POR JOSE ANTONIO AGÚNDEZ GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE MALPARTIDA DE CÁCERES (CÁCERES).
Hoy he vuelto a visitar dos lugares que conocí hace muchos años, casi 45, y ahí siguen, cautivadores y eternos. El río Piedra, en el municipio zaragozano de Nuévalos, cercano a Calatayud, forma todo un magnífico parque natural al pasar junto a un monasterio cisterciense – de ahí que al sitio se le llame Monasterio de Piedra.
Un lugar mágico donde el agua brota por doquier formando bellísimas cascadas, chorreras, riachuelos y lagos, un lugar de grutas y formaciones karsticas repleto de exuberante vegetación. En fín, un vergel idóneo donde pasear, regalar a los ojos, hacer más llevaderas algunas sofocante horas del verano y fijar en el objetivo decenas de fotos. Agua y piedra.
Y finalmente recalamos en el guadalajareño pueblo de Alcolea del Pinar, donde hace más de un siglo, en 1907, un pobre hombre desahuciado, cargado de hijos, emprendió la tarea de construir para su familia una casa con lo único que le habían dado: una peña y diez pesetas.
De esta manera, Lino Bueno -que así se llamaba aquel humilde trabajador- a costa de horas, pico y cincel, supo excavar en la roca a lo largo de 21 años su propia vivienda. Sí, fue Lino durante muchos años el hazmerreír del pueblo, pero sólo su férrea voluntad, su tesón y su esfuerzo consiguieron al final ver culminada su obra y que se reconociera su trabajo, que su casa fuera visitada por Reyes y Presidentes y que si por algo se conoce aquel pueblo es por la Casa de Piedra de Lino Bueno. Voluntad y perseverancia tan firmes como la roca. Salvando las distancias, de algo me suenan tan pétreas historias.