POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Desde hace medio siglo, el Domingo de Ramos, nuestro arzobispo invita al Consistorio a un caldín, y el Ayuntamiento, por el Corpus, devuelve el convite al Cabildo con unas fresas de Candamo. ¿Por qué uno y otro menú? Acaso tiene que ver con las procesiones, la que marca el inicio de la Semana Santa, que suele ser en tiempo frío, y la del Corpus, que pide algo refrescante. Eso sí, la costumbre pasa por la buena vecindad, hoy en entredicho, entre la corporación municipal y el arzobispado. Tan extraña sintonía tiene su punto; me recuerda a aquellas dos viejas que un camarero atendió en la mesa del restaurante: “¿Qué desea usted?”, le preguntó a una; “Un caldo y un bistec”. “¿Y usted señora?”, se dirigió a la otra; “Un bistec y un caldo”. “Muy bien; dos caldos y dos bistec”, resumió el camarero, y lo interrumpió una de ellas: “¡No, no, póngalo por este orden que sólo tenemos una dentadura!”.
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