POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES – ARRIONDAS (ASTURIAS)
Qué duda cabe que la zarzuela “La Gran Vía” canta a la vida de una ciudad de Madrid donde la miseria aún convivía con una muy parecida picaresca a la típica de los años de transición que España había vivido entre el Renacimiento y el Barroco.
“La Gran Vía” -estrenada en Madrid el 2 de julio de 1886, junto con “La Verbena de la Paloma” y “La Revoltosa”- conforma la trilogía de las tres grandes piezas madrileñistas del conocido como “género chico”.
La recreación de la obra que esta noche hemos visto en la plaza Venancio Pando de Arriondas no se quedó corta en reforzar -ante el numeroso público presente- la alegría y la lectura entre líneas de cuestiones y situaciones en las que puede decirse que tampoco la distancia del Madrid de hace ciento treinta y siete años con el actual sea tan notoria, porque aquello de “quítate tú para ponerme yo” sigue tan vigente ayer como hoy.
Los rateros siguen haciendo su “agosto” diariamente en las calles de Madrid en la actualidad, con robos y timos de variados tipos; y digo Madrid por ser la más populosa ciudad española, aunque proporcionalmente pueda ocurrir lo mismo en cualquier lugar de la geografía de este país.
El buen humor (y algo de mala leche ) que alberga la obra han estado patentes a lo largo de lo hora que duró la representación.
Junto al siempre ponderado, muy detallista y meticuloso (afortunadamente) director musical Sergio Vázquez Castañón, ha trabajado un equipo artístico de excepción, con Alfredo Palomo en una muy apropiada, monumental y lograda recreación pictórica escenográfica, con la arquitectura propia para la misma tarima-escenario de Manolo Labra, o el imaginativo vestuario, en este caso de la mano de Herminia Ordiales (“Mini”).
La iluminación ha jugado un papel fundamental, pues conseguir el sol y la luz de la capital de España no es cosa fácil.
Los pequeños arreglos musicales del director han contribuido a dotar de mayor agilidad y garra al espectáculo, aunque haya habido algunos recortes en los números que han pasado desapercibidos, porque no estamos ni en el Teatro de la Zarzuela ni en el Teatro Real de Madrid, sino en una muy digna representación, como podría verse en el Teatro Campoamor.
Pocas zarzuelas como ésta recrean la luz, la alegría y la música, dentro de un reparto -diría yo- tan heterogéneo como compacto y cómplice, donde el concurso y la asistencia entre los dieciséis miembros del reparto y la prestigiosa Compañía Asturiana de Comedias, arropados todos por la Coral Polifónica y la Orquesta Clásica de Arriondas dieron al espectáculo musical un visionado esencialmente teatral y participativo.
Los personajes que encarnaron a los tres ratas y al comadrón acertaron “diciendo” sus respectivas jotas, porque -además de cantarlas- hay que darles la fuerza popular del ejercer vocal directo… y con sorna.
Por cierto que la “jota de las ratas” escandalizó al gran Friedrich Nietzsche cuando vio la representación en Turín, al constatar que se les había dedicado a unos bribones un número musical en esta zarzuela, toda una osadía, según dejó por escrito el famoso filósofo alemán.
Los protagonistas de las ocho calles madrileñas -incluido el “perro”- junto con los tres representantes de los barrios, el soldado y el comadrón, supieron estar a la altura de sus roles interpretativos.
Lidia, Jindama, la Fuente y un Paleto estuvieron a la altura que de ellas y de ellos se esperaba.
La siempre excelsa y soberbia mezzosoprano Bárbara Fuentes -tanto en sus roles de “La Menegilda”, “El Eliseo Madrileño”, como en la dirección de escena- ha vuelto a demostrar una vez más su maestría interpretativa y sus muchas “tablas”, desde una voz prodigiosa hasta en el garboso movimiento del mantón.
La soprano avilesina Vanessa del Riego -en su papel de doña Virtudes- borda su tango de tres minutos y medio “Pobres amas las que tienen que sufrir a esas truchas de criadas de servir…”, con una coloratura de voz envidiable.
El “Paseante en Corte” -Pedro Fernández en esta representación- guió con frescura su papel.
Francisco Sierra Fernández (graduado en Estudios Clásicos y Románicos, así como en Historia y Ciencias de la Música) es bien conocido en los medios musicales asturianos y le hemos visto en alguna representación operística en el ovetense Teatro Campoamor.
Francisco bordó su papel en esta zarzuela, metido totalmente en el personaje “Caballero de Gracia”.
Este barítono-bajo luarqués ofreció una interpretación dignísima, con una muy buena timbrada voz y diría que con una flexible y contagiosa capacidad emocional y dramática.
Los personajes son peculiares de por sí, puesto que varios protagonistas son las calles de Madrid, que temporalmente se convierten en personas para explicar sus opiniones en lo que se refiere a la construcción de la nueva vía, tan grande y tan rompedora.
De modo que cuando se estrenó esta zarzuela -en el último cuarto del siglo XIX- varios edificios del centro de Madrid se habían demolido para remodelar la zona en la que pasó a ocupar su espacio la Gran Vía.
Con esta excusa, los compositores Chueca y Valverde ponen en boca de los personajes las preocupaciones sociales y políticas del momento, siempre con un tono de humor no exento de crítica municipal.
Y así vamos escuchando cómo se describe el carácter y las ideas propias de cada calle, lanzando algún dardo que otro a los políticos de turno.
Muy significativa en esta recreación fue la intervención de la gijonesa y prestigiosa Compañía Asturiana de Comedias, con más de un siglo se experiencia a sus espaldas, maestra de las interpretaciones costumbristas asturianas
La Orquesta Clásica de Arriondas -como ya escribí en su último concierto en Arriondas, hace apenas dos semanas- ofreció un acompañamiento musical particularmente brillante.
Su “comunión” con las voces humanas -tanto individuales como corales- dejó muy buenas vibraciones, teniendo siempre presente que una interpretación de música clásica al aire libre pierde mucha sonoridad e impacto respecto a hacerlo en una sala sinfónica.
La Orquesta Clásica y la Coral Polifónica de Arriondas (que tanto ha crecido en cantidad y calidad) sellaron una interpretación más que solvente, ejemplar.
Como tras esta interpretación hay muchísimas horas de ensayos, trabajos de todo tipo, dedicación y entusiasmo, no queda más que agradecer a protagonistas, intérpretes, colaboradores y otros, su gran trabajo, como se hizo notar en los largos aplausos y plácemes generales.
Aplauso y congratulación especial para el Ilustrísimo Ayuntamiento de Parres porque sustenta y apoya económica y emocionalmente en su integridad iniciativas culturales tan encomiables como ésta.
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez