POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)
La verdad es que, desde mi reducido campo de visión, tengo la impresión de que lo que llevamos de este atípico mes de agosto ha sido, a nivel local, bastante plano, sin noticias de importancia ni el aliciente que venían suponiendo las fiestas y romerías, como las tradicionales que se celebraban en honor de San Bartolo, patrón de la parroquia, por poner un ejemplo.
Pasamos, por tanto, a dejar constancia de las personas que nos han dejado en este tiempo, y así, el martes 11, en el domicilio que la familia posee en Ceceda, finaba Conchita Sanz Moliner, a los 92 años. Conchita era viuda de Álvaro Fernández-Vega Diego, con el que tuvo la siguiente descendencia; Álvaro, Lucía, Beatriz, Javier, Mónica y Juan. Como es bien conocido, su marido, Álvaro, era miembro de la familia de prestigiosos oftalmólogos que se inició con Adolfo Fernández Vega (1856-1936), continuó con su hijo, Luis Fernández-Vega Valvidares (1890-1980) y siguió con sus nietos, los hermanos Luis Fernández-Vega Diego (1923-2010), y el citado Álvaro Fernández-Vega Diego (1924-2016), que fueron precisamente los fundadores, en 1997, del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, ubicado en Oviedo, centro que goza de bien ganado prestigio en su especialidad tanto en el ámbito nacional como en el internacional, y que en la actualidad está a cargo de la cuarta y quinta generación de la familia Fernández-Vega. Por otra parte, y como es también sabido, Luis y Álvaro tuvieron un hermano, Manuel, doctor otorrino en Madrid, y una hermana, Elena (1921-1993), que fue esposa de Sabino Fernández Campo. Como lo es que Conchita, la mujer de Álvaro, era hermana de María Teresa, la mujer de Luis.
Y otro martes, el 18, finaba en San Claudio Ángel Torga Canteli, a los 81 años. Ángel, que estaba casado con Antonia López López, con la que tuvo dos hijos, Ángel y María Dolores, había nacido en El Rebollal, Nava, y emigrado a Suiza, donde trabajo varios años, regentando, en la actualidad, la empresa Almacenes Loas S. A., en San Claudio.
Por último, en este tiempo inestable que nos ha tocado, uno percibe la preocupación de la gente por la tendencia a crecer que presenta la pandemia en los últimos días, máxime cuando en septiembre debería iniciarse, en cierto modo, una vuelta razonable a la normalidad, cosa que los últimos datos parecen poner en cuestión. En definitiva, estamos en un compás de espera ante un tiempo próximo que se presenta incierto, y en el que todo es posible. Que la suerte nos acompañe.
Apuntes. Agosto, 16. Caminando temprano entre la niebla, las telarañas que cruzaban el camino se me pegaban a la cara, mientras de vez en cuando, desde los árboles, caía sobre mi cabeza, en forma de gota gorda, el rocío condensado de la noche.
Publicado en La Nueva España. Martes, 1 de septiembre 2020, página 8