castilla los castillos de Quesada, Bedmar y otros castillos más pequeños como Cuadros, Chunguín y Toya, así como el pago de 50.000 doblas, que habían de ser entregadas en dos plazos”, a pesar de que la toma de Algeciras le hubiese reportado un mayor éxito a Fernando IV Un poco antes de la muerte de este rey, ocurrida en 1312, consiguieron también los castellanos recuperar la villa perdida a finales del siglo XIII, es decir, Alcaudete, donde tuvo una gran participación Johan Eudón Cepero, quien “sirvió al rey don Fernando en la conquista de Cuadros (Bedmar) y ganó Alcaudete e Bedmar, muy fielmente”, con lo que la paz volvía de nuevo a la Frontera donde por esos años era Adelantado de la misma D. Juan Núñez de Lara. Dicho Escudo –originario de D. Juan Eudón Cepero de Quadros, tras la conquista del lugar- quedó conformado de esta manera: “Espada y dos llaves azules puestas en aspa sobre campo de plata”.
La villa de Bedmar, una vez recuperada de nuevo fue entregada por el rey a Garci Méndez de Sotomayor, uno de los herederos de D. Sancho Martínez de Bedmar y Jódar, aunque por poco tiempo, ya que en 1313 el Papa Cemente V, desde la ciudad francesa de Avignon, encargó, mediante la correspondiente Bula, a D. García, Maestre de la Orden de Santiago, la defensa de la zona, comenzando así el desarrollo de la Encomienda de Bedmar, bajo dicha Orden y la vida del concejo de la villa, recién recuperada para Castilla. Y así, en efecto, vemos como el primer documento en el que aparece el Recinto fortificado de Villavieja (Bedmar) con esta denominación cristiana, lo encontramos en un documento de junio de 1313, fecha en la que el Papa Clemente V, en una Bula de Comisión dada en Avignon (Francia), pidió ayuda económica para que la Orden de Santiago defendiese, frente al reino de Granada, entre otras, las villas y lugares de «Bedmar –Villavieja-, Quadros, Chausín y Peniamarta«, lugares que con mayor o menor dificultad van a permanecer en manos de Castilla hasta el triste día de la destrucción del lugar de Villa Vieja ocurrido en 1407. Una Bula, cuyo contenido es el que sigue: “Clemente Obispo, siervo de los siervos de Dios. A nuestro venerable hermano el Obispo de Burgos, salud y nuestra bendición apostólica. Nos fue presentada ante Nos una petición por parte de nuestro amado hijo García, Maestre de la Orden de Santiago, la cual contenía, que le fuese concedida la condición de Maestre por un tiempo prudencial y para los Hermanos de la dicha Orden, les fuese concedida una Sede Apostólica por Privilegio, una parte de las gestiones de las ayudas impuestas por la autoridad apostólica, las cuales sean sacadas de cualquier lugar, a saber que por medio de la Cámara Apostólica sean sacados diez malaquines y no dar nada más y que ellos tengan para pagar la anualidad y sus propias ayudas y de esta manera después de un período de tiempo razonable, ellos se acostumbrarían a pagar de vez en cuando todo lo relacionado con esto; no obstante los legados de la Sede Apostólica fijados de antemano por el propio Maestre y de este nudo obtienen la dirección y las ayudas para los Hermanos, los cuales se empeñaron en obtener por la fuerza no sólo un juicio razonable de los Hermanos, sino también su incomodidad; por todo ello fueron llamados “dicti sunt” por orden del Maestre García y su súplica fue presentada humildemente ante Nos, para que también el mismo Maestre y los Hermanos tiendan a la defensa de la ortodoxia de la fe y a la guarda de los christianos en aquellos lugares habitados de Estepa, de Benamejí, de Bedmar, de la Ossa, de Castil Seto, de Quadros, de Chansin, de V(P)eniamarta, de Segura, de Torres, de Fornos, de Siles, de Alvanchez, de la Puerta, de Cieza, de Caravaca, de Ceegín, de Canara, de Yeste, de Hornos, de Moratalla, de Priego, de Benatae y de Aledo y los Castillos que hasta ellos llegan y terminan en la frontera de los Sarracenos. Y por este motivo, para que sean mantenidos en nuestro poder y defendidos, se necesitan 200.000 maravedíes anualmente, fijado en orden por las guerras y por los peligros de los tiempos, sean mejor en los buenos tiempos y habiendo sido devueltas de forma sencilla y pobre, ellos mismos, deste modo, no se apoderen de la gestión de las pagas y de los subsidios y deste modo fuera digno de la Benevolencia Apostólica. Así pues no teniendo noticia cierta de lo anunciado por tu fraternidad, de la que nosotros obtenemos de los hijos y otros del señor el depósito especial, así pues nosotros damos y mandamos en nombre de la Carta Apostólica que si el Maestre y los Hermanos de ésta, obtienen una cuarta parte de los Privilegios anunciados y muestran tal cual los mismos Privilegios y que si las mismas administraciones, de este modo no se acostumbran a pagar otras ayudas, excepto si alrededor de un tiempo razonable y pasado este tiempo les solucionan estas otras ayudas antes anunciadas y de todas sus circunstancias, las cuales le fueron dirigidas hacia la misma fecha en forma de informes por las diligentes autoridades Apostólicas. Y todo el que de este modo fuera encontrado por la etimología o por tus cartas redactadas a Nos en escrito oficial y por lo que se refiere a tu sello en las cartas firmadas, las cuales continúan con la serie de éstas, lo que significando que tu te hagas cargo de todo, para que habiendo sido instruido por tu información sobre los hijos, sobre su plan, tengamos fuerza o poder para llevarlo a cabo. Dada en Avignón el dos de los idus de junio, en el octavo año de nuestro Pontificado” (1)
¡Felices Fiestas a todos y a todas os desea el Cronista Oficial de la Villa!
JOSÉ MANUEL TROYANO VIEDMA
CRONISTA OFICIAL DE BEDMAR (JAÉN)
NOTA:
(1) Avignón, 2/VI/1313. Bula de Comisión, escrita en latín por el Papa Clemente V, otorgándole a D. García, Maestre de la Orden de Santiago, el encargo de la defensa de la villa y jurisdicción de Bedmar y la constitución de una Encomienda de dicha Orden de Caballería en la zona. [En CHAVES, Bernabé. Apuntamiento legal sobre el dominio solar de la Orden de Santiago en todos sus pueblos. Madrid, 1740. Folio 194v].