POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Ante el carnavalesco desconcierto político, económico y social escuchad la “Sinfonía concertante” de Mozart, K364, para violín y viola; también dos oboes, dos trompas y cuerdas. Mozart afina la viola un semitono más alto y así, al darle mayor brillantez, claridad y vigor, la coloca a la altura del violín, una concesión insólita en la aristocracia orquestal. Tengo el vinilo con David Oistrakh, a la viola, su hijo Igor, al violín, y la Filarmónica de Moscú dirigida por Kyril Kondrashin. En el allegro maestoso negocian la viola y el violín y hacen eco de sus frases una y otra vez; en el andante, sostienen un diálogo de amor maravilloso, que inspiró a muchos compositores para llevarlo al cine, y en el prestoso tercer movimiento se persiguen alborozados y vigorosos por los insospechados callejones de la vida donde las sorpresas constantes, finalmente, dan paso a la lógica.
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