POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Hace 90 años la Corporación Municipal de Parres fue suspendida en sus funciones por no haber condenado con firmeza los hechos que entre los días 5 y 18 de octubre de 1934 habían ocasionado en Asturias unos 2.000 muertos, además de ser incendiados y destruidos centenares de edificios, entre ellos la Universidad de Oviedo, el teatro Campoamor o la Cámara Santa de la Catedral ovetense, mientras en Gijón se proclamaba la República Socialista Asturiana.
El Ayuntamiento tenía para 1934 un presupuesto total de 124.849 pts. y fue en este periodo de municipalidad mayoritaria socialista y republicana cuando los guardias municipales, serenos y empleados de arbitrios solicitaron la jornada de ocho horas.
Mientras, el teniente de alcalde David Llamedo de la Vega propuso que no se facilitasen a la Guardia Civil las medicinas de manera gratuita, dado que sus sueldos eran bastante buenos y vivían desahogadamente, mientras cientos de parragueses pasaban todo tipo de necesidades. Los ocho concejales presentes así lo acordaron por unanimidad.
En el mes de febrero se hizo un primer relleno de La Llera a la que se había denominado Parque de La República, y se vendieron diez “plátanos” de sombra y un nogal (todos pequeños) en 30 pts. El tranvía de Arriondas a Covadonga había dejado de funcionar seis meses antes y David Llamedo solicitaba que los trabajadores cesantes del mismo fuesen tenidos en cuenta para ser contratados para las obras del ferrocarril Ferrol-Gijón.
El mismo concejal presentó un largo escrito a favor de la clase trabajadora del concejo, la mayor parte en paro forzoso, solicitando que el Ayuntamiento pidiese un préstamo de 100.000 pts. para que se pudiesen acometer obras en calles, caminos, fuentes, lavaderos y asfaltado de la plaza de la villa. El citado socialista David Llamedo de la Vega era natural de Posada y marido de Felicidad Fano Cuenco, padres de María Felicidad Llamedo Fano (conocida como Maruja Fano) y de otros cinco hijos -todos nacidos en el barrio de La Sala, en Arriondas- entre 1909 y 1922.
David tenía un comercio denominado “La Cooperativa” en las inmediaciones del barrio de La Peruyal, pero -tras perder el bando republicano en la Guerra Civil- este activo concejal tuvo que emigrar a Argentina tras ser saqueado su domicilio e incendiado su comercio. Los festejos populares que Arriondas celebraba en honor a Santa Rita alcanzaban en 1934 su trigésimo octava edición, pero la caída de la Monarquía y la llegada de la II República tres años antes dieron un nuevo enfoque a las fiestas y se eliminó toda connotación religiosa, hasta el nombre, de forma que el consistorio parragués -democráticamente elegido y con mayoría socialista y republicana- aceptó la propuesta de la “Sociedad Deportiva Arriondas F.C.” la cual se ofreció a organizar un ambicioso programa festivo.
El Ayuntamiento les concedió 750 pts. y el programa se puso en marcha.
La directiva se constituyó en comisión y decidió cambiar la denominación de la convocatoria festiva, pasando de ser “Fiestas de Santa Rita” -como se conocían desde 1896- a denominarse “Fiestas de Mayo”. Quedaría señalado este año 1934 por las numerosas muertes que hubo por tuberculosis, pero sería la Revolución de Octubre el mayor acontecimiento político y social hasta el inicio de la Guerra Civil, dos años después.
El día 18 de octubre de 1934 -ahora hace noventa años- se presentaron en el Ayuntamiento en Arriondas el cabo Teodoro Sejas Álvarez y el vecino Amador Llano Corral para entregarle al alcalde una comunicación de la Comandancia Militar de la zona, en ella se notificaba que toda la Corporación quedaba destituida y el único gestor a partir de ese momento sería el citado Amador Llano Corral.
Fueron suspendidos de sus funciones el alcalde -elegido en abril de 1931 con la llegada de la II República- Joaquín Corral Collado (natural de Robledo-Piloña) así como los concejales: David Llamedo de la Vega, Bernarbé Llano Ruisánchez, Andrés Llano Gutiérrez, Hermógenes Cueto Fernández, Santiago Abarca Menéndez, José García Martínez, Manuel Cayarga Vega, Félix Soto Molledo y Juan Martínez Llano. No fueron suspendidos por la Comandancia Militar y siguieron en sus funciones los concejales: José García Pando, José Toraño Fernández, y Manuel Suárez Fabián.
La comunicación del cese se hizo no estando presente el secretario -que se hallaba de viaje en Oviedo por asuntos familiares- ni el interventor, por lo que hizo las funciones de secretario accidental Cipriano Rodríguez Cibrián, el cual llevaba muchos años de funcionario y le aguardaban muchos más.
El Gobernador Civil nombró en sustitución de los cesados -además de al alcalde Amador Llano Corral- a José Aquilino Pando Blanco (último alcalde que había sido en la dictadura de M. Primo de Rivera y que volvería a serlo tras la Guerra Civil, entre 1939 y 1942), a Ramón Quesada Quesada, Francisco Collía de la Fuente, Manuel Somoano Caldevilla, Adolfo Laucerica Pandiella, Manuel López Fernández, José Cayarga y a Manuel García Guerrero.
Un día después se hizo arqueo contando el efectivo y saldo que arrojaban las cuentas municipales ante el depositario Obdulio del Llano Martínez. ¿Qué alegó el Gobernador Civil para intervenir el Ayuntamiento de Parres democráticamente elegido tres años y medio antes? Pues que suspendía de sus cargos a los antes citados por considerarlo conveniente “vista la conducta observada durante el pasado movimiento revolucionario y para mantener el orden público”.
De modo que le parecía que la “tibieza” de los suspendidos ante los citados hechos y su falta de cooperación no merecían la absoluta confianza de las autoridades civiles y militares. Las citadas autoridades esperaban que la Corporación Municipal de Parres debería haber condenado rotundamente los hechos ocurridos desde el día 5 de octubre con motivo de la huelga general revolucionaria en la que más de 30.000 trabajadores (mineros en su mayor parte) formaron el que llamaron Ejército Rojo Asturiano, mientras en Gijón se proclamaba la República Socialista Asturiana y en Oviedo no pocos edificios quedaron arrasados e incendiados, como la Universidad o el teatro Campoamor y era dinamitada la Cámara Santa de la Catedral.
Aquella Revolución de Octubre (desde el día 5 hasta el día 18) dejó en Asturias unos 2.000 muertos y centenares de edificios destruidos, especialmente los relacionados con la Iglesia católica y sus instituciones. La Revolución de Octubre acabó convirtiéndose con el tiempo en casi un mito para la izquierda obrera española; una revolución fracasada, la última del occidente europeo que algunos llegaron a comparar con la Comuna de París o el mismísimo Sóviet de Petrogrado de 1917.
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez