POR ÓSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CRONISTA DE LAGOS DE MORENO, JALISCO (MÉXICO)

Muy señora mía: muy contrario a lo que se debería suponer, os confieso que, a pesar de mis antecedentes exploratorios, hoy me siento verdaderamente desorientado; me explico:

Enterado estoy del retiro de ese monumento que en vuestra patria realizaron a la memoria, de quien ni por asomo, osó profanar con su planta, convirtiéndome de pronto en su extraño enemigo. Mi desorientación versa en el sentido de que no sé si agradecer por el resguardo o alarmarme por su retiro definitivo, más aún cuando cargaron también con las de los frailes Juan Pérez de Marchena, Diego de Deza y peor aún, con la de Pedro de Gante y Bartolomé de las Casas, protectores de los indios a los que insinuiáis defender.

En lo personal, el monumento no tenía razón de ser sino por razones culturales, bien sabéis que gracias a mi fe y porfía se dio lo que para mí sí fue un descubrimiento, falaz, pero descubrimiento al fin, aunque como el marido ofendido, fui el último en enterarme de mi verdadero destino, motivo por el que sigo sufriendo incontables humillaciones y burlas, principalmente del vago de Vespucio, quien por medio de cartas y loas para sus amos florentinos birló mi nombre al continente. Así como algún día puse un huevo sobre una mesa para demostrar la redondez de la tierra, diga a quien le pastorea ponga ambos para reconocer las verdades del pasado, sin importar que le incomoden.

En torno a vuestra reinvención de la historia habéis dicho: “la calle de Puente de Alvarado, cuando Alvarado fue uno de los principales, ¿cómo lo podemos decir?, que generó esta terrible masacre de los mexicas en el Templo Mayor”. Sepa vuestra merced que las carcajadas del extremeño se escucharon por todos los planos siderales; de gilipollas no le bajó retándole a que cambie también el nombre al Puerto de Alvarado en donde se sabe bien representado en el decir, o bien en Perote, en donde se perpetúa su nombre, Pedrote o Perote, como le llamaba la tropa, porque los indios llamaban Tonatiuh a ese bárbaro conquistador dado su cabello iridiscente y elevada estatura, gran salvaje a quien se recuerda, si bien sin alabanzas.

Evite hablar de inocentes víctimas, -en Tlalpam bien se le recuerda- y menos aun de corrupción -cómo lo podemos decir-, antes divorciada que falta de hueso…

Por lo pronto, si su afán es censurarnos, sepa que cada día que pasemos en la sombra, tras aparentes trabajos de restauración -a decir verdad, le hacen más falta a vos-, quedará en evidencia su falta de cultura y sometimiento en función de quien habiendo doblegado a los poderes legislativo y judicial ahora trata de cambiar la historia, como lo trataron de hacer ya dictadores oscurantistas de otros tiempos, lo que creíamos ya superado, todo ello con funestas consecuencias.

Sea para bien: Cristóforo