COMUNICADOS DEL MÁS ALLÁ. POR NICOMEDES DE DON PORFIRIO PARA ANDRÉS
POR ÓSCAR GONZALEZ AZUELA, CRONISTA OFICIAL DE LAGOS DE MORENO- JALISCO (MÉXICO)
Estimado amigo, he visto con atención a través de los años su lucha política y democrática debido a algunas aparentes similitudes que nos unen en circunstancias; mi lucha fue denodada como la de usted, salvadas las apariencias, dado que no es lo mismo luchar contra Juárez y Lerdo que contra Fox, Calderón y Peña. Enviudamos y nos volvimos a casar los dos, fuera del poder. Nuestras esposas fueron nuestras maestras, la mía de inglés y la suya de historia. Por supuesto, los dos saldríamos reprobados si no fuera por el amor que salvó la coyuntura, con la diferencia de que yo nunca traté de hablar en inglés, menos aún en público, y usted sí trata de dar clases de historia fundamentada en sus odios viscerales, dado que tiene su librito de los buenos y el de los malos, cuestión bastante rebasada en términos historiográficos, en fin.
Cuando llegué al poder nunca me envilecí contra aquellos por los que incluso me levanté en armas; aunque un poco a la fuerza a Lerdo me lo traje a la Rotonda de los Hombres Ilustres y a Juárez le mandé hacer su Hemiciclo -no sé qué habrá sentido mi paisano cuando lo rodeamos de ángeles habiendo sido tan comecuras.
Déjeme decirle que a un enemigo se le respeta, más aún en el triunfo, y esto es algo que debería usted aprender. Si hubo un mexicano que le dio cuereadas a los franchutes ese fui yo; participé en la batalla del Cinco de mayo, fuimos derrotados un año después en el sitio de Puebla, por no firmar una carta denigrante contra nuestro honor militar fuimos encarcelados y me les pelé; capturado nuevamente me volvieron a pelar los dientes; luego los derroté en Miahuatlán, les puse sitio en Oaxaca y los engañé en La Carbonera; tomé Puebla y la Ciudad de México que entregué a Juárez evitando fusilar prisioneros.
Mis triunfos militares fueron enormes pero nunca me envalentoné con los derrotados ni hice mofa de ellos; el destino finalmente me llevó a Francia en donde fui bien recibido, con honores a veces por aquellos ante quienes triunfé y aquí sigo, bien custodiado mi sepulcro en el panteón de Montparnasse, lejos de las fobias y a salvo del fanatismo de cualquier gobernante de probeta que se quiera poner a mis alturas.
Porque usted se mete conmigo de vez en vez, le recuerdo que goberné bajo el apotegma de “Paz, orden y progreso”, principios que traté de llevar a toda la república, aunque estoy consciente de que muchos traicionaron mi confianza asesinando y enriqueciéndose a mi sombra.
Ahora le devuelvo el reto amigo: imponga paz, porque el mayor número de homicidios se dan hoy en toda la república; no confunda el orden con dar órdenes que no es lo mesmo; del progreso ni hablamos, porque aunque usted me ataca por el grupo de “Los Científicos” a los que el pueblo llamó así a manera de mofa, ellos funcionaban mejor que los que hoy temerosos agachan la cabeza a su paso.
Señor Presidente, sus conferencias mañaneras no son otra cosa que peleas de gallos amañadas, déjelas para el recuerdo de los tiempos idos del señor Santa Anna, contra quien me enfrenté también desde muy chamaco. Para entrevistas a modo recuerde la que me hizo James Creelmann, y así me fue.
Salga al extranjero, codéese aunque se sienta incómodo, como lo hice yo con el presidente Taft, a quien carcajadas le habrían causado mi desaire, tal como sucede hoy mismo.
Por último, no confíe usted en sus supuestas preferencias; el día que subí al Ypiranga, ese día el país entero me dio la espalda, incluida la clase baja que es la que forma su arsenal político, son estos los consejos de un amigo que, a diferencia de usted, sabe más por viejo que por diablo… Don Porfirio
Fuente: https://www.facebook.com/oscar.gonzalezazuela