POR OSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CRONISTA OFICIAL DE LAGOS DE MORENO (MÉXICO).
DE: MIGUEL DE UNAMUNO
PARA: EL SEÑOR MAÑANERO
Señor mío, habiendo contado en mi vida con múltiples contradicciones personales y acaso falta de congruencia por lo que he sido constantemente acusado, creo que no soy el indicado para pediros lo propio, reconozco humildemente. Me justifico por haber sido un intelectual, inconforme, que hice de la polémica una forma de búsqueda -vuestra sonrisa sale sobrando, dije intelectual, hablo de mí-.
Al margen de lo anterior, como maestro y rector universitario que fui en vida, considero injusto el declarar la imposibilidad de mayor avance para vuestra 4T, culpando entre otras a la UNAM, a la que véis afectada durante medio siglo que son las dos generaciones a las que acusáis de individualistas, defensoras del neoliberalismo y traidoras a su esencia de profesionales al servicio del pueblo.
Y cometéis una burrada más al acusarla precisamente durante el tiempo que pasásteis en ella en estado de fósil, aprovechando que los tipos de vuestra calaña no eran expulsados por falta del más mínimo interés. Pregunto: ¿Sóis vos producto de la misma decadencia que acusáis? -sonó a Sor Juana-. Decís tener que remar contra la corriente, habláis de los medios que callaban para desinformar a los que hoy tenéis en contra. Mucho debe honrar a medios y redes el estar ahora en contra de vuestras ocurrencias. El México pensante y propositivo tendrá que remar en contra de ellas una vez que ahuequéis el ala del palacio dentro del que prometiste usar sólo un departamentito y que hoy usurpáis faltando como siempre a vuestra palabra.
Volviendo a mi lejano tiempo de vida, cómo dejar de recordar aquel 12 de octubre, Fiesta de la Raza para España, en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, cuando tomé la palabra fuera de programa, frente a la señora Franco -nunca se hizo llamar La No Caudilla por cierto- y el feroz general Millán-Astray, apelando a mi derecho a hablar, exigiendo: “¡Este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote!”.
Pronuncié entonces las palabras con las que finalmente me redimí ante el pueblo español, mismas que os parafraseo:
-“Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. No puede convencer el odio que no deja lugar a la compasión, ese odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva -mas no de inquisición-; y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha: razón y derecho”.
Por cierto, luego de que la algarabía me interrumpió, Millán-Astray golpeó el presidium con su única mano, gritando: ¡Mueran los intelectuales! ¿Os suena…?
Señor, os recomiendo hacer una revisión de vuestros papeles académicos de la UNAM, el tiempo que habéis pasado cursando una licenciatura en el que vuestro interés versaba más en la práctica del béisbol que en el estudio -bastante malito habréis sido, como ahora lo sóis-, lo mismo que ahora para gobernar.
Al patear el pesebre de la UNAM -probablemente por sentiros producto mal parido por ella-, os pido recordar con humildad que las cualidades innatas al ser humano, tales como la inteligencia, bien podrán ser cultivadas mas no adquiridas, ni aun asistiendo a la que es reputada por todos menos por vos y vuestros serafines, como la más alta casa de estudios de vuestra patria, de todos los tiempos.
Cierro esta misiva recordando el lejano adagio salmantino que reza: «Lo que natura no da, Salamanca non presta». Unamuno