POR ANTONIO SÁNCHEZ MOLLEDO, CRONISTA OFICIA DE MALANQUILLA (ZARAGOZA) |
Malanquilla, localidad perteneciente a la provincia de Zaragoza y encuadrada en la Comarca y Comunidad de Calatayud nunca ha sido una población de elevado número de habitantes, llegando a estar despoblada en 1429, según refieren las Aldeas de Calatayud en las Cortes de Valderrobles convocadas por Alfonso V, si bien es cierto que los altos y bajos se suceden marcando picos y valles –como las propias montañas que la rodean- teniendo que dictar incluso normas proteccionistas el ayuntamiento en 1681, ante el aumento de población experimentado, pero ambos casos son excepciones que no alteran la línea descendente que se observa a lo largo del siglo XX.
Como tantos otros municipios de las tres provincias aragonesas y otras varias de Castilla León, principalmente, a día de hoy, están seriamente amenazadas. La historia puede volver a repetirse. Su bajo número de habitantes, la falta de oportunidades y la dificultad cotidiana para alcanzar una vida digna, sin servicios esenciales, condiciona su pervivencia a lo largo de los próximos años si no se logra revertir el fatal y persistente declive crónico que se observa.
Para evitar lo que, atendiendo a diversos indicadores parece inevitable, Malanquilla se afana en alterar esa tendencia, a base de empeño y voluntad pero también de no pocas iniciativas y proyectos, que en este año de 2020 ya han empezado a ofrecer sus primeros resultados.
Quizá no sea tarde y aún existan posibilidades de retornar a una senda de crecimiento que cambie los más negros presagios por destellos de esperanza. En esa batalla se ha alistado el Ayuntamiento sabedor de que su única posibilidad es vencer porque lo contrario significaría decir adiós a tres mil años de historia.
Vivimos unos tiempos convulsos con una pandemia mundial de incierto resultado. Algunos analistas consideran que éste factor puede resultar beneficioso para el medio rural ante las dificultades aumentadas de encontrar empleo en las grandes urbes, castigadas hasta límites nunca antes imaginables por los efectos del virus.
Otros, sin embargo, opinan que se agudizará el efecto llamada de las grandes ciudades entre las personas de mayor edad que habitan nuestros pueblos para instalarse al lado de dotados centros hospitalarios, porque llegados a una edad, sobran otro tipo de instalaciones, primando las sanitarias.
Sea como fuere, la sangría que desde los años del mal llamado desarrollismo español vienen padeciendo muchas poblaciones de la España rural se ha llevado ya a entidades locales -un día prósperas- y amenaza con extender su lúgubre manto sobre otras muchas, contribuyendo a una masificación de las ciudades con los males que ello conlleva. Los campos de estos pueblos no tendrán manos que los siembren ni que recojan sus cosechas, los animales sin pastor que los guíe desaparecerán dando paso a granjas industriales.
Es verdad que las administraciones tienen mucho que decir para frenar este deterioro del orden natural, pero también los ayuntamientos han de ser capaces de ofrecer lo mejor de sí para albergar ideas y proyectos capaces de ilusionar.
Tal vez y a pesar de todo no se consiga el objetico pero nadie nos podrá acusar, llegado el caso, de no intentarlo.
A través de este estudio, que engloba un periodo de 652 años, podemos establecer una línea de población, a raíz de lo que nos cuentan los principales censos históricos así como los libros que se conservan en los archivos parroquial y municipal de Malanquilla, que abarca desde el reinado de Pedro IV a Felipe VI y en concreto desde 1367 a 2019, teniendo como base el trabajo realizado por José María Sánchez Molledo para el II Encuentro de Estudios Bilbilitanos sobre la evolución demográfica de Malanquilla entre los siglos XIV al XVIII.
Conquistado Calatayud en 1120 por Alfonso I, se repuebla la propia ciudad bilbilitana y otras localidades de su entorno, principalmente con gentes llegadas del Pirineo. Por aquél entonces Malanquilla, que en lo eclesiástico dependía de Bijuesca, contaba con una exigua población que se prolongó hasta la “Guerra de los Pedros”, siendo suficiente la construcción de una cerca para albergar a sus pocos vecinos, según narra Zurita. En el Censo de 1367 se señalan tan sólo 25 habitantes que pudieron incluso ser menos, dado que se recogen fuegos o vecinos, a lo que habría que aplicar un coeficiente de 5 pobladores por fuego.
Es probable que la reducida población tuviera mucho que ver con la peste de 1348 y las continuas guerras fronterizas entre Castilla y Aragón. Malanquilla, como es sabido, lugar de frontera entre ambos reinos, vivió y sufrió muy de cerca estas contiendas bélicas.
Medio siglo después, en la fogueación de 1404 se contabilizan en torno a 100 pobladores. Sin embargo, muy pocos años después, algo debió suceder para que Malanquilla quedara despoblado en su totalidad, como ya hemos referido anteriormente. En las Cortes de Valderrobles convocadas por Alfonso V en 1429, se da cuenta de que Ibdes, Cimballa y Malanquilla estaban enteramente despobladas. Se anota también una bajada importante en la población tanto de la ciudad de Calatayud como de las aldeas de su Comunidad.
En los últimos años del siglo XV se constata un lento pero sostenido crecimiento de la población en Malanquilla, coincidiendo con la ampliación del territorio y la concesión, por parte de Alfonso V de la dehesa del Navazo, en 1458. En paralelo se firman una serie de compromisos para la defensa de intereses comunes con diferentes concejos de la zona que pudieron tener influencia en el aumento de población que se observa.
