POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Acompaño estos días en Florencia a los coros del Conservatorio Valle del Nalón; hoy cantarán en el Auditorio Apollonia y en la Basílica de Santa Trinità. De Santa Apolonia, ¿qué decir? Comeré en su refectorio un bocata de lampredotto, ante el Cenáculo renacentista que Andrea de Castagno pintó en 1447, unos cien años después de que se construyera este monasterio de monjas Benedictinas; de la Basílica decir que se fundó en 1092, que está cerca está del Ponte Santa Trinità sobre el río Arno y que es la iglesia madre de la Orden de Vallombrosa, de monjes contemplativos. De estas contemplaciones daré cuenta en este periódico, y de lo que canten, un dificilísimo repertorio (“Prière”, “Soleils”…); pero he de sosegarme ante tanta maravilla, la de Florencia, llena de estatuas sin peinar, y la del coro asturiano, que no basta oírlo, hay que ver cómo se despeina.
Fuente: http://www.lne.es/