Con el título “El testamento del abad don Antonio Pimentel Ponce de León, tercero profeso franciscano, y otros datos para su biografía” aparece publicado en las Actas recientemente editadas en homenaje a José Bolívar Gómez de Urda (Ayuntamiento de Alcalá la Real, Jaén 2016, con un total de 288 páginas), el artículo referido, junto a 20 contribuciones más.
Poco a poco los estudios sobre los abades alcalaínos van proliferando, complementándose los datos y testimonios de la Historia de la Abadía de Alcalá la Real, de Diego Garrido Espinosa de los Monteros, cuya edición debemos a Francisco Toro Ceballos y Domingo Murcia Rosales, punto de partida imprescindible para abordarlos. Nosotros mismos ya hemos aportado a lo largo de estas Jornadas, hasta el presente se han celebrado siete, algunos de ellos, línea de investigación que hace tiempo abrimos y en cuyo trazado continuamos.
La biografía del abad don Antonio Pimentel Ponce de León es escasa e insuficiente, así como la bibliografía al respecto. En la Historia de la Abadía, su autor despacha a este abad que hace el número 22 del abadologio con apenas dos páginas, sin indicar el lugar de su naturaleza, su formación y los cargos eclesiásticos de los que disfrutó en vida además del más cualificado, el de abad, que lo recoge en forma sucinta aunque con algún error e inexactitud cronológica, como la de la fecha de su fallecimiento. Nos ha parecido por ello oportuno completar algunas notas de esta figura, para detenernos en el análisis de su última disposición testamentaria, perdida originariamente, aunque ahora localizada, y en el pormenor de su sepultura en la iglesia del antiguo convento de San Francisco de la villa de Priego, junto a la capilla del Venerable Orden Tercero de Penitencia a la que perteneció el finado.
La comunicación desvela todas estas incógnitas y pormenoriza en los apartados correspondientes a su genealogía (hijo natural de don Claudio Pimentel Ponce de León, a su vez hijo legítimo del IX conde de Benavente), y heráldica, ausente por cierto en el túmulo existente en la iglesia conventual de san Francisco de Priego de Córdoba. Una escueta piedra en mármol negro con el báculo y capelo del abad sella la tumba de don Antonio Pimentel. Tal vez por su origen ilegítimo el abad no usara de esta distinción familiar a la que por consanguinidad tenía derecho, y que en prueba de su merecimiento reproducimos en este texto, extraído de la Historia del linaje. Panegírico de la Casa de Pimentel escrito por el cordobés Domingo de Ascargorta, secretario y contador de los conde-duque de Benavente, señores de Herrera, que se expone en una de las vitrinas existentes en el Archivo Histórico Nacional (Sección Nobleza) del Palacio Tavera de la ciudad de Toledo.
Pero quizás también lo novedoso de este trabajo se centra en la reproducción textual del testamento del abad otorgado en Priego, el 6 de febrero de 1697, ante Eulogio de Valenzuela y Molina, escribano del número de la misma, cuyo original no existe por la desaparición del protocolo originario, si bien la copia conservada en el Archivo Histórico Nacional es un vivero de noticias, polarizadas a raíz de los últimos días de su vida.
Nos llaman la atención, en cierta forma justificada, la ausencia de mención alguna a los progenitores en su testamento. También la falta de referencias a su vida intelectual, que se presume cualificada dada su formación y trayectoria profesional. Lo mismo se podría añadir respecto a las capellanías que proveyó.
Finalmente el trabajo recoge las vicisitudes del conflictivo depósito del cadáver del abad en el convento de San Francisco de Priego, ya que los frailes se negaron a recibirlo por la existencia de cierta confrontación que sostenían en torno a sepulturas en su templo con la iglesia parroquial de la misma población. Como sucedió con otros prelados, por ejemplo el del obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce de Jaén que estuvo insepulto durante 471 años por desacuerdo entre el cabildo de la catedral de Jaén y la familia del purpurado, el cadáver de don Antonio Pimentel no estuvo ajeno a la peripecia de su definitivo destino. Ello determinó la prosecución de un pleito de competencias por los religiosos del convento, que se siguió ante el doctor don Francisco del Baño Montañés, canónigo de la catedral de Córdoba y juez conservador apostólico de los conventos franciscanos de la provincia de Granada, y que concluyó en 11 de julio de 1698 ordenando la sepultura en el templo conventual. Fue motivo para remover la voluntad del los religiosos que se resistían a cumplir la disposición testamentaria del abad, cuyo cadáver estaba depositado en la iglesia parroquial de Priego por orden del cabildo en sede vacante de la abadía, y no por los otorgantes que eran los beneficiados de la iglesia mayor, el haber comisionado el juez conservador al padre prior de santo Domingo del convento de Baena para que los declarase excomulgados, acudiendo por ello al nuncio de Su Santidad en España, que confirmó el traslado del cadáver.
Hoy la tumba del abad la recuerda una pequeña lápida empotrada un siglo después en uno de los muros del altar dedicado a la Venerable Orden Tercera de Penitencia de Nuestro Padre San Francisco, en la iglesia conventual de su nombre en la ciudad de Priego. Las fuentes documentales del Venerable Orden Tercero de la villa de Priego relatan que para la nueva exhumación se practicó una procesión fúnebre que partió de la iglesia parroquial y concluyó en el convento de San Francisco, en donde recibió definitiva sepultura.
No menor dificultad hubo en la adjudicación de algunas mandas testamentarias, y en particular las hechas al convento de San Pedro de la villa de Priego.
El trabajo enumera asimismo algunas de las fundaciones de abad en las villas de Priego y Carcabuey, como la promoción de los rosarios públicos de las Hermandades fundadas por él, de Nuestra Señora de las Mercedes (1692) y del Rosario de la Aurora (1695), al haber sido testigo presencial de los rosarios públicos sevillanos, en cuya capital residió desde el año 1667 al de 1691, así como la del oratorio de San Felipe Neri en Carcabuey en el mismo año 1692 y la de la ermita de la Santa Cruz en el Castellar en término de Priego en 22 de enero de 1695.
Finalmente el trabajo publicado hace referencia a la particular relación entre el abad y el franciscano fray Diego de Ortega, arzobispo de Estaurópoli. Nos han llamado la atención algunas noticias relativas a la amistad entre don Antonio Pimentel Ponce de León y fray Diego de Ortega, arzobispo de Estaurópolis, (ciudad de la Cruz) la antigua Afrodisias griega, en Carias (Turquía), a unos 230 km. al sureste de Esmirna y próxima a la actual aldea de Geyre. Lo cierto es que con anterioridad el abad ya había traído a éste a Priego con el cometido de hacer confirmaciones, villa en la que falleció algunos años después que su mentor, según consta en la partida del Libro de Defunciones del Archivo Parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción. Desgraciadamente no se conserva entre los protocolos locales el testamento que otorgó, pero sí se sabe que se enterró en el convento o en la iglesia de los franciscanos observantes.