El pasado 20 de junio de 2020, a las 15 hrs. bolivianas, y a las 21 hrs. españolas, tuvo lugar un “conversatorio” o mesa redonda en torno a la figura de Ñuflo de Chaves, conquistador de Bolivia Oriental, en Santa Cruz de la Sierra de Bolivia por video conferencia.
Inició los temas sobre los que se debería discutir el Hist. Francisco Cillán, Cronista Oficial de Santa Cruz de la Sierra (Cáceres), España.
Y dio respuesta a algunas de las cuestiones planteadas el Hist. Bismark Cuéllar (Bolivia).
Participaron además diferentes historiadores y personalidades del mundo de la política, que entablaron animosos coloquios, hasta el punto que duró el acto 2 hrs. y 20 minutos.
Los cuatro puntos que ofreció el cronista Francisco Cillán para que se trataran y se sometieran a coloquio sobre la vida de Ñuflo de Chaves
He comprobado como Ñuflo de Chaves es querido, admirado y respetado por los habitantes del territorio de Santa Cruz de la Sierra boliviano, pero esos sentimientos indudablemente hay que ganárselos y nuestro Santacruceño de nacimiento lo supo conseguir a base de mucho tesón y esfuerzo durante los 27 años que estuvo en la América Austral, recorriendo más de 30.000 Km. en múltiples expediciones especialmente por la región charqueña, cuando aún era casi virgen para el hombre blanco y tribus carias, de guaraníes principalmente, vagaban por ella, guerreando a otros nativos para capturarlos y satisfacer sus necesidades alimenticias. Siempre en pos de una quimera, en busca de fama, asentando indios nómadas en diferentes poblaciones, llevando la fe de Cristo y la cultura occidental hasta los más recónditos lugares, o tras un Dorado, que ya habían descubierto y explotaban otros españoles, pero a pesar de ello no detuvo sus ansias descubridoras, ni su deseo, como el mismo expresó en el 1561, “de poblar y desencantar la tierra, introducir civilización y hacer producir el suelo. Fundar un pueblo que no se pierda y vaya en aumento”. Para ello no dudó en consumir toda su hacienda familiar y comprometer la de parientes y amigos a los que ilusionó con sus ideas quijotescas, que los llevó a vagar por un mundo totalmente desconocido, cubierto de enemigos que le acechaban por doquier, abriendo caminos en medio de selvas intransitables, por páramos y eriales, o entre montañas que hacían imposible el caminar. Pero también en momentos especiales a dialogar ante las más altas esferas de la política y del poder como ante sus más pertinaces enemigos, por lo que hoy podemos situarlo entre los primeros conquistadores, exploradores y colonizadores del Nuevo Mundo.
Sin embargo, la vida de nuestro personaje sobre todo en su primera etapa, está llena de incógnitas difíciles de resolver. No tenemos claro su lugar y fecha de nacimiento, nombre de pila que recibió, y sabemos muy poco de su infancia y juventud. Como también desconocemos qué fue lo que verdaderamente le motivó para que, a los 22 años de edad, el 2 de diciembre de 1540 saliera del puerto de Sanlúcar de Barrameda, bajo las órdenes del adelantado Álvar Núñez Cabeza de Vaca, en dirección al Río de la Plata, una provincia que, a pesar del nombre, hasta entonces lo único que había originado era desapariciones de exploradores, como la de Juan de Ayolas, y muchas muertes y hambre, como la expedición de don Pedro de Mendoza.
Sí sabemos que en la segunda etapa de su vida, ya en la América Austral, realizó varias expediciones bajo las órdenes de Cabeza de Vaca, con el grado de oficial desde el primer momento. La primera de ellas fue cuando al llegar a la isla de Santa Catalina en el 1541, no pudieron continuar el viaje por mar, al tener los vientos en contra, y el Adelantado decide realizarlo por tierra, guiados por los indios tupís-guaraníes, pero 30 de sus hombres caen enfermo y Ñuflo recibe la orden de trasladarlos por el río Paraguay hasta Asunción, acompañado de 50 saeteros y arcabuceros. Misión que supo solventar muy positivamente a pesar de los ataques que recibió de los nativos desde la orilla. A esta siguieron otras y siempre vemos al Caballero de la Selva, como se le ha dado en llamar, en vanguardia al mando de un pelotón de expedicionarios. Abriendo nuevos caminos descubridores, salvando los impedimentos que los nativos ponían con fortalezas bien constituidas, participando en expediciones numerosas hasta llegar al territorio de los Chiquitos, donde el Adelantado puso de manifiesto sus escasas dotes de mando, que fue causa de su destitución y de que se le enviara preso a España para que fuera juzgado.
