POR OSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CRONISTA OFICIAL DE LAGOS DE MORENO (MÉXICO).
Señor Presidente:
Seguramente recordará haber cargado libros con mi estampa en la portada cuando usted fue niño; imagen desgastada por la humedad y el calor en su lejana tierra natal. Me pintó don Jorge González Camarena y fui elegida por Jaime Torres Bodet y Martín Luis Guzmán para representar a la Patria a la vez que a la mujer mexicana.
Espero estar en su memoria de manera cariñosa y agradecida, no como parte de una cruzada fifí; todos sabemos por experiencia que usted arremete en contra de lo que no entiende, siempre en medio de los estúpidos festejos de sus paleros y paniaguados.
Con el pecho valiente por delante, enarbolo nuestra bandera en la mano izquierda y un libro en la derecha, detrás de la cual verá usted frutos, la mazorca de nuestro maíz aborigen lo mismo que la espiga de trigo importado; la cultura clásica, las artes y la industria con la que México despegaba a mitad del siglo XX. Detrás de mí, el águila y la serpiente en lucha cósmica infinita.
Yo soy la mujer que se ha levantado antes de la madrugada haciendo mil argucias para llegar a ser el sostén familiar, sin importar su continuo abandono; la que guarda comida en topers; la que desmenuza pollito para nutrir con tacos, con caldos y frijoles y suple la carne con huevos -literal-; la que desayuna-come-cena una guajolota con atole que le permiten aguantar toda una jornada; la que lava y plancha, zurce, trabaja y ayuda con las tareas manteniendo el hogar limpio y ordenado. La que cuida su ropa y poco estrena sin por ello descuidar su imagen; la que carga y regatea cuando es menester; chuleada, manoseada, acosada, cuando no ultrajada y chantajeada por animales como ese al que usted defiende. Sepa que con esta mujer ha topado usted señor presidente.
Hoy veo que, a la mujer que le confió su voto le ha puesto inoportuno valladar, bajo la premisa de que se ha convertido en defensor del patrimonio, el que ha menospreciado y aplaudido al ser vandalizado por sus huestes cuando así le ha convenido.
Se ha atrevido usted a lo que no hiciera virrey ni presidente alguno: montar un coatepantli amenazador desde el que se nos dispararon gases e inhibieron drones para evitar las imágenes de lo que atrás se escondía. Por supuesto que nuestro ingenio le ha sembrado nombres de víctimas, flores y ofrendas, tantas que tuvo que desmontarlo pronto a fin de limpiar la acusatoria escena de su torpeza.
Señor, me duele México y me duele usted; vemos que no está en su capacidad ni en su soberbia entender el mensaje de la mujer mexicana; en verdad, ni con el más cerrado de nuestros hijos batallamos tanto.
Bien, imponga usted a su candidato, mismo que seguramente resultará triunfador en Guerrero, pero sepa, y sepa muy bien que nos la cobraremos; ¡el poder de la chancla se habrá de convertir en voto!, ya lo verá… por ésta.
Mujer y Patria