POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID)
El paisaje ya en si mismo abre el concierto.
El ocaso desde la entrada del centro cultural permite ver a la vez la silueta de la espadaña de la iglesia y el cerro San Pedro en la lejanía.
Hacía el frío que hace tras un café solo y solo estaba hasta que he entablado una conversación con Juan Pablo Herradas González que me ha informado de cómo hicieron las escuelas. No se quién fue el maestro de aquella obra pero conocía sin duda las construcciones egipcias. Levantaron rampas para colocar piedra sobre piedra según tomaban altura. Y cuando le tocaba el tejado, ya en 1962, Juan Pablo, el padrino de Luis Maria González nuestro ilustre pescador y autor de libros sobre el metro de Madrid, se fue a hacer el servicio militar a Torrejón.
Hacía cola hasta que he visto a mis primas a las que he saludado. Después de Teresa he saludado a Edelmira, su madre, y rezaré hacia los cielos para que siempre la vea igual. La tengo cariño.
Como siempre me he sentado al final de una fila. Y además de disfrutar de lo que iba a escuchar me he puesto como meta recordarlo.
Villancicos, instrumental y popular nos ha avisado el maestro Ángel.
«Adeste fideles
Laeti triumphantes
Venite, venite in Bethlehem
Natum videte
Regem angelorum…» ha sonado nada más más abrirse el telón hacia los lados. El coro nos ha llamado con su venid en latín como todos los años.
Y el Tamborilero nos ha llevado a Belén a ritmo del ropopompom.
Y sólo Angelina ha sido capaz de cantar como un ángel de amor para suerte de los terrenales presentes.
¡Qué suerte tengo!, piensa la mula… Y nosotros y nosotros pensaba yo al escuchar esa dulce voz.
No, yo no pensaba correr.
Y nuestro Pavarotti, Giulio, nos ha regalado su «Scendi dalle stelle» inundando la sala del villancico italiano.
En los últimos años cuando he escuchado «Los Campanilleros» siempre he recordado a Fina y la seguiré recordando.
La losa no ha sido tal escuchando de nuevo a Angelina que ha terminado con los villancicos.
Y dando espacio a las nuevas melodías instrumentales, el director nos ha contado que por pinchar un cuarteto y no llegar a tocar a un pueblo, hablaron de la ejecución del violinista espontáneo aunque pensaron que con unos cuantos palos bastaba.
Ha seguido música de Humaguaqueño que el hijo del autor dice que nació en un tranvia.
Y Albeniz ha volado por la sala mientras soñábamos caminar por la Alhambra.
Las aceitunas con patas no son olivas, hemos aprendido del maestro.
Después yo mismo hubiera comprado unos ojos negros que como cadena me ataran mi corazón. Quizás otro día.
Y el volver volver, se lo han dedicado a Maricruz, con un excelente solo de Pilar.
Y entonces las cuerdas han subido a un nivel imposible para todos. Miraba a MariCarmen como sus dedos junto a sus compañeros ponian sitio a Zaragoza. Sublime.
Macarena le ha puesto sentimiento al bolero sobre la historia de un amor y la razón de un existir.
Y el maestro dando tiempo de nuevo a los suyos nos contaba sobre suegras, infiernos y diablo. Lo de callar el plátano es historia.
No ha faltado el recuerdo a las victimas de la Dana y la rondalla nos ha regalado sus melodías valencianas.
Y de nuevo Macarena ha dado respuesta a las ganas de llorar y en quién pensar.
El público era oyente de su rondalla y su coro pero solo llegando al final nos han enseñado lo que hay tras ellos.
La primera lección nos la ha dado la más joven del grupo, Claudia, que ha querido que el pasodoble «A Valdepiélagos», que nunca falta en los conciertos, se le dedicara a su abuelo fallecido, miembro de la rondalla, Jose Maria Herradas González, hermano de quien ha estado conversando conmigo antes de entrar.
Y el colofón, ha sido una lección de trabajo y empeño que nadie debe olvidar. Dice la RAE que una rondalla es un «conjunto musical de instrumentos de cuerda» y define un coro como «conjunto de personas que en una ópera u otra función musical cantan simultáneamente una pieza concertada». Pero Macarena nos ha dicho lo que hay tras ello.
Para que nosotros hayamos disfrutado de dos horas de buena música, sus componentes han tenido que sacrificar todos los martes del último año para ensayar, hiciese frío o calor, estando enfermos o sanos y muchas veces con el corazón herido por la vida o por sucesos personales que no han podido con su perseverancia. Todos ellos dirigidos por un maestro director, que incluso operado no les ha abandonado.
Angel al terminar me decía que todos ellos eran una maquinaria, como un coche donde el podría ser el motor pero que también había todo lo demás necesario y eso eran los miembros del coro y la rondalla. Ya Angel, le decía, pero no conozco un coche que funcione sin motor.
Gracias Macarena por dar valor a lo que muchos no ven.
Yo sólo puedo decir que tenéis una calidad humana que da un valor infinito a Valdepiélagos.
Y yo debo agradecerlo.
Muchas gracias al:
Coro
Pilar, Mari Cruz, Angelina, Celia, Maribel, Mari Mar, Fina, Macarena, Claudia, Giulio .
Guitarras. Eva, Luz Maria.
Bandurrias.
Daniel y Mari Carmen.
Laudes.
Pedro, Nuria y Héctor.
Director.
Ángel Fuentes
Hasta el próximo año.