POR OSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CRONISTA OFICIAL DE LAGOS DE MORENO (MÉXICO).
DE: FRAY BERNARDINO ÁLVAREZ PARA: EL SEÑOR DE LA CUMBRE
Muy encumbrado señor, le escribo desde el hospital de San Hipólito, fundado para el tratamiento de personas que padecen enfermedades mentales; sepa que, aunque tengo vasta experiencia el tratar con víctimas de estos males, no deja de causarme cierto resquemor dirigirme a usted, no cualquier paciente cuenta con los medios para enviarme a la tribuna inquisitorial de los miércoles mañaneros. Tomo el riesgo en virtud al bien de la antes llamada Nueva España.
Durante la pasada Cumbre de la CELAC, ha logrado usted dar un paso importante en su proceso de recuperación al salir de su zona de confort, ante un auditorio difícil, ajeno al halago gratuito y la siembra de intereses personales, tratando con sus iguales -sí, los hay, aunque aún le cueste trabajo admitirlo-.
A pesar de lo anterior, hasta ahora caemos en cuenta de que sus instrumentos de presión y chantaje no funcionan ante ellos, ya que, como gente pensante, son difíciles de otorgar el beneplácito de la genuflexión automática a la que está usted acostumbrado.
Celebro que, consciente de carecer del uso de palabra sin apuntador; de los espacios entre frase y frase que puedan llamar la atención, causar preocupación o risa; de los comentarios preparados a modo o del llamado al Jesús terrenal para que le acomode alguna conga o mambo a modo para quedar bien con Díaz-Canel, tuvo que ceder los trastos a su Canciller mismo que debe haber caído definitivamente de su gracia al mostrar brillo propio en la conducción del evento en el que usted quedó a modo de florero.
Señor, deberá entender que la salida de su zona de confort implicaba varios riesgos no contemplados que le voy a enumerar, recuéstese en el diván, con calma por favor:
– Entienda que no puede usted amenazar a los representantes de las naciones hermanas con investigaciones de la Fiscalía General de la República, tan autónoma como lo era yo de mis superiores; ellos no están a su alcance.
– No pueden ser intervenidos por el infierno tan temido de la Unidad de Investigación Financiera sea cual fuere el origen de sus dineros.
– El Sistema de Administración Tributario aún no le alcanza para llegar a esferas internacionales, sin importar que estén en espacios de naciones amigas.
– A estos señores no les tienta llegar a contar con la sede de una de las embajadas que usa como punta de lanza para amenazar las alianzas que operan en su contra.
– La cancelación de la OEA, la imposición del Presidente de Argentina, Alberto Fernández, como Presidente de la CELAC -ni siquiera asistió-, la devolución de Las Malvinas y el nombramiento de Cuba como la Nueva Numancia son ocurrencias de buena fe, pero todas dignas de una personalidad de tratamiento como los que aplicamos en San Hipólito.
O sea que, estimado paciente, sírvase degustar las siguientes sugerencias que le prescribo a manera de calmantes:
– Aparte de su célebre estampita de “detente”, la cual ya debe estar medio arrugadita a consecuencia de portarla en salva sea la parte, le recomiendo ir a la Catedral Metropolitana que le queda tan cerca y poner un candado en la capilla de san Ramón Nonato, con el listón correspondiente; esto le servirá para callar a todos los chismosos del reino, portadores de las mentiras y saña que han impedido la Cuarta Transformación que aún conserva en su cabeza; san Ramón cerrará bocas, le aseguro.
– Venga seguido a San Hipólito y póngale su veladora a san Juditas Tadeo, el patrono de las causas imposibles o desesperadas; junto con usted, México espera que pase rápido el tiempo de poder que le resta.
Me despido deseando suerte en su tratamiento, reconozco que sería el más grande premio dentro de mi palmarés. Fray Bernardino Álvarez