Y de nuevo toma el mando de la colonia, como gobernador interino, Domingo Martínez de Irala, a quien sigue nuestro personaje, que será elegido ante las misiones difíciles que conllevan el avance de la colonización. Entre las que destacan la exploración del río Aracoay o Pilcomayo en el 1547, y a finales de ese mismo año la que les llevó al descubrimiento de las salinas de San José y poco después la tierra de los tamacosis, regadas por el caudaloso río Guapay. En septiembre del año siguiente se encomienda a Ñuflo la complicada misión de pasar al Perú para entrevistarse con el presidente don Pedro de la Gasca y pedir la gobernación del Río de la Plata para Irala. Un puñado de hombres y una veintena de guaraníes le acompañan. Las Horcas de Chaves hablan por sí solas de la peligrosidad del viaje. A su regreso a Asunción en el 1550 se encuentra con el triste suceso de que han ajusticiado al gobernador interino, su amigo Francisco de Mendoza, padre de doña Elvira, con quien se casará a finales de ese mismo año. En enero de 1553 participa en “La mala entrada”, desastrosa expedición hasta los Andes peruanos, aunque permitió la exploración del Chaco boreal. Visita con su cuñado Salazar el territorio de los itatines, asiste a la llegada del primer obispo de la colonia, fray Pedro Fernández de la Torre, usa la diplomacia para conseguir que liberen a varios españoles retenidos por los portugueses en Brasil, entre ellos a Bartolomé Justiniano que traía el nombramiento real de gobernador para Irala. A finales del 1555 lucha contra los indios pupies portuguesas que estaban en guerra con los nativos del bando español, funda varios pueblos y pone límites a las fronteras. En el 1556 se le encomienda una nueva empresa de envergadura, fundar una ciudad en los Xarayes, que sirva de puente entre el Río de la Plata y Perú. En esa misión estaba el Caballero de la Selva cuando el 3 de octubre de dicho año le llega la noticia de la muerte de Irala y tiene que regresar a Asunción.
La tercera etapa de su vida comienza en el 1558, cuando Ñuflo de Chaves toma una decisión que le llevará a engrosar las filas de los grandes conquistadores y colonizadores que salieron de Extremadura. Prepara una gran expedición que le lleve a tierra de las Amazonas o el Dorado, que el mismo con la ayuda de familiares y amigos subvenciona. Se alistan 143 españoles y unos centenares de indios, que en bergantines y canoas salen río arriba, mientras otro grupo va con los caballos por la orilla. Llegaron a la laguna de los Xarayes o Mandioré, a la que denominaron Mar Dulce, situada en el pantanal boliviano-brasileño, donde perdieron la nave capitana. Poco después el general extremeño ordenará hundir los barcos para evitar todo intento de abandono de los expedicionarios, prosigue la marcha por tierra y funda Santiago de los Perabazanes. Más tarde descubre el país de los Chiquitos o Tabacosis, que usaban hierba mortal en sus flechas. Junto al río Ubay tienen que sembrar los campos durante cuatro meses para obtener comida. Pero no pudo evitar que el 23 de junio de 1559 un grupo de 90 españoles comandados por Gonzalo Casco le presenten un requerimiento, para que abandone sus deseos descubridores y vuelvan a Asunción, dado que no ha cumplido con lo que prometió a las autoridades asunceñas. A lo que les respondió “que no era digno de españoles regresar, cuando no habían conquistado el Paytité, como habían prometido en tierra de los perabazanes. Siguieron a Casco 63 expedicionarios, pero Chaves continuó la marcha con 45 españoles. A finales de julio llegaron al río Sara-tuús de los indios chanes, o el Guapay de los guaranís, al que llamaron Río Grande. Visitó al cacique Yvitupué y en agosto fundó la Barraca o Nueva Asunción junto al río y la laguna de Mapá. Ordena a su cuñado Diego de Mendoza que con un grupo de soldados explore la tierra, y localiza a Andrés Manso, un capitán español al servicio del virrey del Perú. Intenta dialogar con él para realizar un reparto de la tierra de conquista, pero tiene que intervenir la Real Audiencia de la Charca o de la Plata, enviando un comisionado para limitar la demarcación, y ante la tozudez del riojano, decide ir a hablar con el virrey don Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, que estaba casado con una Manrique, parienta de su mujer. De la conversación sale que el nuevo gobernador de la provincia de los Moxos sea don García, el hijo del virrey, y Ñuflo quedó como teniente de gobernador, capitán general y justicia mayor. Salazar fue nombrado regidor y aguacil mayor y Cañizares, factor visor perpetuo. A su regreso inició la conquista del Gran Moxo, presintiendo que sería su nueva patria y buscó un lugar donde asentar la capital de la nueva provincia con la que soñaba. Y en la falda de una montaña localizó un manantial, al que los indios llamaban Sutú, hoyo profundo, donde nacía un riachuelo, que le recordó otro lugar semejante, formado por los Naceeros y el río Burdalo, en Santa Cruz de la Sierra de la Extremadura española, a nuestro parecer su lugar de nacimiento. Y no duda en poner el mismo nombre a la ciudad que funda el 26 de febrero de 1561 en aquel paraje con 89 de los expedicionarios que le acompañan. En cabildo abierto deciden redactar una serie de peticiones al virrey y dos meses después Hernando de Salazar se encarga de llevarlas al Perú y presentarlas al conde de Nieva.
