POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIÉLAGOS (MADRID).
Treinta y ocho años son muchos años para que una labor realizada por todo un pueblo, en forma de rondalla, no sea reconocida bien de interes cultural en la Comunidad de Madrid. Cojo el guante y acepto el reto. Iré a por ello. He pensado en esa cifra, 38.
Hace 38 años, un 7 de julio, cumplía yo 21 años. Acababa de volver de la mili y mi futuro era una estepa sin arboles, un libro con todas las páginas en blanco. Cuándo conduzco desde Valdetorres a Talamanca, viendo la Peña de la Cabra al norte, mi cuerpo se relaja recordando que era el Cerro del Mediodia para nuestros mayores. MI espiritu sabe que Valdepiélagos está cerca y olvida cualquier arañazo que le atormente.
Llegada la hora del evento me he sentado al final de una fila y he esperado que me acariciaran el alma. Angel ha comenzado buscando entre los miembros de la rondalla un Mi y un La, creo que los han encontrado. Y cuando el reloj marcaba las horas ya había afinado su guitarra. Luego ha venido Maria la portuguesa y antes de empezar la siguiente canción ha tocado la flauta. Paco le ha advertido que tuviera cuidado con la serpiente.
Ha pasado el cóndor y he creído escuchar algo sobre un demonio que quería salir del infierno si entraba la suegra de alguno. Pero cuando pensaba que lo había soñado he oído claramente a Ángel recitar «En el mar se ha hundido un barco y en el barco iba mi suegra por eso los calamares tienen la tinta negra» Y no era una letra.
Lo que tiene la zarzamora y los acordes de alma, corazón y vida han sonado antes que Giulio llenara la sala con su O Sole mio. Somos cantores de la tierra lusitana y lo que sueña la margarita por ser romero nos ha llevado a los acordes de Mancini interpretado por Ángel. Sonaba la pantera rosa.
Por cierto, muchas de las canciones no habrían sonado igual sin las tildes cantoras de Fina. Cantinero de Cuba nos ha traído el a quién le importa. En ese momento a todos sólo nos importaba nuestra rondalla. En fin, eran casi las diez cuando he regresado a Madrid tarareando el pasadoble «Valdepiélagos». El cerro San Pedro se dejaba enmarcar su silueta en un sonrosado atardecer.
Hoy me habéis regalado otro instante. Gracias Rondalla. @agustindelasheras @cronistadevaldepielagos