DE: PERSEO

PARA: OBRADOROPOULOS

Acostumbrado a andar jineteando por los más diversos confines celestes, en lomos de mi fiel Pegaso, bajaba de mi propia constelación canturreando mis viejas tonadas cuando he llegado a esa su tierra de nobles centauros, ataviados con botonadura de plata y pistola al cinto; lugar de gratos recuerdos olímpicos en la que hoy me entero reina usted cual malvada Medusa.

Enterado estoy de que acostumbra petrificar con dura mirada a quien ose enfrentarle en sus “Mañaneras”, amenazando de paso tanto a las instituciones democráticas como a las representativas populares, cuya cuna fue mi Atenas linda y querida, ¡a testis!

Es así que, rayando mi Pegaso, he pasado a diseminar el aliento de mi consejo sobre todo su vasallaje, al que me he permitido detonar a base terremotos y huracanes -a ver si así despiertan- para dar mi receta que consiste en la que apliqué en los confines del tiempo a mi propia Medusa, para lo que habrán de valerse de la oportuna arma que les ha lanzado Atenea desde el Olimpo, por medio de cierto librito que puede causar conmoción por la desintegración de la honestidad valiente que ya se pulveriza como estatua de sal ante la tormenta por venir, misma que no es sino retoño de los propios vientos que usted ha sembrado.

Mas esto es nada, comparado con la personificación de una Guacamaya -ave incapaz de ser silenciada, siempre impredecible-, que ha sembrado ya millones de huevos materializados en documentos, imágenes y videos capaces de entumecer la lengua a cualquiera, ante la evidencia de ser enfrentado a los datos de los que ya no hay otros datos.

Así como a su tiempo hice que se viera Medusa en su propio reflejo mortal gracias al espejo de mi escudo, vendrá entonces la petrificación del tirano, palmo a palmo, entumecido y enfrentado al espejo de su propio cuerpo, que quedará descubierto ya de las llagas de su propia miseria.

Tengo la esperanza de ver al tiempo, desde el Olimpo, el retorno de la paz y la dignidad, ardiendo en el pebetero olímpico en donde brilló alguna vez, el fuego griego transportado en múltiples pebeteros, paso a paso, brazo a brazo, en travesía intercontinental y multicultural.

Quedará entonces sólo el recuerdo de esta supuesta transformación como una mala broma, propia de una pesadilla causada por la indigestión de andar cenando a deshoras los platos rebosantes de sebo condimentados con exceso de picante, todo pasará.

PERSEO

FUENTE: https://www.facebook.com/oscar.gonzalezazuela