Ñuflo echa de menos a su esposa e hijos y quiere aumentar el número de vecinos de su nueva capital y en el verano de 1563 se traslada a Asunción, entre los pocos soldados que le acompaña va su cuñado Diego de Mendoza, que se casará con la sobrina del obispo, doña Juana de Torres. Mientras tanto, itatines y chiriguanos unidos se levantan contra los españoles, incendian y destruyen Santo Domingo de la Nueva Rioja y la Barranca. Dos años después El Caballero de la Selva ha conseguido movilizar una expedición de asunceños, jamás vista por aquellos entornos, que se trasladaban a Santa Cruz de la Sierra, cada uno lleva sus intereses propios, aunque muchos quedarían frustrados y se verán obligados a regresar a sus antiguos hogares. Ñuflo los acompaña, pero en el camino se entera de que en la aldea india de Mitimí están reunidos los rebeldes y no duda en ir a parlamentar con ellos, confía en el buen recibimiento que le hace el cacique anfitrión y se tumba en una hamaca o chincharro que los indios colgaban de los árboles. Pero Saquararán, uno de los caciques rebeldes se acercó con su maza de guerra y le dio tan duro golpe en la cabeza que le arrebató la vida el 5 de octubre de 1568.
Podríamos añadir un cuarto grupo o capítulo a esta dramática historia, en el que se recoja el estado en que quedó su familia, tras la muerte del cabeza principal del grupo. Diego de Medoza, su cuñado, se hace cargo de la gobernación, a pesar de su juventud, y pronto va a tener enfrentamientos con la población y, lo que es peor, con el virrey, lo que le llevará en el 1571 a la destitución y por rebeldía a ser ajusticiado. El estado de pobreza en que quedó doña Elvira y sus cinco hijos, tras la muerte del marido, se acrecentó considerablemente con el fallecimiento del hermano. Y no es que Ñuflo no hubiera intentado paliar esta situación antes de morir. En el 1561 ya realiza una probanza de los gastos originados en la conquista del territorio, y solo recibe a cambio 1.000 pesos que le concede el virrey conde de Nieva. Y el 17 de enero de 1567 ordena al escribano Alonso de Herrera que haga una relación de los hechos realizados en servicio de S. M. y la situación en que queda su familia. Y pide a cambio la gobernación perpetua y hereditaria de los Moxos, con titulo de adelantado y mariscal, sin que su petición surtiera efecto. La ingratitud llegó aún más lejos en el 1577 al expulsar el virrey Francisco de Toledo a doña Elvira y a sus hijos de la tierra que había conquistado su marido, quedándolos en una pobreza absoluta. El primogénito, Francisco se une a la campaña del propio virrey contra los chiriguanos, cuando tenía 18 años, con el fin de poder ayudar a su madre y hermanas, pero a los 25 años muere en Limas y pierde la encomienda de los indios de Chuquicota y Totora, que poco tiempo antes había conseguido. El segundo varón, Álvaro de Chaves Escobar, se alistó, cuando tenía poco más de 16 años, en la compañía del nuevo gobernador de Santa Cruz, Lorenzo Suárez de Figueroa. Marchó a Madrid donde murió con la intención de conseguir una ayuda para su madre que no logró. La hija mayor, María de Sotomayor y Mendoza, casó en el 1574 con Diego de Osorio, que, aunque pobre, llegó a Maestre de Campo y disfrutó la encomienda de Ñuflo en Santa Cruz de la Sierra. Catalina casó con Diego de Ocampo y tuvieron al menos un hijo al que bautizaron con el nombre de Nufrio de Chaves. Y Elvira casó con Hernando de Jaramillo y en 2ª nupcias con Alonso Maldonado de Torres, con quien se trasladó a Madrid a vivir. Doña Elvira Manrique de Mendoza, esposa de Ñuflo, murió al finalizar el siglo XVI, sin remediar su pobreza.