POR JOSÉ MARÍA SAN ROMÁN CUTANDA, CRONISTA OFICIAL DE LAYOS (TOLEDO).
No pocos de mis lectores recordarán ver a sus padres y a sus abuelos comprando hilos y botones en ‘La Favorita’ o en ‘Casa Montes’, tomar café bajo los frescos de Vera y en las mesas de mármol que había en el Café Español, celebrar comidas y cenas en el Hotel Lino o en el Granullaque, comerse unos buenos suizos de ‘Casa Telesforo’ o adquirir cordones y productos de jardinería en ‘Córdoba’. Todos estos comercios históricos han desaparecido como tal. Tan solo queda de ellos San Telesforo, pero en un local diferente y con un aspecto diferente al original.
Con la desaparición del comercio tradicional, Toledo y otras tantas ciudades españolas han perdido uno de los capítulos más importantes de su historia reciente. Sobre todo, porque el comercio tradicional, además de ser el más cercano al consumidor y el de más heroicidad empresarial, es un tesoro de recuerdos para quienes, de niños y mayores, acudían a aquellos lugares para realizar sus compras o celebrar sus momentos de ocio. Uno de los ejemplos más palmarios de que está desapareciendo el comercio tradicional son los cafés. En toda España se conservan diversos cafés históricos de gran tradición intelectual y social. Así por ejemplo, el café Novelty en Salamanca, el café Iruña en Pamplona o el café Gijón en Madrid. Otros, desaparecidos por desgracia, como nuestro Café Español en Toledo, el Café de Lion en Madrid o el Café Arriaga en Bilbao, son ejemplos de esos lugares de comercio tradicional histórico que bien merecen ser conservados como algo más que un mero negocio.
Tengo que decirles que Cataluña nos ha ganado en este aspecto al resto de España. Siempre pensado que los catalanes nos dan cien vueltas en aspectos jurídicos. Y esta es una de esas ocasiones. En fechas recientes, han modificado su ley de patrimonio cultural del año 1993 declarando el comercio tradicional como patrimonio cultural inmaterial. ¿Por qué es esta modificación legal un avance significativo? Muy sencillo: porque lo que hace es alejarse del criterio reduccionista de la mera conservación de la fachada o del interior y amplía el espectro de protección también al negocio que se desarrolla en ese local, de tal manera que queda protegido de cambios en ese negocio por otro más rentable y mucho menos significativo del lugar en el que se ejerce. Se pone a salvo, por tanto, el valor del lugar, pero también el del oficio y, con él, el de la identidad.
La fuente de la que he sacado esta noticia, eldiario.es, se ha puesto en contacto con algunos propietarios de negocios históricos. En concreto, me han encantado las declaraciones de Olga Urbez, propietaria de Gráficas Molero, fundada en 1888: «Somos parte de la identidad de la ciudad, a ver si conseguimos parar la desaparición». Y ojalá lo consigan, porque de lo contrario se generarán en los lugares históricos españoles una tendencia homogeneizadora en la que solo cabrán tiendas de chorradas que no sirven ni para imán de nevera. Y más ojalá todavía que Castilla-La Mancha se proponga esta idea y la lleve a término con la ayuda de los ayuntamientos, que le faciliten relaciones de los lugares históricos que aún siguen abiertos en sus respectivos municipios. Un adelanto interesante podría hacerse, por ejemplo, en la ciudad de Toledo con alguna ordenanza municipal o con algún tipo de reforma legal que proteja a estos establecimientos, así como con un estudio pormenorizado de su historia y su puesta en valor tanto por la concejalía de promoción económica como por la de cultura. Porque no olvidemos que la cultura no sólo está dentro, sino también fuera de los museos.
Buen ejemplo de que la cultura está mucho más allá de los centros culturales lo tenemos precisamente en Toledo en estas semanas de romerías. Ayer, sin ir más lejos, la romería de la Virgen del Valle volvió a celebrarse después de estos dos años sin la debida normalidad. Por cierto, que lamenté mucho ver que había mucha menos gente que otros años, muchos menos cofrades que otros años y mucha menos toledanidad que otros años, cuando se supone que debería haber más ilusión, más devoción y más toledanidad que nunca. La identidad…