POR OSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CRONISTA OFICIAL DE LAGOS DE MORENO (MÉXICO).
Muy señor mío, ante todo mis respetos para la persona que hoy ocupa el puesto de primer mandatario de la nación, lo que se entiende como el que obedece, no como el que manda.
No pretendo incomodarle ni que me acometa por haber servido a mi patria con obras arquitectónicas ordenadas por don Porfirio -mismas que aún persisten-, sino explicarle, a ver si me entiende, en la medida de nuestras mutuas posibilidades.
Luego de varios proyectos frustrados a través del tiempo, se me encomendó la obra representativa de la Primera Transformación de México: sí, del Movimiento de Independencia.
Proyecté e hice contener en ella a los personajes y nombres de aquellos que le dieron cuerpo, participantes en conspiraciones, en el Grito de Dolores y la Guerra de Independencia, en el Congreso y la Constitución de Apatzingán, el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba hasta dar forma a la Constitución de 1824.
Sabrá usted que hubo una Segunda Transformación por medio de la leyes que fueron conocidas por los apellidos de Juárez, Lerdo, Iglesias y Lafragua, mismas que dieron como consecuencia la Constitución del 57 que a su vez provocó la Guerra de Tres Años, las Leyes de Reforma, la Intervención Francesa y el Segundo Imperio de los que México emergió triunfante por medio de la llamada Restauración de la República. Por cierto, me comentó Juárez que él siendo indígena, no tardó diez años en hacer su carrera ni anduvo dando lástimas pregonando el promedio con el que usted se justifica, todo por haber sido pobre.
Vuelvo a lo nuestro; el monumento lo inicié en 1902 y fue inaugurado el 16 de septiembre de 1910, siete años antes de que México diera refugio a su abuelo proveniente de Cantabria y de que llegara también la abuela de la No Primera Dama con orígenes que se pierden entre Alemania y Chile, y digo lo anterior para que no me vayan a querer dar clases de historia.
Dos meses después de la inauguración del monumento, llegó la Tercera Transformación, misma que orilló a la renuncia de Porfirio Díaz, a los Tratados de Ciudad Juárez, al ascenso de Madero, al Plan de Guadalupe, a la Convención de Aguascalientes y a la Constitución del 17.
Presume usted de una Cuarta Transformación que carece de cualquier sustento como las anteriores tres; solamente le veo comparable a cualquiera de ellas por el número de mexicanos muertos, producto de la ineficiencia en el combate al crimen organizado y de la pandemia de la que no le culpo, aunque sí de su mal manejo.
Regresando a mi obra, sepa que me propuse hacer la columna rematada con un ángel revestido en hoja de oro. Su base la sembré con esculturas de los principales héroes de aquella lucha, aunque contiene también un par de apotegmas que probablemente usted ignora.
El primero es el geniecillo que conduce a un león por medio de una guirnalda de flores; esto simboliza al gobernante que por medio de la inteligencia conduce al pueblo en mansedumbre, aunque poderoso y capaz de despertar a sus apetitos feroces e incontrolables si es que se le hacen cosquillas en los huevos, para hablar coloquialmente, como tanto aplaude que lo hagan sus amigos que piensan que eso es hacer política.
El segundo apotegma está representado por cuatro figuras sedentes -o sea, sentadas- alrededor de la columna, mismas que representan el equilibro que se logra con la aplicación de LA LEY, LA JUSTICIA y LA PAZ con lo que se evita LA GUERRA.
Y aquí el motivo de mi carta: ha trascendido su ocurrencia por estos confines de que LA JUSTICIA DEBE ESTAR POR ENCIMA DE LA LEY. Creo que la justicia se aplica para hacer cumplir la ley que el soberano congreso que da voz al pueblo, ha dictado anteriormente.
Le aclaro que no suelo pelear por medio de un medium, por lo que solamente sugiero evite romper ese frágil equilibrio; desde acá estoy viendo a mi león con cosquillas en las corvas; sígale y se lo suelto.
Atentamente: Rivas Mercado