DE: LEONA VICARIO
PARA: NORMA LUCÍA PIÑA
Señora Presidenta, escribo a usted desde el mausoleo ubicado al pie de la columna de la independencia lugar en donde reposo, que es algo así como un “Club de Toby”, rodeada por los restos de doce nobles varones -uno de ellos mi propio marido-, aclarando que no pasé a figurar en la historia como la señora de Quintana Roo, sino como lo que soy, una verdadera Leona; consciente estoy de que ese era un tiempo de varones en el que la mujer pasaba totalmente a un segundo plano.
Recuerdo haber tenido problemas con Lucas Alamán, personaje que pasó a la historia como un segundón, siempre a las órdenes de Antonio López de Santa Anna; pues resulta que el tal Lucas quiso minimizar mi conducta a favor de la libertad y de la patria diciendo que solamente lo hice por estar locamente enamorada de mi marido, razones a las que contesté de manera pública dándole una buena felpa, al tiempo que le aclaraba que las mujeres ya éramos capaces de hacer actos de patriotismo por encima de nuestros afectos y pasiones personales.
Visualizaba desde entonces a mis valerosas compatriotas al futuro, muchas de las cuales marcharán por cierto el próximo ocho de marzo exigiendo derechos y justicia. Nunca imaginé a mujeres ofendidas desde una tribuna mañanera, ausentes del más mínimo derecho de réplica. Una que otra vagará en el limbo de la república dado su servilismo o hartas aspiraciones de poder, allá ellas.
Por todo lo anterior hoy aplaudo su actitud señorial ante aquel que, si bien ganó hace tres años por más de la mitad de los votos de los mexicanos, dado que usted también lo hizo con más del cincuenta por ciento de los votos de quienes estaban facultados de votar por la presidencia del máximo sitial de la justicia por los siguientes cuatro años.
Hagamos sentir al pueblo que, cuando usted vaya a la mitad del tiempo de su encargo, México habrá despertado de toda una pesadilla que se dio como consecuencia de la irresponsabilidad del abstencionismo o bien la ingenuidad de quienes le dieron apoyo y confianza, mismos a los que hoy muerde la mano.
Sepa señora que veo en su nombre toda una metáfora de sus tiempos: la Norma a la que se deberá constreñir el ejecutivo durante el desempeño del poco mandato que le resta y la Piña que habrá sentido se le atragantaba en el cogote -en el mejor de los casos-, ante su propia actitud, bastante diferente a la que el susodicho estaba acostumbrado.
Por lo pronto le pido, a nombre de la mujer mexicana, no se me levante al paso de cualquier mequetrefe acosador, dado que representa usted uno de los tres poderes de la nación que hoy por mi conducto se lo aplaude y agradece.
Leona