POR OSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CRONISTA OFICIAL DE LAGOS DE MORENO (MÉXICO).
DE: HANNIBAL LECTER
PARA: UN TIERNO PRESIDENTE
Querido señor, usted me ha conmovido por sus actos y palabras de los últimos días, debe tener un corazón muy dulce, se me antoja… mandarle una felicitación.
En la película “El silencio de los inocentes” la trama se precipitaba tras el secuestro de la hija de una senadora, no es el caso de México; imagino que si se parecen a sus mamás, habrá alguna con cuya piel bien se podía llegar a forrar un sillón de tres plazas y la crisálida que les dejaba en la boca el asesino de mi película a sus víctimas, capaz que les gusta y piden otra, pero con tequila, limón y salecita.
Regreso al tema; mi carta es porque al fin se reflexiona en que también somos humanos, solamente que refinados; mi reconocimiento va por las atenciones que tiene para los que, alterados por nuestras vivencias y en nuestros sentidos, hemos sufrido la incomprensión de esta sociedad que no nos permite andar mutilando paisanos, total, ni que fueran de Macuspana, ¿verdad?
Por otra parte, el haber sumado nueve cadenas perpetuas para mi caso se me hace una total desproporción; los asesinatos de los que se me acusa fueron debidamente probados, todo es verdad; es cierto, pero se exagera, como dicen en las mañaneras.
No escuche usted las críticas a sus valientes palabras; siga en su mundo, humanizando asesinos e ignorando a los familiares de ciento veinte mil víctimas que bien podían formar el más formidable tzompantli jamás pensado para lo que pretendía ser una república amorosa, dado que nunca aclaró para quién lo sería.
Sí, soy humano, sus palabras me animan a que se revise mi sentencia y si se resuelve favorablemente le ofrezco visitarlo en México -creo que muchos lo desean- y de paso ver si puedo quitarme el estrés yendo a ofender y corretear militares, dado el estado de indefensión en que usted los ha postrado; pero espero que sea pronto, no vaya a llegar el día en que se anden cansando de esta situación, para lo que no debe faltar mucho.
Ya le probaré… mis dichos.
Hannibal Lecter