POR OSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CRONISTA OFICIAL DE LAGOS DE MORENO (MÉXICO).
DE: IGNACIO ZARAGOZA
PARA: HUGO LÓPEZ GATELL
Señor, dentro del galimatías que representa la 4T en la que usted ocupa lugar prominente como Subsecretario de prevención y promoción de la salud -jajaja-, me permito enviarle este comunicado para hablar precisamente de la falta de medidas sanitarias que causaron mi muerte, no por descuido como ocurre hoy en México, sino por las carencias que había en el país que fuimos en 1862.
Sabrá usted que luego de la Batalla del Cinco de Mayo en que dimos en su «mére» a los invasores franceses comandados por un tipo que se decía Conde de Lorencéz, mamón, fatuo, presumido y medio cobarde -como usted verá-, tuve necesidad de visitar los pabellones de heridos y enfermos en donde fui contagiado de tifo; realmente nuestras medidas eran precarias y aunque sabía en el peligro en que me encontraba, era necesario agradecer el valor a nuestros soldados a nombre de la patria para renovar también el de nuestro ejército.
Nunca anduve protegido por un escapulario ni repartiendo “detentes” de manera irresponsable, en verdad en medio de los cañonazos uno aprende a confiar en Dios de una manera menos estúpida. Lo último que hubiera aconsejado a estos verdaderos hombres es: “Abrácense”, ya lo dijo Fox, “esa es una pendejada”.
Luego de 160 años, creo que juntar a la gente en una manifestación para que cierto personaje recargue confianza y sueños de grandeza, no hace más que complicar las cosas; la justicia y el sentido común enredan hoy la vida de su jefe directo; celebro como muchos que haya resultado positivo por lo menos ya en algo; debe celebrar también la Compañera Doctora de quien han anunciado, deberá vivir con cierta distancia. El pueblo pensó poder comer tamales y atolito sin el eco de sus nefastas mañaneras y guturales carcajadas, pero ya vimos que no, ya se salió con la suya inventando estar en pantalla ante su «afligido» pueblo.
Porque vi el festejo que, de un dolorcito de cabeza con ronquera, resulta que había otros datos que permitieron guardarlo por un rato siquiera.
Por otro lado, le comento que yo nunca me salté las trancas del organigrama, pues el célebre telegrama en el que indicaba que las armas nacionales se habían cubierto de gloria lo dirigí al general Miguel Blanco Múzquiz, Secretario de Guerra y Marina, nunca al ciudadano Presidente.
Con la libertad que la muerte me da para transitar entre tiempos y espacios, le comento que hubiera sido bello el que en verdad usted, haciéndose cargo de la de prevención y de la promoción de la salud, salvara con sus acciones y ejemplo cientos de miles de vidas que se han perdido por sus omisiones; porque lo suyo es la mercadotecnia del régimen al que llevó la irresponsabilidad, votando por gente que sirve para aplaudir y ser aplaudida, en un reino digno de focas; el que hubiera portado el cubrebocas que a mí me hizo falta, para informar al presidente y al pueblo mismo que: “Las jeringas nacionales se habían cubierto de gloria”, pero no, mejor acorazarse ante las críticas, trepando como el perezoso que es.
Por cierto, recuerdo que complementé el mensaje citado dictando al telegrafista: “Las tropas francesas se portaron con valor en el combate y su jefe con torpeza”. Es el mismo caso del personal médico que con valor atiende en las instituciones de salud en todos sus servicios y niveles, mismo que aplica en la torpeza para su superior, que es usted.
Concluía en ese entonces como lo hago ahora: “Sírvase dar cuenta de este parte al ciudadano presidente”.
Ignacio Zaragoza