POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (CÁCERES)
Este es un lugar de calma y recogimiento. ¿Puede darse un recinto que albergue más paz, más serenidad y sosiego que el de un convento? Grandes y gruesos paredones, rejas donde las oraciones y las letanías desafían al mundo. La espadaña en lo alto de sus tejados. La puerta de la iglesia. El locutorio. Otras puertas siempre cerradas que no sabemos a qué estancias comunican. El olor de las flores en sus claustros y el dulce sonido de una campana que nos despierta de las torpezas de este mundo.