POR ÓSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CRONISTA OFICIAL DE LAGOS DE MORENO (MÉXICO).
DE: JOSÉ MARTÍ
PARA: EL ACTUAL PRESIDENTE DE MÉXICO
Luego de haber trajinado en varias tumbas, le escribo ya desde el Mausoleo en Santa Ifigenia en donde descansan mis restos cubiertos con la bandera de mi país, construida con veinte centavos aportados por cada cubano; si se le ocurre planear algo similar para el futuro, la Maestra Delfina le puede ayudar, “ella sabe cómo hacerlo”, decía Zedillo.
Pero qué cosa más grande caballero, esa ayuda que usted ofrece, no a mi país, sino a quienes lo gobiernan. Mira que quinientos médicos para curar los males causados por la traición neoliberal encabezada desde la Ciudad Universitaria… ¡Gracias Andrés!, pero, siempre los peros, dado que soy un hombre sincero de donde crece la palma, luego de haber muerto quiero, echarle unas verdades del alma, por lo que le recuerdo algo de lo escrito durante mi vida terrenal; agárrese usted, como si fuera en la guagua:
Escribí que, en cuestión de revolución, los objetivos deben ser públicos y su método silencioso, o sea que las mañaneras salen sobrando, y que el único autógrafo digno de un hombre es el que deja escrito por medio de sus obras, o sea, mejor hacer que andar diciendo.
Algo que le será útil: la ignorancia mata al pueblo, por lo que es preciso acabar con ella, no fomentarla, como lo hace usted por medio del ataque a sus instituciones.
Esto otro que le va a incomodar bastante: dejé escrito que el pueblo sometido es pueblo muerto, o sea, tú me entiendes.
Le recuerdo el más citado de mis consejos en el que establecía lo que cada persona debe hacer en la vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro; no le vaya a suceder lo que profetizó Pancho Liguori, epigrama tan festejado de quien falseó mi ideal de la siguiente manera:
«Seré feliz porque dejo / un libro, un árbol y un hijo».
Pero le salió mal todo, pues por irónico modo,
logró al fin de su jornada / un libro muy aburrido,
un árbol seco y torcido, y un hijo de la chi#ada.
Por último, quiero, a la sombra de un ala, decirle que, incorporar a gente del pueblo de Guatemala a los beneficios de las instituciones de salud de un país tan generoso como es México, cumple con el fin personal de subir un peldaño en el liderazgo que pretende sobre Latinoamérica; es usted capaz de ofrecer los servicios del SEMEFO y de la Guardia Nacional para trasladar a su país el cadáver de La Niña de Guatemala a fin de conocer la verdad histórica de su muerte, porque eso de morir de amor como que usted ni se lo cree ni se le da, a pesar del ofrecimiento de su república amorosa que ya nadie recuerda; lo más probable es que en unos años, nos diga su enterrador, que nunca más se ha vuelto a oír, de aquel… López Obrador.