POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Pues no se cómo enlazar mi historieta extremeña con esta otra asturiana, que conozco de «muy buena tinta».
¡Vamos allá!
Coria es una ciudad extremeña cercana a Plasencia en la que existe un puente de construcción romana, llamado «el puente viejo», bajo el cual, hace de esto siglos, pasaba el río Alagón. En el siglo XVII, como consecuencia del terremoto de Lisboa, el río cambió su curso y bajo el puente «nació el secano».
Los extremeños que no conocieron el suceso, al observar un puente sin río, dieron en llamar BOBO al personaje que diseñó tal construcción.
De ahí la conocida expresión «EL BOBO DE CORIA»; personaje que nada tiene que ver con el enano, bufón en la corte de Felipe IV, que pintó Velázquez.
«Ser más tonto que «el bobo de Coria» es, para algunos, expresión de simpleza y mentecatez; para otros, al contrario, oculta el proceder de aquellos que amparándose en una supuesta ignorancia, son maestros de «astucia y picardía».
Esto, al menos, es lo que opinan en Coria.
Y ahora, en viaje a Asturias.
Antaño era frecuente en el Principado aprovechar «todo lo aprovechable» en la matanza del cerdo. La salazón era el modo de conservar jamones, lacones, tocinos, huesos, costillares…, piezas estas últimas con destino de guisos y caldos.
Cuando ya en el siglo XIX se generalizó el consumo de patatas como alimento, los guisos de «patatas con…» eran poco menos que «plato de a diario», siendo el más humilde el conocido como PATATAS VIUDAS que, salvo el aporte del sofrito, se acompañaban CON NADA.
Volvamos a Coria.
Pues allí conocí un plato muy típico -así me lo aseguraron- de esa comarca que es el que llaman PATATAS DEL PASTOR y, también, PATATAS AL BUEN PASTOR.
¿Y en qué consiste?
Pues sencillamente en una guiso de patatas con costilla fresca de cerdo (ibérico, por supuesto).
Y ahora, de nuevo Asturias.
Érase una familia humilde y la esposa había preparado para comer un guiso de patatas de costilla de cerdo previamente desalada.
Un guiso sencillo, sabroso y tentador. Comió el padre, que tenía que ir a trabajar, y cuando, después, uno de los hijos vio que en su plato solamente había patatas, pero no costilla, e intentó «reclamar el compango», obtuvo esta respuesta: «¡Comi patatines, monu, comi patatines; que la carne comióla papa».
Respuesta astuta con un si es no es de picardía. No la mejora ni el más espabilado «bobo de Coria».
Pues, señoras y señores, ese fue mi plato de hoy.
En una olla rápida poché en aceite una cebolla y medio pimiento rojo; ya en su punto agregué 300 g de costilla de ternera y 200 g de costilla de cerdo, y rehogué bien. Bañé con un buen chorro de brandy, cerré la olla y… ¡a cocer!
Ya la carne blanda, sumé unos 400 g de patatas troceadas en pequeño, agua, sal y pimentón.
Y a cocer de nuevo hasta que las patatas estuviesen blandas, pero no deshechas.
Acompañé con unos pimientos de Padrón, de los que «unos pican e outros, non».
Al finalizar la comida, sintiéndome astuto como el de Coria, exclamé: » ¡Esto no lo probaron nuestros reyes en el palacio de «Buquinján» con la reina Isabel y con el duque consorte!».
Creo que acerté.