POR ÓSCAR GONZALEZ AZUELA, CRONISTA DE LAGOS DE MORENO (MÉXICO)
Había una vez un pueblo llamado Hamelín, ubicado en la Baja Sajonia de lo que hoy es Alemania, el cual estaba infestado de roedores. Ratas por aquí, ratas por allá, bueno, como si fuera cualquier partido en el poder de lo que hoy es su reino, según cuentan.
Pues resulta que ofrecí acabar con la plaga a cambio de una fuerte suma de dinero; cumplí cabalmente hipnotizando para ello, con la percusión de mi flauta, a las ratas hasta sacarlas marchando en orden fuera del pueblo hasta el río en donde perecieron ahogadas. Al verse librados de la plaga, luego de muchas vueltas, me di cuenta de que jamás me pagarían.
Pero creo que la venganza es un plato que se debe consumir al tiempo, y es por eso que regresé luego para volver a hacer uso de mi flauta, solo que ahora a quienes hice marchar fue a los niños por la misma ruta, con lo que dejaba sin futuro a aquella villa que tan mal había pagado por mis servicios. Por cierto, se salvaron tres niños gracias a que uno era ciego y se perdió, otro era cojo y se vio impedido se seguirnos el paso y otro era sordo, por lo que no alcanzó a escuchar mi hipnótica melodía; así, sus limitaciones pudieron dar futuro al pueblo.
Todo esto que les platico viene a cuento porque sé que en Méxiko se ha realizado ya una primera marcha ¡sin flautista! Por más que se ha querido husmear para armarle la debida carpeta de investigación, aún no han podido caer en cuenta de que es el mismo pueblo, al que se ofende diariamente, el que ha marchado de manera valiente y decidida para hacer entender al flautista mayor que es capaz de alzar la voz en torno a sus derechos.
A diferencia de esa primera marcha, se programa la segunda para el próximo domingo, en la que se podrán distinguir cientos de flautistas: mayores, menores y francamente pinchurrientos, quienes habrán de acarrear a cientos de miles de personas con ganas de viajar, alquiladas a cambio de un refresco, una torta y un poco de cash, en vil secuestro, dada su necesidad de recursos que bien puede ser a cambio de la promesa de un permiso, unas placas, una renovación; movidos todos en vil ultraje, marchando en exhibición de las lacras a las que se ven sometidas a través de los falsos mesías que cínicos les mostrarán ufanos para su propio mesías a manera de mercado de esclavos cotidianos, todo con el fin de quedar bien con el flautista mayor.
Habrá algunos que se podrán zafar: “cojos” para no seguir ese paso, “ciegos” para ver hacia otro lado o “sordos” que pondrán la razón por encima del graznido encantador.
Sí, esta caravana de vergüenza la formarán muchísimas personas que más que ofendidas deben ser comprendidas, considerando también que muchos de ellos, tomarán luego ya no la flauta sino el crayón, para ejercer en soledad su derecho en las urnas, recordando que su propia venganza es un plato que se debe engullir suficientemente frío, si es necesario, hasta el veinticuatro.