POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Hace unos días Ignacio Jáuregui Figaredo publicaba una foto del COLEGIO o ESCUELAS CRISTIANAS de Colunga, institución docente surgida en 1908 como donación benéfica del matrimonio D. LUIS MONTOTO – Dª CONCEPCIÓN HERNÁNDEZ y dirigida desde su fundación por Hermanos de La Salle (Hermanos de la Doctrina Cristiana o «Baberos», como se les conocía popularmente).
Este Centro, con numeroso alumnado, cesó en su actividad docente-católica en 1946 cuando los «frailes», en imposibilidad de subsistencia, marcharon de Colunga y el Colegio pasó a ser de «carácter público» dirigido por Maestros Nacionales.
En el año 1971, durante la alcaldía de don Luis Alonso Pis, se creó un nuevo edificio en la zona de «Los Llanos», que sustituyó al donado por el Sr. Montoto.
Una de las lectoras de lo escrito por Ignacio Jáuregui recordaba en breves líneas lo MUCHO que la familia MONTOTO-HERNÄNDEZ había hecho por Colunga y lo POCO, por no decir NADA, que Colunga había agradecido su generosidad.
Cuando leí el comentario de esa lectora -perdonen mi sinceridad- «algo se revolvió en mi conciencia» al revivir la ingratitud que supuso para nuestro concejo el asesinato, en los mediados de agosto de 1936, a sangre fría y sin juicio alguno, de don TOMÁS MONTOTO RIVERO, hijo de don Luis y de su primera esposa doña Leocadia Rivero, alcalde de Colunga y diputado provincial.
Un asesinato realizado por gentes «de fuera» y muy sentido por los colungueses que desde aquel triste suceso rechazaron tal acción.
Podría contar muchas cosas al respecto, pero, por prudencia, debo mantener mi silencio porque no es este el momento ni el foro para juzgar actitudes, comportamientos y muertes injustificadas casi siempre motivadas por la envidia, el odio y la venganza.
Aquí y ahora, una vez más, demos lugar y hora al perdón y a los recuerdos que sueñan olvidos.
Fue don ARCADIO JOSÉ GONZÁLEZ GRANDA un periodista, escritor y poeta colungués, nacido en La Isla, cuyos padres se llamaron Laureano González y Elisa Granda (ella, maestra en esa localidad colunguesa). Fue director durante unos breves años de «El Progreso de Villaviciosa», colaborador en diversos periódicos regionales y nacionales, y autor de diversos poemarios entre los que sobresalen:
«Sueños gris y rosa» (Villaviciosa, 1924)
«La senda de los poemas» (Oviedo, 1932)
«Estampas de guerra» (1938)
«Laureles de España» (1938)
En el libro «Estampas de guerra» dedica el autor un soneto laudatorio al recuerdo de DON TOMÁS MONTOTO RIVERO que transcribo para ustedes. Se titula IN MEMORIAM.
«Fuiste bueno entre buenos, tu altruismo
dio templos de Cultura a las edades,
no hubo en ti vanidad ni vanidades,
tu soñar era luz y era optimismo.
Caridad, y nobleza, y cristianismo
eran tu siembra en campos y ciudades,
no sabías de odios ni maldades,
la Patria y Dios llenaban tu idealismo-
Y, no obstante, tu sabia ejecutoria,
sin que una mancha hallaran en tu historia,
la horda te inmoló bárbaramente.
Mas, no lloramos; tu, cual Nazareno
has sabido alcanzar el Santo Seno
al sufrir el martirio mansamente»
Pensaba terminar aquí mi comentario y dejar a su consideración los sentimientos que les despertara. Es momento de pensar en futuros basando nuestros ideales en «pasados» que no deben repetirse. Busquemos, como nos enseñó Rafael Alberti, los «ángeles buenos»
«Vino el que yo quería, el que yo llamaba.
No aquel que barre cielos sin defensas,
luceros sin cabañas,
lunas sin patria…
No aquel que a sus cabellos ató la muerte.
El que yo quería…
para, sin lastimarme,
cavar una ribera de luz dulce en mi pecho
y hacerme el alma navegable»