De: MINERVA

Para: EL CARNAL MARCHELLO

Soy la diosa de la sabiduría y de las artes. Aunque no suelo escribir cartas a los mortales, haré una excepción solamente por haber incluido el legendario nombre de OLIVOS para la estación que hoy tanto alboroto causa en la ciudad que gobernaste, es por ello que desde el Olimpo trato de protegerte, pero deja te cuento el chisme: peleaba yo, conocida por los griegos como Atenea, contra Poseidón por la preminencia en promisoria tierra con cara al mar; fue tanto el escándalo que Zeus hizo que fueran los pinches mortales quienes decidieran por el patronato del lugar. Soberbio y pagado de sí mismo Poseidón dio un golpe sobre la roca marina con su tridente surgiendo el caballo, prometiendo luego que con el cuaco el hombre poseería capacidad de desplazamiento y fuerza para lograr conquistas, poder y riquezas por insospechados contornos. Enseguida tomé mi lanza y golpeé sobre esa sagrada tierra de la que surgió un olivo cargado de aceituna; expliqué que con aquellos frutos se acabarían las épocas de hambre dado que podían encurtirse con agua salada que es lo que les sobraba; prensándoles tendrían aceite para aderezar su comida, menos frío y alargar sus jornadas alumbrando con el mismo, por lo que no sería necesaria la violencia ni el desplazamiento, fortaleciendo los cimientos del hogar y la familia que daría paso a la democracia. Las parejas votaron así por el olivo quedando el nombre de Atenas, para aquella ciudad que de vez en cuando es asolada por el vengativo Poseidón que no perdona aún la afrenta.

Disculpa si te he mareado con tanto cuento Carnal, pero creo que las cosas no se te dan con los Tlahuicas. Ya te quemaron vivos unos policías hace algunos años y ahora se te cae la estructura en los olivos junto con tu panorama político en lo que se dice mucho tuvo que ver tu ayudante Mario Delgadus que como descendiente de Caco, barrió hasta con la última moneda de aquellos contratos.

Sé que luego del accidente de inmediato llegaron algunas furias encabezadas por Claudia a entonar sus cantos plañideros, aunque le noté también en sus belfos cierto gusto por aquella tragedia que te descarrilaba, mientras que una tal Florencia huyó a la serranía y hasta ahora, ni sus luces.

No me quiero extender mucho carnal, sólo recordarte que antaño las naves contaban en el palo mayor con un alto lugar de castigo que estaba expuesto al viento, al frío, a la lluvia y al sol, llamado carajo. Bien, hasta allá ha mandado tu presidente a la plebe a la que decía tanto amar.

Dentro de su metamorfosis ahora lo vemos cual Prometeo, encadenado a las piedras de su propio Palacio, del que tanto le incomoda salir, acusando un hígado roído diariamente por un águila azteca soberbia y burlona que le recuerda cada noche su origen, estatura y limitaciones, provocándole espectáculos mañaneros dignos de psiquiatra.

En cuanto a tu futuro, no me tomaré la molestia de ir a visitar a mis sobrinitas, las pitonisas, hasta su oráculo -no vayas a creer que te estoy albureando, así se llaman Carnal-. Solo te aseguro que todos aquellos que fueron enviados al carajo, desde aquellas alturas tendrán la capacidad de otear el futuro del hombre del hígado corroído; al Narciso de las Tlayudas no se le puede augurar buen fin, te sugiero lo veas como Perseo a la Medusa, en la mayor lejanía posible y a través de un espejito, no se te vaya a pegar, pero ni poquito…

Apolýthike

NOS VEMOS EL SEIS