CREER
May 22 2021

POR EDUARDO JUÁREZ VALERO, CRONISTA OFICIAL DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA).

Escultura de Platón

Dice mi admirado Antonio Fornés que, aunque parezca absurdo, él cree. Y en esa anomalía radica su profunda búsqueda de trascendencia, constituyéndose la creencia en el principal argumento de la racionalidad que preside sus actos. Para mi desgracia, tiendo más a la razón del argumento que subyace en mi yo historiador, incapaz de abandonarme a lo incuestionable que esconde la creencia en la seguridad de acertar sin necesidad de demostración. En términos filosóficos, estoy más cerca de lo aristotélico, atento a la causa y a su efecto, que de la confianza en la esencia absoluta que Platón y Agustín de Hipona aseguraban. Aunque, siendo sincero, nunca pierdo de vista a Averroes y Tomás de Aquino que, si bien creían, se esforzaban en justificarlo a través de la razón y, de paso, supeditar ésta a la creencia. Y así voy viviendo, mientras veo caer líderes quiméricos y políticas erráticas sustentadas en millones de incoherentes votos con las necesidades que entiendo precisas para este presente. Que es esta una sociedad de creencias por encima de razonamientos donde, al tratar de analizar la mayoría de las propuestas, tiende uno a ser cada día más descreído.

Algunos quieren demostrar que la sociedad está mejor en manos de la individualidad liberal que no precisa de un Estado extenso y presente en todos los planos de las relaciones sociales. Defensores del valor individual como eje de una construcción basada en el éxito individual, pregonan las bondades de su creencia fundamentada en grandes teorías del liberalismo ilustrado sin caer en la cuenta de que aquel pensamiento partía de un estrato social privilegiado: para tener éxito individual es más que necesario un contexto proclive a ello.

Para tener éxito individual es más que necesario un contexto proclive a ello

Otros proponen la constitución de un Estado contingente, regulador de relaciones y sustentado por la aportación progresiva de los ciudadanos según su posición y contexto. Desde ese punto de partida, el Estado regula el entorno en el que ha de producirse el éxito individual que siempre habrá de tener el grupo como principio y fin de cada una de las actuaciones felices de los colectivos que lo integran. En este parnaso social, la acción del Estado tiende a asumir la mayoría de las iniciativas individuales, dado su origen y finalidad, para acabar clasificando personas como parte de un engranaje que muestre el camino a seguir. En tal paisaje, uno se pregunta qué tipo de ente social es el Estado, capaz de trascender a la individualidad para convertirse en un Nosotros pensante libre de singularidad.

Entre ambas creencias surgió hace más de un siglo otra deidad social que trataba de ofrecer al individuo la respuesta a su frustración mediante su integración en una realidad inventada a la que llamaron identidad. Explotando las características locales y el simplismo inherente a la familia, al clan e, incluso, a la tribu, convirtieron la creencia política en una especie de tribalismo absurdo que diferencia y clasifica a las personas según su lugar de nacimiento, siempre accidental, y que en ningún modo puede constituir una característica social reseñable más allá de la momentánea asunción de una cédula de identidad. Que todos somos pasajeros de la historia y ésta carece de filias, fobias o identidades locales, regionales, nacionales. Todos somos pasajeros, digo, y no hay idioma o costumbre que pueda definirnos de forma continua.

. Todos somos pasajeros, digo, y no hay idioma o costumbre que pueda definirnos de forma continua

Es curioso que, a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, surgió una posibilidad que buscaba un punto medio nacido tras el apocalipsis bélico para erradicar la fe como base de la organización política de nuestras sociedades. Partiendo de un Estado que no ahogara la iniciativa privada, aunaba esfuerzos con la creación progresiva de impuestos para que cada individuo se sintiera uno dentro de un todo y pudiera gozar de las oportunidades precisas para explotar el talento en beneficio propio y común; un escenario donde la sociedad premiara al individuo exitoso y fomentara un contexto para que tal triunfo no fuera una rosa en el desierto. En ese entorno de colectivo éxito individual, la identidad del todo era asumida por las partes, por orgullo y no por imposición de absurdas teorías supremacistas basadas en la nada. El Estado asumía el coste organizativo y los individuos el esfuerzo económico con parte del lucro de su actividad, conformando así la victoria de la sociedad frente al individualismo y a la eliminación del yo somatizado en aras de un monstruo omnisciente. Este modelo, definido como Estado del Bienestar, fue, durante casi medio siglo, el objetivo final en buena parte del mundo.

Mas, el Estado de Bienestar precisaba de una sociedad comprometida con el modelo; de gestores de conducta recta y honorable; de individuos que respaldaran el bien común y no persiguieran únicamente el éxito individual. En una sociedad unida al bienestar, la ley apenas necesitaría retoques; la estructura administrativa, económica y jurídica evolucionaría según las transformaciones sociales de los avances tecnológicos, científicos; por la deriva natural del entorno; por el proceso evolutivo del ser humano unido a la inmensa creatividad que albergamos como especie.

Desgraciadamente, el Estado del Bienestar, como el resto de los modelos descritos previamente, era, es, otra creencia más. Quizás mejor y más honesta con el conjunto de la sociedad, pero sujeta a la fe en que los individuos sean capaces de respetar la norma y su finalidad por encima de las necesidades individuales y de grupo que todo lo corrompen y conducen a la destrucción banalizando todo lo que confiere cierta esperanza en un futuro para las generaciones venideras.

Puede que, en resumidas cuentas, mi amigo Antonio Fornés no haya dejado nunca de creer porque nada hay más allá de la creencia. Nada que pueda hacernos mejores y más preparados para afrontar el mañana desde un presente alentado

FUENTE: https://www.eladelantado.com/opinion/tribuna/creer/?fbclid=IwAR1Gqn-Tvy-sjPK7mGWCBN4Gttt94BKsrF0QuvCLOwms8oGo-sv-YqwcHzo

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