POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Hace años, cuando «existía» el BUP (siglas que englobaban el pomposo título de Bachillerato Unificado y Polivalente), era lectura obligada en Segundo Curso el libro SAN MANUEL BUENO MÁRTIR, obra escrita por el que fuera Rector de la Universidad de Salamanca, don Miguel de Unamuno.
Un libro precioso que da mucho para pensar y «mucho para decidir» en aspectos de conducta y de creencia.
Pues, ¿saben una cosa?
El esquema-guión de ese libro, y creo que hasta su redacción, nació a la sombra del encantador paisaje del lago de Sanabria durante los veranos de 1930 y 1931 y a la vera del Monasterio de San Martín de Castañeda, en el municipio de Galende, comarca de Sanabria (Zamora).
Se dice que ese monasterio tiene origen visigodo, que fue destruido por los árabes, reconstruído hacia el año 897 o 916 por el abad Martino, y acogido primero a la regla de San Benito y después a la del Císter. En la actualidad, ya sin culto, se ubica en él el Centro de Interpretación del Parque del Lago de Sanabria.
Pues se cuenta también que ese monasterio tenía derechos de pesca sobre el lago de Sanabria y que sus monjes, aunque ricos en posesiones, eran «pobres en su vida» y en sus ayunos y abstinencias. Y en sus vestidos, que cosían y reparaban en casos de deterioro. Como aprovechaban truchas del lago para su sustento, se dice que uno de los frailes, el más humilde y pobre en sus hábitos al que llamaban «EL CAPARROTA», ideó un modo de preparación asándolas sobre una piedra de pizarra, a modo de plancha, ligeramente engrasada con piel de tocino y aderezando el asado con un espolvoreo de ajo, perejil y tomillo todo muy piccadín.
Así se hizo famosa la preparación sanabresa, casi olvidada, de TRUCHAS A LA CAPARROTA.
Hoy la comercialización de la trucha de río o de lago está prohibida; así que hay que conformarse con las «de pisci».
Yo, para esta «caparrotada», aconsejaría una trucha grande asalmonada.
¿Y como postre?
Miren ustedes.
Nuestros limoneros están en plena oferta de limones, grandes, amarillos, plenos de aroma y sabor. El limón asturiano, a mi gusto, supera con mucho a los de otras «comarcas cítricas» y sí lo comparo, «per modum uníus, con el gallego, con el leonés de la montaña y con el cántabro.
Asen «a la piedra» una buena trucha y terminen la comida con esta crema de limón asturiano; y si es colungués (como los de la foto), mucho mejor.
Háganla así:
En el vaso de una batidora (ejemplo, una minipímer) pongan un vaso, de los de agua, de zumo de limón recién exprimido y el mismo vaso de azúcar. Mezclen bien y añadan, batiendo, uno o dos huevos muy frescos. Sigan mezclando bien. Agreguen seguidamente un bote de leche evaporada (recomiendo la marca IDEAL) y sigan mezclando con la batidora.
Ya bien lograda la crema llévenla a un cuenco adecuado y colóquenla en el frigorífico para poder servirla fresca, que no helada.
Ha de resultar una crema tipo natillas ligeramente espesitas.