En esta época de crecimiento la iglesia de Malanquilla se separa de la de Bijuesca (24 de julio de 1487), naciendo así la parroquia de Malanquilla. En 1489 se señalan alrededor de 140 habitantes. En este año, El Rey Católico concede el “Término Común” entre Aranda y Malanquilla que mucho aportaría a la expansión demográfica y económica y que, en otro orden de cosas, dio lugar a interminables pleitos.
Malanquilla termina el siglo XV con 195 habitantes, según consta en el Censo ordenado por las Cortes de Tarazona en 1495.
A lo largo del siglo XVI y, en consonancia con todo el territorio aragonés y del conjunto peninsular, la población aumenta vertiginosamente alcanzándose las mayores cotas de población que se mantienen en los comienzos del siglo XVII.
De hecho en la visita pastoral que realiza el Obispo de Tarazona, D. Pedro Cerbuna en 1588, confirma el claro ascenso demográfico del lugar y ordenando “por cuanto hemos visto que la dicha Yglesia parrochial es pequeña y desacomodada para poder cauer todos los parrochianos en ella y para oir los Diuinos Officios, mandamos a los dichos Jurados y Concejo de Malanquilla, hagan crescer y ensanchar, o hazer de nuevo la dicha Yglesia de manera que sea capaz y bastante según la población del lugar…” Seis años después, en 1594, a las 10 de la mañana del 30 de septiembre se bendecía la nueva iglesia que hoy perdura.
Labaña visita Malanquilla el 14 de febrero de 1610 y registra una población de 450 habitantes. El siglo comienza en alza pero no terminaría así.
Todo aumento poblacional necesita de un incremento económico. La presión demográfica obliga al cultivo de tierras marginales, que si bien propician una mayor producción en términos absolutos disminuye la productividad. Esto unido a algunos años de climatología adversa, da origen a un cambio de tendencia.
La crisis del siglo XVII provocada por las malas cosechas en Castilla los años 1596 a 1597, junto con la aparición de la peste en este último año, hace que muchos se planteen la emigración a América.
En Aragón, según cuenta Martínez del Villar, la incidencia es escasa autoabasteciéndose de trigo y exportando las cantidades excedentes a otros reinos peninsulares y a Francia.
En 1606 se acusan en Malanquilla los síntomas de esta crisis del siglo XVII. En ese año mueren 36 personas de una población de 450 habitantes. El censo de 1646 ya registra tan sólo 250 habitantes lo que representa una rápida reducción.
Sin embargo logra una vez más recuperarse y mediado el siglo vuelve a situarse en 535 pobladores. En su conjunto, el siglo XVII supone para la Comunidad de Calatayud una caída de población del 14% mientras que para Malanquilla supone un aumento del 20 por ciento.
Tan es así que en las Ordenanzas municipales que dicta el Concejo en 1681, conscientes de la precariedad del equilibrio población-recursos se ve obligado a dictar normas proteccionistas para limitar el aumento poblacional.
Los años finales del siglo y en los primeros del XVIII, tras la muerte de Carlos II en 1700 se abre la lucha por el trono español. Villarroya de la Sierra, favorable a Felipe de Anjou perderá la mitad de su población en la “Guerra de Sucesión”. Malanquilla, que se decanta por el Archiduque de Austria, verá reducidos sus habitantes en parecidos términos, pasando a 245 habitantes en 1713 y llegando incluso a 135 en 1718.
A pesar de que las defunciones superan a los bautizos, según señalan los libros parroquiales, en 1764 se cuentan 190 habitantes que suben a 390 en el Censo del Conde de Aranda de 1773. En el de Floridablanca, de 1787, se habla de 407 habitantes.
A partir de ahí se produce un lento pero inexorable retroceso en el número de población.
En 1890 se indican ya tan sólo 127 habitantes; dos años después son 122.
Seguidamente, según los datos publicados por el INE a 1 de Enero de 2019, el número de habitantes en Malanquilla es de 92, 8 habitantes menos que en el año 2018.
Actualmente la densidad de población en Malanquilla es de 2,51 habitantes por Km2.
población desde 1900 hasta 2019
Año 2019 92
2018 100
2017 105
2016 107
2015 113
2014 112
2013 117
2012 123
2011 130
2010 127
2009 123
2008 126
2007 131
2006 130
2005 139
2004 132
2003 132
2002 138
2001 116
1995 144
1994 161
1993 137
1992 139
1991 136
1990 156
1989 156
1988 129
1987 130
1986 133
1981 141
1970 177
1960 384
1950 520
1940 598
1930 564
1920 572
1910 628CO
1900 435
Hay que anotar que estos datos que registra el INE se refieren a personas censadas que difieren sustancialmente con los pobladores reales del municipio. En estos últimos años y en los inviernos, no sobrepasan la veintena.
Merece la pena el esfuerzo para tratar de revertir esta curva hacia el abismo. Para ello todas las iniciativas son pocas y es tarea de todos. El Ayuntamiento, que ha visto, como consecuencia de la mengua poblacional, reducido también a 3 su número de concejales, está abriendo puertas y ventanas, escuchando propuestas y movilizándose para lograr este objetivo, que en estos momentos, es primordial.
Malanquilla, ese lugar al que volvemos la vista con ilusión y esperanza los que estamos fuera, merece esta segunda “operación rescate”, más allá de salvaguardar su notable patrimonio cultural. Ahora se trata de luchar por su supervivencia.