POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
(Cuando se le propuso a Carmen Polo de Franco instalar un funicular hasta la cima del monte Priena y levantar allí un convento para monjas)
Desde inmemoriales tiempos el Santuario de Covadonga ha sido el punto de referencia y enclave religioso por excelencia para los asturianos de dentro y fuera del Principado. Símbolo durante siglos de los valores hispánicos, de manera especial para los asturianos de la diáspora por el mundo y -fundamentalmente- en las tierras americanas que acogieron a tantos nacidos en nuestra región.
Hacia el Real Sitio se canalizaron desde aquellas tierras aportaciones de dinero reunidas en colectas populares para sufragar muchas de las obras que el Santuario fue precisando a lo largo de los años. Las iglesias y retablos erigidos en honor de Santa María de Covadonga a lo largo de Latinoamérica son numerosísimos, al igual que las cofradías surgidas bajo su advocación. Dos ejemplos: la iglesia de Covadonga en las lomas de Chapultepec, en México D. F. o el magnífico retablo barroco (a la derecha del presbiterio) dedicado a la Patrona de Asturias en la iglesia de los Dominicos en Puebla de los Ángeles, también en México, datado nada menos que en 1754.
Los llamados indianos no se olvidaron nunca de sus raíces, y desde el incendio del 17 de octubre de 1777 que dejó la capilla de la cueva reducida a cenizas con todo lo que en ella había, se volcaron en las ayudas a Covadonga. Es curioso que 21 meses después de este suceso -según se recoge en el Libro de Acuerdos Capitulares 1766-1790, folio 143-, se acordó encomendar al platero que registrase el río desde la Cueva hasta el Mesón por si hubiese rastros de la plata y oro perdidos, dado que habían desaparecido en el incendio valiosos regalos donados por los reyes Carlos II, Felipe II y Felipe IV, entre otros.
Cuando Carlos III dictó una Real Provisión para pedir limosnas y levantar un nuevo templo bajo las órdenes de ventura Rodríguez -su arquitecto de cámara, desde las que se denominaban “Provincias de Indias” comenzaron a fluir durante los años siguientes cuantiosas ayudas, tanto de forma individual como colectiva.
Un ejemplo es que de los 20.000 boletos vendidos para una rifa benéfica a beneficio de las obras de la actual Basílica -en 1886- más de 4.000 fueron adquiridos por emigrantes en América. Dos de las vidrieras de la Basílica fueron costeadas desde Cuba, así como retablos, objetos para el culto, lámparas, etc.
Otras obras proyectadas nunca llegaron a concretarse, como fueron la electrificación del tranvía de Arriondas a Covadonga o el funicular por la cuesta del monte Ginés, puesto que hay constancia en las Actas Capitulares del Santuario de haberse recibido una carta -con fecha del 21 de abril de 1952-, según la cual una acaudalada señora residente en Cuba estaba dispuesta a costear dicho tren cremallera hasta la cruz y, además, a construir un convento de religiosas en la cumbre de dicho monte. La propuesta quedó en el aire a pesar de la insistencia de la arriesgada señora, la cual ya se había puesto previamente en contacto por carta con Carmen Polo de Franco, esposa del anterior Jefe del Estado y ovetense de nacimiento.
Imaginemos hoy -66 años después de esta curiosa iniciativa- dicho funicular y el no menos curiosísimo convento en la cima del monte, donde se sitúa la llamada Cruz de Priena, a 725 metros de altura.
De la revista Covadonga -a partir del año 1922- se pueden obtener numerosísimos datos de donaciones al Santuario, recogidos también en los minuciosos libros capitulares que se conservan.
Más arriba citamos a la ciudad mexicana de Puebla, en la que tuvo negocios don José González Soto, nacido en Margolles en 1887, el cual pasaba temporadas en el Hotel Pelayo y fue un gran benefactor del Santuario; él mismo sufragó la construcción de la imponente iglesia parroquial de Cangas de Onís que -en este 2013- cumplió sus primeros 50 años.
Del afecto por Covadonga de la emigración quedan numerosas y constantes señas de todo tipo.
Peregrinaciones desde tierras americanas, familias enteras que deciden trasladarse temporalmente al Santuario para asistir a la boda de alguno de sus miembros, para una primera comunión o alguna confirmación. De las canteras de Covadonga han salido piedras para colocar como primigenia cimentación en numerosos edificios emblemáticos al otro lado del Atlántico, como en el caso de sus impresionantes Centros Asturianos en Argentina y Cuba, entre otros.
Numerosas imágenes -copia de la de Covadonga- han salido del lugar para repartirse por el mundo. Destaquemos una del notable escultor Gerardo Zaragoza (Cangas de Onís 1902-Madrid 1985) que se encuentra -desde 1946- en la iglesia de la Concepción de Tucumán, en la República Argentina.